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Conmoción en barrio Martin tras el crimen de comerciante

Por Ana Laura Píccolo.- Lo mataron de un tiro en la cabeza ayer por la mañana, apenas abrió las puertas del local, en ocasión de robo. Una cámara registró el momento en que dos encapuchados ingresaron al comercio y, poco después, huyeron.


El luto es una respuesta a la muerte. Una forma de expresar dolor ante el fallecimiento de un ser querido. Hoy, barrio Martin está de luto. Porque Jorge Eduardo Massín era el comerciante más antiguo de la zona donde supo ganarse el afecto de los vecinos por más de 20 años, al tiempo que construyó su empresa familiar. Una librería, más tarde minimarket, que atendía con dedicación junto con su esposa y su cuñada. Tenía 52 años, un hijo de 19 y una rutina estricta. A las siete en punto de ayer abrió su negocio. Quince minutos después un certero disparo en la cabeza le arrebató la vida. Sus atacantes, dos encapuchados que entraron con fines de robo, quedaron registrados en las cámaras de una vivienda cercana, en un crimen perpetrado a la luz del día, en pleno centro rosarino y a sólo cien metros de la seccional 1ª. La conmoción fue tal que, mientras los vecinos lloraban enfurecidos y denunciaban ser víctimas de una “zona liberada”, al lugar arribaron decenas de uniformados, entre los que estaban altas autoridades de la Policía santafesina.

“Mataron a una buena persona. A un buen vecino. A un ser con mucho corazón y generosidad”, dijo una de las vecinas agrupadas en la esquina de Juan Manuel de Rosas y Mendoza que esperaba con espanto que la Policía científica retirara el cuerpo. Sus palabras estaban en sintonía con el resto de los comerciantes de la zona que conocían a Jorge desde hacía décadas y no salían del asombro. “Era como mi hermano, como alguien de la familia. Lo conozco hace 13 años. Un tipo bueno. Una excelente persona. Siempre cuidándonos a todos”, dijo la dueña de una casa de lotería. “Una tristeza total. Era un muchacho que se hizo a pulmón. Vimos nacer a su hijo. El pibe ya tiene 19, hizo el primer año de la facultad”, expresó entre sollozos un vecino, al tiempo que una panadera agregó: “Era una persona bondadosa, educada. En invierno abría todos los días a las 6.30 porque atendía a los chicos de la escuela Ameghino, pero en verano a las siete. Todos los demás comercios abrimos a las ocho”, dijo otra comerciante. La dueña de la panadería del barrio, ubicada a pocos pasos del minimarket, sí abrió temprano y pasó por el local antes del brutal ataque. “Llevé un pedido poco después de las siete y no vi nada extraño. Pero cuando volví ya estaba la ambulancia del Sies y lo vi tirado al lado del mostrador. Era una persona buenísima”, dijo la mujer, dolorida y asustada porque había dejado a su hija sola durante el reparto: “Él estaba solo hasta las ocho que llegaba su cuñada y a las 10 su señora”, recordó. Mientras algunos decían que lo habían “estudiado”, porque los viernes era el reparto de cigarrillos y las tarjetas de colectivo, otros se inclinaban por un robo al azar con gran malicia. “Jorge era el tipo más limpio del mundo. Nunca le iba a negar nada a nadie. Y tenía una filosofía: cuando le iban a robar les daba todo para que se fueran lo antes posible. No hay derecho. Lo mataron porque se les cantó la gana”, concluyó un vecino.

Todavía no eran las 7.30 de ayer cuando un hombre fue a buscar una gaseosa al quiosco de Massín, donde se topó con una escena escalofriante. El comerciante yacía sin vida al costado del mostrador con abundante sangre en la cabeza. El cliente ocasional corrió hasta la seccional 1ª, ubicada a escasos cien metros, y dio aviso. La esquina se llenó de policías, vecinos, comerciantes y familiares de la víctima que se juntaron asombrados sin encontrar explicación a tan violenta muerte.

Entre los policías que se acercaron al lugar estaba el jefe de la seccional 1ª, el inspector de zona, el titular de Orden Público, el subjefe de Homicidios y quien está a cargo de la Policía de Santa Fe. Entre las tareas realizadas en la zona, buscaron con insistencia cámaras de seguridad, de comercios y viviendas, con el fin de obtener alguna filmación.

Fue dificultoso obtener registros fílmicos porque la mayoría de los negocios encienden las cámaras cuando abren, aunque dieron con uno que mostró parte de la secuencia. Una fuente policial confió que a las 7.15 se observa a dos encapuchados en la puerta del quiosco. Uno ingresó y el otro “hizo de campana”. Segundos después el que estaba afuera también entró para retirarse en conjunto momentos después. Para los investigadores, las imágenes confirman que el móvil del crimen fue un robo, aunque las capuchas no permitieron identificar los rostros de los atacantes. En el interior del comercio había poco desorden, una estantería caída y faltaban algunos billetes de cien, aunque no se ha determinado si se concretó el robo. En una caja oculta había unos 3.000 pesos.

Acusan zona “liberada”

La heladería ubicada en la misma ochava del crimen de ayer fue blanco, en la última semana, de dos atracos. “Poné que esto es zona liberada”, gritaban ayer los vecinos al denunciar asaltos y arrebatos de carteras y celulares que padecen. También mencionaron los robos reiterados en la puerta de La Gallega de Mendoza y Ayacucho y recordaron que el comerciante asesinado debió cerrar las cabinas telefónicas, cansado de los asaltos. Más de 300 vecinos decidieron mostrar su indignación a última hora de ayer cuando cortaron Juan Manuel de Rosas y Mendoza en reclamo ante hechos de inseguridad en el barrio. “Pagamos impuestos caros y esto es zona liberada”, era el grito generalizado de los habitantes, quienes marcharon hasta la seccional 1ª, donde fueron recibidos por el jefe, para puntualizar sus pedidos.

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