Especial 22 años

Diversidad y desigualdades

Contar una pandemia con lentes violetas


Hay una metáfora muy usada en los feminismos que dice que es necesario mirar la realidad con gafas violetas. Su origen está en El diario violeta de Carlota, un libro dirigido a un público adolescente escrito en 2001 por la catalana Gemma Lienas.

La invitación es a mirar el mundo a partir del cuestionamiento de los valores androcéntricos para ver las desigualdades entre varones, mujeres y diversidades sexuales. Pero, también, para pensar que los problemas sociales afectan de manera distinta a los diferentes géneros.

Algo que también se repite a la hora de usar esta metáfora es que una vez que se empieza a mirar la realidad desde un prisma feminista ya no hay vuelta atrás, no es posible pensar el mundo sin tener en cuenta la diversidad y las desigualdades que lo atraviesan.

La explosión de la pandemia de coronavirus mostró que, una vez más, los problemas sociales no pueden mirarse desde una sola perspectiva. Y, una vez más, las gafas violetas de periodismo feminista estuvieron ahí para contar cómo la pandemia afecta a mujeres, lesbianas, travestis, trans y personas no binarias.

Apenas comenzaron las medidas de aislamiento en todo el mundo, desde los feminismos alertaron sobre las consecuencias a las que había que prestar atención.

El primer factor sobre el que se puso foco fue la violencia de género. En Argentina, un país donde más del 60 por ciento de los femicidios son cometidos por parejas o ex parejas, la cuarentena podía representar un riesgo y era necesario reforzar todas las líneas de atención.

Por eso, entre las excepciones al aislamiento estuvo desde un comienzo poder salir de las casas para denunciar violencia machista y buscar ayuda. Sólo en las primeras semanas de cuarentena hubo un incremento del 30 por ciento en los llamados al 144.

Según el último relevamiento del Observatorio Ahora Que Si Nos Ven, en los primeros nueve meses del año se cometieron en Argentina 223 femicidios, 142 en aislamiento, y 189 niñxs quedaron huérfanxs. Con el mismo criterio puede pensarse a los casos de violencia y abuso sexual infantil y adolescente, delitos que en un 75 por ciento son cometidos por familiares.

O las discriminaciones y violencias contra niñxs y adolescentes del colectivo LGBTIQ+, que en el confinamiento corren más riesgo.

Informar una pandemia desde una mirada feminista

Otro de los temas que emergió como nunca antes fue el de los cuidados. El confinamiento en las casas y la suspensión de clases, mostraron que la frase “Eso que llaman amor es trabajo no remunerado”, de la italiana Silvia Federici, no es sólo una consigna.

Es una realidad de la mayoría de las mujeres del mundo, que dedican el triple de horas que los varones a tareas domésticas y de cuidado sin cobrar nada a cambio. En esa distribución desigual del tiempo se funda la desigualdad histórica entre géneros.

En Argentina, un estudio del ministerio de Economía mostró que el trabajo no remunerado representa casi el 16% del PBI y es el sector de la economía que más aporta, por encima de la industria y el comercio. La pandemia empeoró la situación: mientras la mayoría de los sectores de la economía cayó, el trabajo no remunerado subió al 21, 8% del PBI.

El tema de los cuidados fue uno de los más visibles en pandemia y se coló en el debate de la Ley de Teletrabajo, que fue redactada con perspectiva de género.

Los lentes violetas mostraron también cómo la pandemia afecta particularmente a las mujeres jóvenes, ya que una de cada cuatro está desocupada en la Argentina.

También pusieron en evidencia el rol central de las mujeres de los barrios populares, que paran la olla y ponen el cuerpo en comedores y merenderos.

Tampoco pasaron desapercibidas las trabajadoras sexuales, un colectivo al cual el sindicato Ammar tuvo que asistir con un fondo de emergencia propio por falta de políticas de reconocimiento.

El prisma feminista permitió también poner foco sobre el colectivo travesti-trans, el más golpeado de la sigla LGTBIQ+, que en pandemia quedó en una situación de extrema vulnerabilidad.

Informar una pandemia desde una mirada feminista es también dar visibilidad al riesgo que corren los derechos sexuales. Además de posponer el tratamiento de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, distintos organismos nacionales e internacionales advirtieron que por el coronavirus podía haber retrocesos en la salud sexual de mujeres y personas gestantes.

Según un estudio del Instituto Guttmacher, una disminución del 10 por ciento en el acceso a la atención por el impacto del covid-19 en los países de ingresos bajos y medios causaría tres millones de abortos en condiciones riesgosas, 15 millones de embarazos no deseados, 28 mil muertes de personas gestantes y 49 millones de personas tendrían insatisfechas sus necesidades en el acceso a los anticonceptivos.

Ponerse lentes violetas en contextos de mayor igualdad

La pandemia invitó también a buscar entre los titulares que hablan de problemas como pobreza, vivienda, alquileres o economía, siempre en masculino, y ponerles gafas violetas.

Un ejemplo de este ejercicio fue publicado en este diario. A partir del análisis de las encuestas nacionales hechas por asociaciones de inquilinxs pudimos informar que detrás de los resultados generales se escondían otros datos: en los primeros meses de cuarentena dos de cada tres madres solteras no pudieron pagar el alquiler, lo mismo que le pasó al 85 por ciento de las personas travestis y trans.

Una vez más, se trató de mirar las capas de la cotidianidad que los medios suelen contar de manera plana y androcéntrica.

Contar una pandemia con gafas violetas es pensar también en quienes hacen las noticias todos los días. El periodismo feminista viene siendo desde uno de los eslabones fundamentales en la visibilización de la agenda de mujeres lesbianas, travestis y trans.

Fue motor de la primera convocatoria de Ni Una Menos de 2015 y fue clave en la discusión del aborto legal de 2018. Pero los debates feministas no penetran de la misma manera en los espacios de trabajo: las mujeres son más del 60 por ciento de quienes estudian carreras de comunicación pero son apenas el 30 por ciento de lxs trabajadorxs de los medios.

Son también sólo el 24 por ciento de lxs afiliadxs en los gremios de comunicación. Y al mirar los puestos jerárquicos, casi el 80 por ciento de los medios está dirigidos por varones.

Esta pandemia fue el escenario en el que, por primera vez, los debates de representación justa en los medios de comunicación se institucionalizaron a través de dos proyectos de ley que buscan promover la paridad y el cupo laboral trans.

Hubo debates por zoom con más de 700 trabajadorxs de todo el país e, incluso, en provincias como Santa Fe hay propuestas legislativas locales. Porque no se trata sólo de ponerse lentes violetas sino de hacerlo en contextos de mayor igualdad.

 

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