Desde sistemas de trazabilidad y código de barras hasta redes corporativas; desde implementación de call centers hasta seguridad informática, comunicación visual, imagen corporativa, administración y gestión. Ese, y más, es el abanico que cubre un grupo de empresas, en su mayoría jóvenes, de Rosario y de la provincia. Pero en lo que hacen hay una diferencia clave: todo lo hacen exclusivamente con software libre. La característica es el dato clave para la orientación que imprimieron a sus productos o servicios; tanto, que pese a que no pocas compitan entre sí, están todas juntas en un lugar. Libro Blanco sobre software libre, se llama el sitio que alberga a las empresas argentinas que eligieron un camino diferente. Funciona en la dirección http://libroblanco.org.ar, y aunque las muestra provincia por provincia, la idea se desarrolló en Rosario: es el Grupo de Usuarios de Software Libre local el que tomó en sus manos la creación y el mantenimiento de la página.
Histrix, Aptix, Intelix, Lunix, son algunos de los nombres de las empresas. No sorprende: si en una de las series íconos de los 90, “The X Files”, la explicación era que las carpetas con casos sin resolver eran tantas que terminaban en los cajón “X” porque siempre era el más vacío, en el caso del software libre es deliberado. Acorde a lo que pasa en todo el mundo con la cultura que rodea al software libre, las letras más “marginadas” del alfabeto, como la “x”, la “k”, la “w” o la “z” son preferidas al resto.
Del mismo modo rescataron como símbolos al pingüino, que aunque sea un viejo conocido para quienes viven enla Patagonia, para buena parte del mundo es un ave sumamente extraña que en vez de volar, bucea. Y al ñu, el mamífero sudafricano que parece una mezcla de antílope y vaca estuvo a un tris de extinguirse por la acción humana. Dificilmente alguna de las dos especies podría condecirse con la imagen de “triunfador” que tienen otros animales. Y es sobre esa brecha que se fueron montando organizaciones como el local Lugro, o Lugli y Lugcos, los grupos de usuarios de software libre de Rosario, el Litoral y el centro oeste santafesino, entre otros.
Pero en los últimos años, la apuesta comenzó a ser diferente: distintas piezas de software libre y la raíz de todas ellas, el sistema operativo GNU/Linux comenzaron a orientarse según necesidad y usos concretos. Así nacieron distribuciones que, sin dejar de cumplir con las “cuatro libertades fundamentales” del software libre (ver aparte) eran cada vez más sofisticadas en cuanto a sus usos y destinatarios. Se distinguieron así compilaciones con una base común, pero especializadas o dedicadas para fotógrafos unas, para diseñadores gráficos otras, para usos de oficina y gestión un tercer conjunto. Hay distribuciones pensadas en distintas vertientes de la ingeniería o la investigación, o para quienes trabajan en animación por computadora y edición de video. Y, claro está, también las hay para programadores –las primeras que aparecieron– pero también para uso hogareño, fáciles de utilizar y destinadas a quienes no quieren tener más relación con la informática que usar el correo electrónico, la mensajería instantánea, los videos de YouTube y el Facebook.
Cultura
Al contrario de estos últimos casos, en el que las piezas de software libre se simplifican y –aunque trabajen distinto– se hacen casi indistinguibles de sus análogas de software privativo más difundidas, otros programas se complejizan, diversifican y perfeccionan para usos específicos. Y con ello apareció la novedad: el software libre lentamente comenzó a salir de las páginas de Cultura en diarios y suplementos, para ingresar en las páginas de Economía y Empresas.
Precisamente con ese comportamiento, profesionales y empresas de la informática comenzaron a ver con otros ojos al software libre. Ya no se trataba exclusivamente de una cuestión comunitaria y de cooperación y colaboración internacional sino de la posibilidad de atender demandas del mercado a partir de un sistema operativo que, además de “libre” se postula como sólido, seguro, y ahora simple de utilizar. Y no tardó en llegar la oferta de desarrollos y aplicaciones para empresas basados en software libre.
Así, las empresas que están en el Libro Blanco son las que ofrecen la instalación y mantenimiento de soluciones en software libre. Algunas sencillamente agregaron una nueva línea de trabajo a los desarrollos que antes ofrecían, que era sólo en software privativo, pero otras trabajan en forma exclusiva con GNU/Linux, por considerar al sistema operativo alternativo como más seguro y confiable.
Con esa base, el Libro Blanco funciona como una suerte de guía abierta: no cobra un centavo por publicar a las empresas que así lo solicitan, y tampoco no privilegia a ninguna empresa sobre otra. Tampoco establece ningún requisito para figurar que no sea la “declaración jurada” de cada empresa de que brinda el servicio que dice brindar respetando la ética y las libertades que acompañan al software libre en todo el mundo.
Con todo, de las empresas que aparecen afincadas en la provincia, la mayoría son de Rosario y Santa Fe, pero el crecimiento de la oferta de servicios y desarrollo en software libre ya comenzó a avanzar hacia el interior y hoy registra presencias en ciudades como María Susana y, Sunchales. Pero quien creó y mantiene el proyecto, Martín Carr, opina que hay muchas más y que sólo es cuestión de tiempo para que se sumen a la página del Libro Blanco.