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Crimen por delirio místico

Pese a declararlo ininputable, la jueza María Laura Sabatier procesó por homicidio simple a un hombre de 47 años que mató a su concubina y decapitó tres mascotas. Está internado en la colonia de Oliveros.

Eran casi las cuatro del lunes 26 de julio cuando Darío S. golpeó la ventana de Nancy, su ex esposa, y le anunció: “Quedate tranquila, ya sé quién es el diablo: era Jésica, pero ya la maté”. El hombre de 47 años acababa de degollar a su concubina de 22 y decapitar a sus tres mascotas en un sangriento episodio fruto de una psicosis mística. Darío, quien está internado desde la mañana del hecho, fue declarado inimputable por una junta médica y esta semana procesado por el homicidio simple de Jésica Leonela Duré Simón. La jueza de Instrucción María Laura Sabatier también ordenó que continúe internado.

Darío se había separado de su esposa hacía dos años cuando comenzó a manifestar signos de “su enfermedad”. Decía que se comunicaba con Dios, hablaba con ángeles y aseguraba ser el portador de una misión divina, según dijeron sus familiares, luego del macabro hecho ocurrido el último lunes de julio de este año.

También fue después del desenlace que mencionaron que en los días previos al sangriento episodio había comenzado a mencionar –por primera vez– al Diablo.

La situación había estado empeorando con el paso de los días, pero nadie se daba cuenta de la gravedad del asunto. La mañana anterior al homicidio, sus dos hijas dijeron que su padre les advirtió que “muy probablemente el diablo intentara matarlo” ya que era el “último día que tenía para atacarlo” y pidió la protección de alguien de la familia.

Anoticiada de lo ocurrido, la mamá de las jóvenes de 21 y 25 años se negó a ir en su momento a lo de su ex marido, domiciliado en Stephenson 1981, a una cuadra de la AO12, a una cuadra de su casa, pero luego accedió cuando él mismo la fue a buscar.

La mujer lo acompañó a su casa adonde observó cómo Darío y Jésica prendían fuego diferentes objetos de color negro, incluso una bicicleta, ya que ese color se lo atribuían al demonio por sus creencias.

Una de sus hijas declaró que eso fue el domingo 25 a la mañana y que “ese mismo día como a las tres de la tarde Jésica fue a mi casa, cosa que no era habitual”, para pedir un velador que les había regalado el padre porque “tiene algo malo adentro”. Cuado la mamá de las jóvenes lo llevó poco más tarde a la casa de su ex, vio como Jesica lo desarmaba hasta encontrar tres cables, uno de ellos color negro y gritó: “Acá encontré lo malo, esto es lo malo”.

Pero fue la madrugada siguiente cuando ocurrió lo peor. Alrededor de las cuatro, el hombre golpeó la ventana de la casa de su ex y le dijo que había matado a su concubina, porque era el diablo.

“Yo soy Dios, vengo a traer la paz, pero un demonio me lo impedía”, dijo el hombre cuando le confesó a su ex mujer y a sus hijas lo que había hecho.

Luego se sentó en el comedor de esa casa “con la mirada perdida”, según coincidieron sus dos hijas y su ex; sobre sus piernas tenía dos cuchillas y un machete con manchas de sangre.

Las tres mujeres se fueron del hogar y avisaron a la Policía, que detuvo al hombre: no ofreció ningún tipo de resistencia aunque pronunciaba frases incoherentes.

El peor escenario

Cuando la Policía se constituyó en el domicilio observaron un espectáculo estremecedor. Primero vieron en el suelo del comedor a un gato de color blanco, un loro, un pájaro, todos con las cabezas desprendidas de sus cuerpos, como así también un mechón de pelo, varias velas encendidas, imágenes religiosas y recipientes tipo ceniceros que contenían algún tipo de polvo. En una de las habitaciones se hallaba el cuerpo sin vida de Jésica Leonela Duré, con medio cuerpo sobre la cama y la cabeza ensangrentada apoyada sobre el suelo y boca abajo.

En el lugar se secuestraron siete cuadernillos con inscripciones, dibujos y frases, y dos libros, uno con manchas rojas, y restos de pelo.

En diferentes testimonios recolectados, que incluyen a sus hijas y su ex pero también a familiares de la joven asesinada, todos coinciden en que Darío era un buen hombre.

“Mi papá era un buen hombre y un buen padre”, dijo una de sus hijas, en coincidencia como varios testimonios que incluyen a los familiares de la joven asesinada.

Incluso el padre de la víctima recordó que jamás supo de situaciones violentas entre ellos y que era un “hombre bien hablado, muy educado y convincente”. De todas formas le hacía dibujos “raros” y decía que “tenía muchos poderes”.

Darío fue declarado inimputable por una junta médica, que dijo que sufre un cuadro de descompensación psicótica caracterizado por alteraciones senso perceptivas acústico-verbales complejas y visuales. Presentaba además discurso delirante de contenido paranoide y místico que lo llevan a actuar poniéndose en riesgo a sí mismo y a terceros.

Pese a ser inimputable, la jueza decidió concluir la instrucción y ordenó procesar a Darío Gustavo S. por homicidio simple, manteniendo la internación en la Colonia Psiquiátrica de Oliveros.

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