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Reflexiones

Con Valdés, el Vaticano queda casi en familia

Eduardo Valdés quedó a la espera del plácet del Estado del Vaticano para asumir como nuevo embajador, trámite previo al examen de títulos y antecedentes por parte de la comisión de Acuerdos del Senado.


Eduardo Valdés quedó a la espera del plácet del Estado del Vaticano para asumir como nuevo embajador, trámite previo al examen de títulos y antecedentes por parte de la comisión de Acuerdos del Senado. En el gobierno se descuenta la aprobación no sólo porque el oficialismo tiene los votos en esa Cámara, o porque Valdés no tiene resistencias políticas ni personales en la mayoría de las bancadas. Se espera esa aprobación porque no sólo ese tratamiento lo pide el Ejecutivo sino también el papa Francisco, el hombre con más poder de la Argentina y con quien nadie quiere tener una rencilla. El Vaticano suele, en realidad, nominar a los embajadores que mejor representan sus intereses en la Argentina, cuyos gobiernos suelen acomodarse a esos pedidos, que a veces imponen condiciones inusuales para la diplomacia convencional.

Eso explica que la embajada en el Vaticano parezca propiedad de etnias familiares que se prolongan a través del tiempo. El caso más conocido es el de la familia Estrada, que ha tenido embajadores a lo largo del siglo XX desde Ángel Estrada hasta Santiago de Estrada, que representó en el Vaticano al país bajo varios gobiernos (hoy es auditor de la ciudad de Buenos Aires en representación del macrismo).

El ejemplo actual lo da la familia Cafiero. Antonio, ex gobernador de Buenos Aires, fue designado en esa representación por el gobierno peronista de 1976 (no llegó a ejercer por el golpe militar). Juan Pablo, su hijo, es el embajador desde 2008 y cederá el testimonio a Valdés, que tiene una estrechísima relación con esa familia. Lo ha acompañado a Antonio en todas sus grandes faenas desde que compartieron bancas como constituyentes en la reforma constitucional de Santa Fe. Estuvo también junto a él en el último episodio político del veterano ex senador: promover la denuncia de que se habrían pagado sobornos en el Senado a cambio de la ley laboral enviada por Fernando de la Rúa. Eso no se demostró en la Justicia, pero en el momento de la denuncia la casa de los Cafiero en Lomas de San Isidro actuó como una usina de fabricaciones del peronismo para empujar contra el gobierno aliancista, para mortificación del saliente embajador en el Vaticano, que era funcionario de esa administración.

Si hay legado cafierista, está en el Instituto Juan Perón, que presidió hasta hace un año Antonio y que ahora pasó a cargo, en otra faena sucesoria, de Valdés.

Cafiero (h) regresó ayer al país para acompañar a su padre en el restablecimiento de su salud, pero fue uno de los primeros en conocer que será reemplazado por su amigo Valdés. Éste recibió la propuesta de regresar a la diplomacia en el viaje que compartió con la delegación argentina a Roma y Nueva York.

Ya al asumir Jorge Bergoglio como Papa, el gobierno revisó la designación de Cafiero en el puesto, pero un gesto del nuevo pontífice lo atornilló. Nadie en el gobierno quiere darle un disgusto al Santo Padre, con quien conversó Cristina de Kirchner en el último almuerzo en el Vaticano sobre este relevo. Nunca se sabrá si el cambio lo pidió el Papa o la presidenta.

El dato de la designación se guardó con cuidado, de manera de no despertar los demonios de la diplomacia profesional, que suele esmerilar a quienes suman cargos en la Cancillería sin ser de la carrera. Lo sabe Valdés, que ya fue antes víctima a finales de 2004 y cayó envuelto en llamas por el caso de la médica Hilda Molina, que se encadenó a las rejas de la embajada en La Habana y la factura la terminó pagando él.

Ese celo en vigilar la información se quebró en las últimas horas, pese a que hace dos semanas, en un reportaje que dio a radio Nacional, Valdés adelantó que en 15 días –más o menos ayer– iba a haber una noticia bomba sobre el Vaticano.

El nuevo embajador es un abogado que actúa en el grupo América y eso le da mucho roce internacional. De ese entorno trascendió a la prensa la designación que el martes confirmó el gobierno.

Valdés parece el embajador ideal para el papa Bergoglio; es un hombre pío, tiene los papeles en orden (Alberto Iribarne fue vetado por ser divorciado) y ha tenido una relación excelente con el pontífice desde que éste era arzobispo de Buenos Aires.

Comparten la amistad estrecha con Alicia Oliveira, abogada y defensora de víctimas de atrocidades militares, y juntos vencieron al ala antibergoglio. Fue cuando Oliveira subió al avión presidencial en el primer viaje al Vaticano después de defender a Bergoglio como protector de perseguidos políticos. Con esa señal los contradictores del nuevo Papa se llamaron, salvo alguna excepción, a silencio y se entregaron a un proceso de conversión que algún día será objeto de estudio.

A Valdés se le registra la primera actuación cerca de Bergoglio cuando se acercaba el 2000 e imaginó que la Iglesia debía incluir en sus documentos un capítulo que castigase a las multinacionales por reclamar flexibilidad laboral en los países emergentes. Le llevó al entonces arzobispo de Buenos Aires un proyecto. Bergoglio le indicó viajar al Vaticano, donde fue recibido por el propio Juan Pablo II, que a su vez le indicó que fuera a Ginebra a verlo al chileno Juan Somavía (entonces titular de la OIT).

La OIT y el Vaticano asumieron esa posición crítica que había urdido Valdés en su casa de Almagro.

La otra gran changa cerca de Bergoglio la cumplió Valdés con la causa Cromagnon, en la cual actuó como defensor oficioso de los padres de víctimas y como ariete de la destitución de Aníbal Ibarra. Valdés había sido funcionario y legislador del peronismo porteño y había sido víctima, como otros, de los dardos del entonces ex fiscal que pavimentó su acceso al poder con esas denuncias contra peronistas. El día que se escriba la historia de la caída de Ibarra habrá que consignar cómo aquellos peronistas víctimas de Ibarra forzados a convivir con él bajo el paraguas kirchnerista urdieron su derrumbe con visitas frecuentes al arzobispado. También deberá consignarse cómo Bergoglio desde su despacho en el Arzobispado señaló a Ibarra como un impío por haber promovido la muestra oficial de León Ferrari de obras consideradas blasfemas. Sin estos hilos de acción no se entiende la trama de la caída de de Ibarra, sostenido por el gobierno de Kirchner y con el 60 por ciento de opinión a favor en las encuestas.

Valdés también ha actuado en otras causas de penetrante aroma confesional, como defensor de víctimas del cura Julio Grassi, causa en la que actuó con igual énfasis y éxito que en la de Cromagnon.

Navegante de aguas profundas, Valdés es casi una política de Estado; tiene amigos en todos lados, ejerce una visibilidad en medios que envidian otros oficialistas y se ufana de producir política las 24 horas. Hasta ahora trabajó como promotor para el grupo América de la obra del túnel binacional por debajo del Cristo Redentor. La experiencia tunelera lo lleva ahora al Vaticano, sede de catacumbas, misterios y de intrigas capciosas y cabalísticas; un destino ideal para este experto como pocos en sutilezas y clericalidades.

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