Espectáculos

Con los vínculos en carne viva

Arturo Bonín habla de “Tarde”, la obra teatral de Fabián Saad con la que llega a Rosario, donde comparte el escenario con Daniela Catz, Silvia Daurat y el rosarino radicado en Buenos Aires Jorge Noguera, con dirección de Lorena Barutta


Los vínculos entre los seres humanos se materializan en formas diversas; muchas veces se resquebrajan en su inefable devenir y, otras tantas, ya heridos de muerte, no alcanzan los intentos ni las buenas intenciones para reconstruirlos. Víctor aguarda en una sala de espera novedades sobre el trasplante de riñón que debe afrontar su esposo. Lo acompaña su hermana, con quien mantiene una relación cercana y entrañable. Pero recibe también la inesperada visita de su padre, con el que tiene una relación distante, que remueve conflictos del pasado. Se filtran en ese contexto los recuerdos de una madre que estará presente (quizás demasiado) en esas huellas que ha dejado por su particular manera de querer; todo va camino hacia un final inesperado e impensado.
Acerca de si existe una forma adecuada de demostrar el amor, y si los secretos guardados durante mucho tiempo, indefectiblemente, en algún momento salen a la luz en el entorno familiar, discurre Tarde, obra teatral escrita por Fabián Saad, bajo la dirección de Lorena Barutta, con las actuaciones de Arturo Bonín, Daniela Catz, Silvia Daurat y el rosarino radicado en Buenos Aires Jorge Noguera, que este sábado, a las 21, ofrecerá una única función en la ciudad, en el teatro La Comedia (Mitre y Ricardone).
El talentoso y reconocido Arturo Bonín pone sobre sus espaldas al personaje del padre, singular, complejo, pero con el interés de recuperar algo de lo que dejó en el camino con ese hijo que espera en medio del dolor y la incertidumbre. “Lo que este padre busca es tratar de entender lo que pasó en otro momento; intenta articular algún tipo de acercamiento con su hijo pero lo hace torpemente, que es una característica muy particular de este padre; es un seductor que aplica su propia lógica y está acostumbrado a que las cosas se hagan a su manera y porque él quiere. Después se van descubriendo las distintas capas de esta relación y uno va entendiendo qué fue lo que pasó, una circunstancia que vuelve universal a este personaje porque es algo que tenemos todos los seres humanos”, adelantó Bonín en una charla que mantuvo con El Ciudadano.
“Esta es una obra que habla de algo universal como son los vínculos familiares y de lo que pasa muchas veces con la imposibilidad de llegar a acuerdos; no porque uno no quiera, como pasa con este padre tan particular, sino porque muchas veces uno no sabe cómo llegar a esos acuerdos, porque quizás aprendió con un librito que pertenecía a otra materia. La estructura de pensamiento suele llevar a las personas por determinados lugares que además le impiden entenderse con otros, por eso es tan interesante el planteo que hace con esta obra Fabián Saad, porque pone en jaque todo eso”, agregó el actor, de vasta trayectoria en cine, tevé y teatro, espacio en el que reconoce su origen.
Respecto de las cuestiones vinculadas con las elecciones de género e incluso con el matrimonio igualitario, el actor aseveró: “Está claro que aquí la cuestión de la homosexualidad del hijo es un detonante, porque lo que aparece es una lista de conflictos y problemas que tiene toda familia y ésta también los tiene; hay infinidad de cosas que aparecen como detonantes de los conflictos interpersonales en el contexto de una familia: son cosas que van quedando pendientes y casi siempre, lamentablemente, se llega tarde con la búsqueda de un acercamiento con el otro, más allá de las buenas intenciones de contener y de no lastimar, e independientemente de que se termine haciendo un daño y provocando un dolor inevitable; muchas veces, sin quererlo, perturbamos a las demás personas con nuestros comentarios, y en ese punto es donde hace hincapié este material”.

Un buen cierre

“Sin lugar a dudas me siento un privilegiado de poder decir este texto en este momento, cuando hace treinta años yo hice una película sobre la historia de amor entre dos hombres que fue muy combatida; ver el paso del tiempo y no como una idea de derrota o de llegar a la nada sino de reconocer el camino y verlo como algo positivo, algo que tiene un valor, me da una enorme alegría”, rememoró Bonín trayendo al presente la recordada película Otra historia de amor, de Américo Ortiz de Zárate, que contaba la historia de amor entre dos hombres y donde compartió rubro con Mario Pasik.
“Yo leí esta obra cuando me acercaron el texto –recordó–, y de inmediato sentí que debía hacerla porque tuve la certeza que actuar en esta obra cerraba algo interno que yo tenía pendiente; en su momento aposté, junto con un grupo de gente, por un proyecto como fue la película Otra historia de amor que fue muy boicoteado, incluso, por el propio medio. Yo estoy vinculado a la actuación desde la adolescencia; en todos esos años conocí parejas homosexuales hermosas, muy respetuosos uno del otro, incluso un ejemplo para muchos. Y verlos demonizados, en situaciones siniestras tocadas desde el cine o la televisión, verlos mal parodiados, siempre me generó mucho dolor, y por eso fue aquella película. Y ahora esta obra viene a cerrar aquello, porque en algún momento incluso se explicita en el texto de la obra qué pasaba hace 30 años con esta problemática y qué pasa ahora, donde las cosas están aceptadas y mejor entendidas y donde las personas del mismo sexo se pueden casar y tener una vida como todos. Y esta obra llega para confirmar que en aquel momento teníamos una mirada que era la correcta. Vivo este trabajo como una suerte de homenaje a Américo (Ortiz de Zárate, el director del film estrenado en junio de 1986), que ya no está con nosotros, porque pudimos empezar a dejar de condenar la sexualidad de las personas, que es algo absurdo”.

La opción por el teatro

Con Tarde, que se presenta los lunes en Timbre 4, uno de los más reconocidos espacios independientes de la escena porteña, Bonín, que en los últimos años recorrió distintos escenarios del país con La mujer justa, de Sandor Márai, dirigido por Hugo Urquijo y junto a Graciela Dufau, regresa a un espacio que dista de las coordenadas que rigen el teatro comercial, pero siente que regresa al lugar del actor. “El teatro es el espacio más verdadero que puede tener un actor; a este personaje, como a todos, le presto todo lo que tengo a mi alcance, todo lo que puedo dar, pero es verdad que el teatro nos permite a los actores, a través del riesgo que nos genera, mostrarnos más genuinos que en otros ámbitos. El cine es de los directores, la televisión es de los anunciantes, pero el teatro será siempre nuestro, de los actores, porque arriba del escenario es uno con todo lo que tiene, nadie podrá editar eso; en el teatro no hay cortes, no hay personajes que puedan desaparecer por el montaje final. El teatro es, también, un acto de fe porque estamos dentro de una ficción en la que el espectador viene a creer lo que le contamos; es un hecho vivo, como dice uno de los personajes de Shakespeare: «Sin me pinchan, sangro»”.

 

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