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Con la Trova Rosarina, Santa Fe se consagró en el Festival folclórico de Cosquín

La delegación oficial santafesina integrada por Juan Carlos Baglietto, Jorge Fandermole, Silvina Garré, Adrián Abonizio, Rubén Goldín y Fabián Gallardo interpretó un repertorio de clásicos en una velada atravesada por la emoción donde, entre otros artistas, se dieron cita el Cuarteto Karé y Soledad


Fotos: Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe
Especial desde Cosquín

Santa Fe dijo presente en Cosquín en la noche inaugural de la 59 edición del Festival Nacional de Folclore que tuvo lugar el último sábado en la localidad cordobesa del Valle de Punilla. Pero no es todo: Santa Fe se consolidó, además, como protagonista a través de sus artistas y grupos célebres, y de una delegación oficial integrada por músicos de la Trova Rosarina, una propuesta curatorial creada por el Ministerio de Innovación y Cultura que, como cada año, desde hace una década, volvió a apostar por llevarle al país una parte de su rico territorio histórico, poético y cultural.

Una velada de fuerte componente emotiva que comenzó pasadas las 22.30 con “Traigo un pueblo en mi voz”, el enorme homenaje a Mercedes Sosa que le brindaron exponentes de la música popular entre los que destacaron algunos santafesino como León Gieco y equipo de los sueños conformado por Víctor Heredia, Peteco Carabajal, Liliana Herrero, Julia Zenko, Teresa Parodi, Mónica Abraham, Nahuel Pennisi, Bruno Arias, La Bruja Salguero, Nadia Larcher, José Luis Aguirre, además de una orquesta y dos coros formados por un centenar de músicos bajo la dirección musical de Popi Spatocco. La Negra Sosa vibró en el escenario en una experiencias que los protagonistas, luego del concierto, resumieron como “extraordinaria” y que marcó el puntapié que configuró el devenir de la gala inaugural atravesada por la memoria, la fraternidad, las bondades y las luchas.

Que tuvo en la Trova la concreción de una postal de provincia vuelta a recostar sobre el riesgo entendiendo que, más allá del pasado, la puesta también apelaba al factor temporal, para presentar a un movimiento nacido en los 80 pero cuyos mensajes siguen reformulando los presentes individuales y colectivos, despertando conciencias en nuevas generaciones de ciudadanos.

Un espectáculo que puso en jaque el tiempo entendiendo que lo que allí estaba ocurriendo –que sin duda era histórico– constituía, además, presente y servía para celebrar (y defender) la democracia: “La Trova canta la democracia 35 años”, fue el contundente eslogan provincial, en tiempos en que el continente y el mundo sufren los peligrosos embates destituyentes que ponen en vilo las jóvenes democracias con peligrosos debilitamientos del estado de derecho.

Una noche en que el grupo rosarino Cuarteto Karé, premio revelación en la edición 2018 del Festival, se fue ovacionado del escenario Atahualpa Yupanqui. Y la santafesina Soledad Pastorutti le puso broche de oro a la primera luna, con una larga performance que incluyó clásicos y concluyó más allá del final de la transmisión televisiva, cerca de las 4 de la madrugada.

La velada comenzó con “Traigo un pueblo en mi voz”, un espectáculo construido desde el amor, único lugar posible para expresar el sentir de un canto que sirvió de expresión, testimonio y homenaje a Mercedes Sosa y a la música popular en general. Líricas inmortalizadas por la Negra como “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, “Los hermanos”, “Como pájaros en el aire”, “Como la cigarra”, “Gracias a la vida”, “Sólo le pido a Dios”, propusieron un trayecto mágico y poético que pasó por Fito Páez y Violeta Parra pero también por el repertorio de Atahualpa Yupanqui y la propia tucumana.

Con la emoción a flor de piel, el trayecto partió del recuerdo y llegó al presente. Porque ahí, como en la Trova Rosarina, está el valor de quienes logran trascender verdaderamente y ser fundamento del futuro más que pieza de museo.

Todo escenario es político

Lo político se manifestó con fuerza. La defensa de la democracia, lema que marcó la militancia cultural de Mercedes Sosa, no podía menos que encontrarse con las urgencias que marcaban el camino en que las canciones de la trova se expandían por el país mientras la dictadura prohibía la música en inglés. Esa defensa de la democracia que un numeroso grupo de artistas, entre ellos Liliana Herrero o Víctor Heredia, ambos presentes en esta gala, viene alertando cuando sale a la calle para denunciar que “La Patria está en peligro”.

Así, la delegación de Santa Fe asumió un rol central y propuso hablar también de la democracia como expresión artística, escenario donde la cultura es libertad y donde la historia se escribe en las calles, en las melodías, en los recuerdos, en el compromiso ciudadano que hace camino al andar.

“Todos tenemos que ser centinelas de la democracia”, se escuchó a la Negra Sosa en un audio que se reprodujo en toda la plaza Próspero Molina. Julia Zenco, con un pañuelo verde atado a su cintura, ponía sustento a la lucha en un gesto potente a los debates actuales. La Bruja Salguero bregó por “más mujeres en los escenarios” y Bruno Arias llamó a luchar por la verdad y para que “no (haya) más presos políticos en Argentina”, ante un aplauso cerrado de las 10 mil personas que colmaron el recinto.

Postales de provincia con la Trova rosarina

Al igual que en los últimos años, la provincia volvió a decir presente con una delegación especialmente preparada para mostrarle al país la riqueza de una tierra que late con ritmo e identidad propia. Eligió a la Trova Rosarina, exponente de una música que marcó a varias generaciones, retomando la exitosa experiencia que en 2016 la había llevado a presentar “Orgullo santafesino: de la trova a la cumbia”, con Jorge Fandermole como solitario exponente de aquel movimiento expansivo.

Tres años después Fandermole volvió pero con un ensamble encabezado por Juan Carlos Baglietto, Silvina Garré, Adrián Abonizio, Rubén Goldín y Fabián Gallardo y un repertorio de clásicos que marcaron un antes y un después en la historia de la música popular argentina y alumbraron con su poesía y canto la vida de las últimas décadas del país.

“Es un honor estar aquí”, dijo Baglietto al comenzar el show que nació pasada la medianoche y antes de interpretar “Era en abril” y “Yo vengo a ofrecer mi corazón”. Con las primeras estrofas de “Oración del Remanso” la Plaza colmó sus rincones con la textura del agua, bañada por el sol y la luna en la corriente del río Paraná. La tecnología tendió un puente imaginario acercando los colores en nítidas imágenes multiplicadas que se extendieron en lo alto de las pantallas en una puesta en escena mínima donde la música (y los músicos) fue la protagonista.

La grilla continuó con “Historia de Mate Cosido” y “La vida es una moneda”, y más tarde, más potente, con “El Témpano” y “Canto Versos” que llevó al público a levantarse de las butacas y ovacionar la actuación que derivó en un inesperado bis en homenaje a Ariel Ramírez con la canción “La tristecita”.

La Trova Rosarina son las canciones pero también los mensajes que no están acompañados de metáforas poéticas ni bellos sonidos. Son mensajes que son expresión de esa coherencia compartida con la que Chiqui González llevó y enclavó en pleno Valle de Punilla y de ahí a todo el país la bandera de una cultura que piensa y eleva las diferencias y lo heterogéneo como riqueza. Que crea movimiento. Reivindica la memoria y hace del pasado un punto de partida firme y necesario hacia el futuro.

Algo de la impronta de la trova, de su compromiso político y cultural, de su mensaje, de lo democrático, propone lo colectivo en tiempos de profunda individualidad. “En el pasado nos juntamos con la íntima necesidad de sobrevivir. Por eso estamos ahora tan contentos de formar parte de esta delegación” había dicho Juan Carlos Baglietto en la conferencia de prensa algunas horas antes del concierto.

Desde que se anunció la presentación en Cosquín mucho se escribió de la actuación de este sábado en términos de “rescate emotivo” con poco espacio para el presente. Sin percibir cuánto de aquella búsqueda política se expresa hoy en este gesto, en este encuentro marcado por el afecto.

En todos estos años en Cosquín, Santa Fe fue consistente con su verdad, con una forma de entender el valor primero de la cultura, mostrando su diversidad, historia, memoria y brindando oportunidades. La llegada a tierras cordobesas, como política de Estado, fue determinante y lo hizo con delegaciones oficiales que mostraron lo que muchas veces no fue necesariamente comercial.

Fue la coherencia, la honestidad, la no subestimación y la igualdad de oportunidades lo que hizo que hoy Cosquín necesite más de Santa Fe que a la inversa. “¿Cuál es la clave para que desde Santa Fe salgan tantos grandes músicos?”, preguntó un periodista mendocino en la conferencia de prensa: “No vamos a develar ese secreto”, bromeó la ministra González. Cosquín hoy encuentra en la cultura santafesina la legitimación y sustento donde se sostiene gran parte de su prestigio.

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