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Crean una forma barata de detectar arsénico en el agua

Científicos de la UNR y Conicet diseñaron un equipo para localidades que dependen de planta de ósmosis.


En Rosario hay investigadores que no se miran el ombligo. Aun cuando ningún barrio de la ciudad precisa de una planta de ósmosis inversa que potabilice el agua desde fines de 2016, científicos de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), incluidos becarios y un investigador de Conicet, desarrollaron un método de detección de arsénico en agua de pozo. Cinco veces más barato que los usados por laboratorios privados, está pensado para que sean incorporados por los municipios y comunas alejados de la red de Aguas Santafesinas (Assa), incluidos los desarrollos inmobiliarios en las afueras de Rosario y donde vecinos alzaron quejas por el servicio. Podrán detectar la presencia de arsénico en aguas de pozo antes y después de ser tratadas por las plantas potabilizadoras. En definitiva, buscará prevenir problemas de salud. El método fue probado en un puñado de localidades y el próximo paso será compararlo con otros para validarlo. Igual de importante, los investigadores tienen ideado cómo depurar el agua de rechazo de las plantas de ósmosis inversa para que reingresen a las napas de donde se la extrae. Adelantaron que podría ser un sistema de caños rellenos con biopolímeros derivados de la quitina, un material de descarte de la industria pesquera que retiene el arsénico, entre otros contaminantes.

Tierra

Según el último censo nacional dos de cada 10 casas en la provincia no tienen acceso al agua de red. El retraso es mayor en cloacas y aún más en gas natural. La mayoría son lugares alejados de la red de Assa o un curso de agua dulce. Allí se instalan plantas de ósmosis inversa que a través de membranas toman el líquido de las napas, los limpian y los distribuyen. En algunos lugares la conectan a una red hacia las viviendas. Otros la reparten en bidones para los vecinos. Incluso en una localidad se la usa para hacer soda. El problema es que las aguas de napas, por el contacto con la tierra, pueden trasladar arsénico aún con el tratamiento de la planta de ósmosis. Además del agua “limpia”, el proceso da otra llamada “de rechazo” que está cargada de los contaminantes extraídos y, muchas veces, es devuelta a las napas por un caño paralelo. Conociendo esto los investigadores Juan Carlos González, Silvia García, Bárbara Pérez Mora, María Florencia Mangiameli, Sebastián Bellú, Fernando Bertoni y María Inés Frascaroli trabajan hace años en un método de detección de contaminantes. El objetivo es brindar a los municipios y comunas una herramienta para que vean si el agua que habilitan carga con más de 50 microgramos de arsénico por litro, el máximo permitido por el Código Alimentario Argentina para consumo humano. En otras partes del mundo es cinco veces menos el máximo. Sabiendo de los presupuestos ajustados de los pequeños gobiernos y los altos costos de las mediciones por otro tipo de metodología –como absorción atómica–, retomaron un método de la década del 60 usando sólo reactivos químicos. Es promovido por la científica Marta Litter, referente en el campo de estudio en América. Los investigadores de Rosario insisten que la sensibilidad del método comparable con la de equipos más sofisticados y caros. “No te vamos a decir en detalle porque todavía no lo patentamos”, bromearon los científicos ante El Ciudadano. “La técnica gana por ser más barata y puede ser aplicada «in situ». Eso la hace accesible para las comunas. Estamos calibrándolo para que pueda detectar hasta la menor cantidad de contaminante en el agua”, explicaron y agregaron que la probaron en aguas Azul (Buenos Aires), Piamonte (cerca de El Trébol) y Funes. Confirmaron que en todas el agua tenía menos de 50 microgramos de arsénico por litro, es decir, se podía tomar. Sin embargo, una de las investigadores, Silvia García, insistió: “Hay comunas que lo hacen una vez al año, como mucho. Eso es muy poco porque las napas varían según estación y por las precipitaciones. Lo que hoy no te da, en un mes te puede dar un valor muy alto. Es un dato que se tiene que evaluar lo más seguido posible para definir la potabilidad del agua”. Y más, llevar de un pueblo a otro la muestra para examinarla puede alterarla si no se hace con cuidado. “Debe ir refrigerada. Es un costo que no pueden asumir las comunas”, agregó García y admitió que la palabra arsénico lleva a una suerte de psicosis social aunque en realidad hay otros contaminantes menos conocidos en circulación.

Peor que la enfermedad

“Existe un mito de que poniendo un filtro simple en tu casa se resuelve el problema”, comentaron los científicos y propusieron una alternativa para evitar que el agua de rechazo vuelva a las napas. “Es un método de remediar en el que se puede avanzar con la ayuda de ingenieros. Eso si el Conicet mantiene dentro del sistema a los becarios”, dijo García y señaló a los más jóvenes del grupo. Ambos vieron cómo a fin de año pasado el gobierno de Cambiemos redujo el presupuesto de ciencia y puso restricciones a los nuevos ingresos a la carrera de investigador.

Hay muchas formas de remediar agua con contaminantes. Todo depende del contaminante y el lugar. Hay ejemplos exitosos en Bangladesh, pero no significa que sean aplicables al centro de Argentina. También hay técnicas basadas en sumar bacterias o plantas en las napas. “No proponemos una remediación de suelo interviniendo la napa. En Argentina el arsénico es natural. Está en el suelo. No lo incorporó el hombre. En Chile, Perú, Bolivia Brasil, India, pensaban que eran los únicos que tenían alto nivel de arsénico, pero el problema es que no se midió  en otros lugares”, señaló González. “La idea es cómo hacerlo acá de la forma más económica y rápida”, comentó Sebastián Bellú, quien dio el puntapié para estudiar la detección de arsénico a partir de su tesis en 2006.

En lo inmediato, el grupo dirigido por González se prepara para cotejar su trabajo con unos 20 laboratorios de Córdoba y Santa Fe que hacen lo mismo en una especie de “mundial de técnicas de detección de contaminantes”. En los próximos días compararán método y resultados en lo que esperan será una instancia de validación más. Después saldrán los ensayos para las revistas especializadas, también llamados papers, y posiblemente una patente del equipo. A la larga, buscan bajar la cantidad de contaminantes que pueden llegar al vaso de los santafesinos.

Científico del IQUIR

El director del grupo, Juan Carlos González, pertenece al Instituto de Química Rosario (IQUIR). Realiza investigaciones científicas y tecnológicas vinculadas con áreas de Química Básica, Incluyendo Química Orgánica, Inorgánica y Analítica. En el Instituto se diseñan, sintetizan y caracterizan moléculas orgánicas, organometálicas e inorgánicas, reactivos y catalizadores, se estudian su propiedades y potencial utilidad, se desarrollan nuevas metodologías analíticas y procesos químicos con fines aplicados (medio ambiente, medicamentos, energía, etc.) promoviendo la transferencia de conocimientos al sector productivo. Asimismo, participa activamente en la formación de recursos humanos.

El acueducto Gran Rosario aportó gran solución

En octubre del año pasado y después de 18 meses de obras y una inversión de 780 millones de pesos, el gobierno provincial junto a Assa puso en marcha el acueducto Gran Rosario. El nuevo conducto de 1,20 metros de diámetro y dos kilómetros de extensión beneficia a los barrios de norte y noroeste de la ciudad, donde hasta el año pasado una planta de ósmosis inversa cosechó quejas de vecinos por la calidad y cantidad del agua con epicentro en Cristalería. El Centro de Estudios Sociales y Acción Comunitaria (Cesyac) pidió en su momento informes al Enress –ente que debe controlar a Assa– sobre el estado del agua por supuestos problemas de salud de la población. Funcionarios del Enress aseguraron luego que la calidad era apta para el consumo humano. En la escuela Gesta de Mayo (Razzori 3500) las clases fueron suspendidas en varias oportunidades, por lo que se afectó el dictado para 700 alumnos de la zona. Los cortes de luz dejaban fuera de servicio a la planta y los tanques de los colegios.

Antes de llegar a la zona noroeste de Rosario, el acueducto ya alimentaba con agua del río Paraná a Granadero Baigorria y Capitán Bermúdez.

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