Voyeur es el que mira a otros en la intimidad y en eso encuentra el goce. Es por eso que los ojos del voyeur encierran cierta perversión, más allá de que algunas teorías sostienen que en mayor o menor medida hay un voyeur en cada ser humano. Apelando a esa lógica, el autor y director teatral local Damián Ciampechini creó el espectáculo Voyeur, una experiencia prohibida, espectáculo que desembarcará esta noche, a las 21, en el Salón Metropolitano (Intendente Lamas 610, Alto Rosario Shopping), donde seguirá en cartel mañana a las 20 y 22.30, y el domingo a las 21. De este modo, por primera vez, un elenco íntegramente rosarino se presentará en ese espacio. Se trata de una propuesta teatral con más de 30 artistas en escena y música en vivo, que plantea el desarrollo de seis historias narradas en simultáneo.
“Esta es una gran cooperativa de trabajo, porque tuve la suerte de encontrar otros treinta delirantes como yo que se sumaron a una idea que, lejos de lo que algunos piensan, aquí no hay un productor sino que este trabajo está armado con la lógica de cualquier otro que se ponga en una sala pequeña e independiente, con la diferencia que lleva un montaje descomunal. Reproducimos un edificio de tres pisos, con dos departamentos por piso, a los que le sacamos la pared del frente y es allí donde la gente se sienta a mirar; la obra nos interpela acerca de quiénes somos frente a la mirada del otro”, adelantó Ciampechini acerca del espectáculo en el que actúan Doris García, Alejandro Mustafá, Miguel Ángel Tessandori, Christian Valci, Víctor Ferrari, Christian Ledesma, Julio Chianeta, César Rovira, Ailén Dri, Rodrigo Osorio, Marianela Rodríguez, Alcides Zanella, Marisol Baer, Florencia Pascot, Gustavo Chinellato, Pablo Carnicelli, Fernando Alcaraz, María Eugenia Sosa, Sergio Massola, Florencia Parente, Viviana Artigas, Juana Novelli, Ricardo Pagliaro, Camilo Orlando, Sofía Roca y Darío Castañeda.
“Este es un espectáculo que invita al espectador a ser un voyeurista porque lo que se revela es esa intimidad de un edificio, con lo público y lo privado; es como espiar un mundo paralelo al que se conoce respecto de las historias que se tejen en torno a un edificio y sus habitantes”, expresó el director, que coincidió con la afirmación que sostiene que, en cierta forma, el espectador de teatro es un poco voyeur. “El espectador de teatro siempre es un poco voyeur porque hay un interés por la intimidad del otro, en ese mundo en el que conviven actores y espectadores; pero aquí la idea tiene también que ver con algo más real, con ese voyeur que en un punto somos todos los seres humanos. Y si bien el concepto de voyeur está teñido de cierta connotación sexual, aquí vamos también por otras cuestiones de la vida privada de los personajes: es espiar y ser partícipes de eso que está pasando supuestamente a solas”.
Apelando a cierto morbo en el espectador, en el espectáculo irrumpen la pasión, la violencia, la infidelidad, el amor, la amistad, el erotismo, la seducción y la muerte. “Abordamos la frontera entre lo público y lo privado a través de escenas que sirven para que nos preguntemos hasta qué punto mostramos ante los demás lo que verdaderamente somos. Siempre está esa idea de que mientras de un lado de la pared una pareja tiene un encuentro íntimo, del otro lado hay una viejita sola tomando un plato de sopa. La puesta en sí, en la que hay más de una tonelada y media de caños que son la estructura de los departamentos, tiene también como objetivo plantear esa diferencia que hay en la vida de una persona en el ámbito público y cuando atraviesa la puerta de su casa, y qué cosas nos modifican o nos condicionan. Son seis obras de teatro que se ven en paralelo y que se integran a una totalidad”, expresó.
Con asistencia general de Franco Bonino, Tatiana Ariza y Soledad Calatroni; fotografía, video y diseño de Javier Otaño, y la participación de los músicos Federico Mayuli, Germán Acuña y Sebastián González, el espectáculo suma un elenco ecléctico en el que aparecen algunas figuras del medio que no vienen de la actuación, como es el caso del cantante Alejandro Mustafá o el periodista deportivo Miguel Ángel Tessandori. “La lógica de estos personajes es la misma de la de todos. Por ejemplo: Miguel es un artista muy reconocido, alguien famoso, al que se lo muestra en su ámbito privado, en el interior de su casa. Y entiendo que es gente del medio con una carrera importante que se suma porque cree en el producto, apuesta a la par mía. Y, por otro lado, está claro que es gente que convoca público: yo no comparto el hecho de hacer teatro sólo para la familia y los amigos. Creo que hay un momento en el que uno se la tiene que jugar con lo que tiene y con lo que lo rodea, sin esperar todo el tiempo que sea sólo el Estado el que financie tus propuestas artísticas”.