Sociedad

De la heroína al glifosato

Cosas que tenés que saber sobre Bayer y Monsanto

La sentencia en Estados Unidos contra Monsanto por no informar sobre los peligros para la salud del herbicida podría costar caro al grupo alemán que adquirió la multinacional


La multinacional Bayer se quedó con Monsanto, que al parecer responde al tipo de objetivos que mueve a la empresa alemana.

La sentencia del último viernes en Estados Unidos contra Monsanto por no haber informado sobre los peligros para la salud de su herbicida a base de glifosato podría costar caro al grupo alemán Bayer, que adquirió al gigante estadounidense por 63 mil millones de dólares.

A continuación se describen tres cosas que deben conocerse sobre estos dos grupos que poseen una reputación muy polémica que construyeron durante buena parte del siglo XX.

Agente Naranja y heroína

Monsanto fue fundado en 1901 en Saint-Louis, en Missouri, y produjo primero la sacarina, un potente edulcorante, y luego en los años 1940 se lanzó a la agroquímica.

Su defoliante llamado Agente Naranja, conocido por los mortíferos arcoíris que dibujaba en el cielo, fue utilizado como arma de destrucción masiva por el ejército estadounidense en la Guerra de Vietnam (1955 y 1975).

Su herbicida estrella y polémico, el Roundup, fue lanzado en 1976, y Monsanto presentó en los años 80 la primera célula de planta genéticamente modificada antes de especializarse en los Organismos Genéticamente Modificados (OGM).

El inventor de la aspirina

Bayer, fundada en Alemania en 1863, inventó la aspirina, pero también vendió heroína a principios del siglo XX, entonces utilizada como sustituto de la morfina, y como medicamento contra la tos.

Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Bayer formaba parte como su compatriota Basf del conglomerado químico IG Farben, tristemente célebre por haber suministrado a los nazis el Zyklon B utilizado en las cámaras de gas.

Monsatán

En tiempos en que la agricultura se prepara para alimentar una población mundial cada vez más numerosa, Bayer aspiraba –desde hacía largo tiempo– a hacerse del gigante estadounidense Monsanto y sus semillas OGM, capaces de resistir a los más potentes pesticidas.

Con el objetivo de evitar la hostilidad que provoca en el mundo la sola mención de Monsanto, Bayer decidió hacer desaparecer ese nombre luego de culminar su operación de compra a mediados de este año.

Llamada Monsatán o Mutando por sus detractores, la firma ha sido cuestionada tanto por los OGM como por los efectos del glifosato, principio activo del Roundup, objeto de estudios sobre su posible carácter cancerígeno.

El gobierno francés se comprometió a dejar de utilizar esta sustancia en unos tres años, en 2021, aunque sin incluir aún la prohibición en la ley.

La ONG Amigos de la Tierra rebautizó la fusión Bayer-Monsanto como “la boda del diablo”.

Cuatro mil demandas

La condena por parte de un tribunal de California contra Monsanto, que lo obliga a pagar casi 290 millones de dólares por daños a Dewayne Johnson, un jardinero estadounidense con cáncer tras la reiterada exposición al Roundup, podría sentar jurisprudencia.

Al menos cuatro mil casos similares están siendo procesados ante los tribunales estadounidenses.

Bayer no comunicó la envergadura de las provisiones financieras con las que cuenta para poder frenar las consecuencias jurídicas de su nueva adquisición: la polémica Monsanto.

Los analistas estiman que estos procesos podrían costarle a Bayer entre cinco mil y diez mil millones de dólares.

En 2001, Bayer sufrió un duro golpe en el mercado estadounidense por el retiro de su medicamento contra el colesterol Lipobay/Baycol, sospechoso de haber provocado la muerte de varios pacientes.

Los múltiples juicios le costaron al gigante alemán 4.200 millones de dólares (3.700 millones de euros).

La cuestión argentina

En 2004, el Comité Nacional de Ética en la Ciencia y la Tecnología, dependiente del ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, consideró que era inconveniente que la institución pública se asocie con empresas que “son objeto de cuestionamientos éticos por sus responsabilidades y acciones concretas en detrimento del bienestar general y el medioambiente”, concretamente en referencia a Monsanto. La multinacional tenía intenciones de otorgarle 30 mil dólares al mejor proyecto en el área de biotecnología y medio ambiente.

Si bien Monsanto argumenta que su soja Roundup Ready acabará por reducir el consumo de herbicidas, el uso generalizado de variedades de cultivos tolerantes a los herbicidas significa un aumento de la dependencia de los agricultores respecto del herbicida. Las malas hierbas que aparecen después de que el herbicida original se haya dispersado o degradado, se tratan a menudo con más aplicaciones de herbicida. Los posibles efectos ambientales y sanitarios de los cultivos tolerantes al Roundup no han sido investigados completamente; y mientras en varias provincias argentinas muchos productores agropecuarios que cultivan soja utilizan el Roundup en sus campos, la gestión de gobierno nacional anterior se oponía con argumentos firmes a su uso. Aun así, crecieron los reclamos existentes de campesinos afectados directamente por este químico contaminante. Por eso, luego de la cantidad de denuncias por contaminación, se rechazó oficialmente la tecnología Monsanto. Si se apuesta a la soberanía, es necesario que se pueda elegir qué tecnologías son las mejores para las comunidades argentinas, en lugar de que decidan entidades a las que es muy difícil pedir responsabilidades como Monsanto con la deliberada anuencia de los sectores concentrados del campo. Igual situación se vivió con la multinacional Bayer, cuyas influencias para obtener licencias para fabricar medicamentos que son observados en otros países fueron muy grandes en casi todos los gobiernos.

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