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Ocultamientos

Cómo se actualizan las historias de conventos

Otro momento y lugar, pero conectado: en el Convento de Santa Clara, en la hoy ciudad de Sucre, también se ocultaron bienes.


“El capitán José María Paz en el convento de Las Claras”, de Félix Molina Téllez, es el último cuento de una saga de tres que tienen por espacio de desarrollo la antigua ciudad de Chuquisaca en el Alto Perú, hoy Sucre, capital constitucional de Bolivia. Su tiempo está situado en 1811, época de avance de la primera campaña a aquel territorio que lo fuera del Virreinato del Río de la Plata. El primer personaje de la narración será el entonces coronel Martín Rodríguez, a cargo del gobierno de la región que descargaba su ira dando golpes sobre la mesa por denuncias a soldados que confiscaban por su cuenta y arreglaban con los confiscados. Asunto que, sin que el cuento haga alusión, no deja duda de que la corrupción, a todo nivel, tiene vieja data.

Los confiscados del cuento –y en la realidad– eran los españoles realistas residentes en esa ciudad o cualquier ciudad bajo el dominio revolucionario. El coronel llama al capitán José María Paz para encomendarle una misión. Debe ir al convento de Las Claras con un indio que ha denunciado un trabajo de albañil para tapar fardos sin saber qué contenían. El trabajo realizado por el indio está desarrollado en el cuento anterior de la saga, titulado “El tapao de Santa Clara”, utilizando la denominación popular que un personaje de la narración así expresa. Los tapados eran bienes ocultos en esta época para evitar confiscación, pero el término deviene de los tesoros enterrados.

La orden dada a Paz se ampliaba con instrucciones y advertencias: debía investigar y confiscar, con aviso de que la madre abadesa era realista y muy astuta. El capitán fue muy bien recibido en el convento por la abadesa, a la que se sumaron otras monjas que departieron con los soldados. Pero Paz, ansioso de realizar su misión, requirió el ingreso. No pudo lograrlo en el momento por cuanto hubo que ir a buscar al capellán y esperar su llegada porque tenía las llaves del interior del convento. Esto es real, porque de las muchas clases de capellanes los había encargados de asistir a los monasterios femeninos.

Tras una dilatoria tertulia de monjas a las que se agregaron novicias y una cordobesa coterránea de Paz que captó con recuerdos de aquella tierra al joven capitán, el ingreso al interior del convento se demoró, dando tiempo a disimular la tapia construida por el indio. De hecho, la investigación no tuvo el efecto esperado y el cuento termina con una ironía del autor referente a la feminidad. Paz explica su versión en las memorias.

La relación de un hecho histórico con los de actualidad está dada por el convento, las monjas y la intención de “tapar” bienes ante los ojos de las autoridades. Pero es lógico que las situaciones difieran, principalmente, en que aquel ocultamiento era de bienes propios. Los mismos no se ocultaban por su origen sino por la situación bélica que los hacía botín de los revolucionarios, más allá de los principios de libertad e independencia que los llevaba a esas acciones.

Podemos plantearnos la duda de si lo tapado eran bienes propios, pero no tenemos pruebas y por lo tanto derecho a pensar de otra manera a la planteada. En cambio, aquí y ahora, que reina la paz, el motivo por el cual se intentaron ocultar bienes es por el origen. Podría darse por terminada la nota, pero la saga de cuentos, el autor, el convento de Chuquisaca y la orden de las monjas, ofrecen breves pero interesantes datos que es oportuno divulgar.

Esta serie de relatos fue publicada en los meses de mayo, junio y agosto de 1940 en el suplemento literario dominical de La Capital. Encuadran perfectamente en el estilo de literatura conocido como novela histórica por cuanto el tiempo y el espacio, –las coordenadas de la historia– son reales. También lo son los personajes y las confiscaciones, realizadas o fallidas. Pero no falta la ficción, que es de fácil observación en varios detalles.

Del primero de los cuentos de la saga no se hizo mención porque la relación con los siguientes es por el lugar, los personajes y el enfrentamiento político con los realistas que, aprovechando la coincidencia de ser un 25 de mayo, fecha de la celebración del Corpus Christi, intentaban omitir el festejo del primer aniversario de la Revolución. De allí que el título del primer cuento sea “Un 25 de Mayo en Chuquisaca”

El escritor Félix Molina Téllez fue un inmigrante español radicado originalmente en Santiago del Estero que produjo su obra literaria en Santa Fe, Rosario y Buenos Aires. Autor de libros, cuentos y artículos sobre sus estudios de folklore y americanismo, suma a su intelecto una ágil narrativa en prosa y en verso que permite calificarlo también de poeta. En Rosario residió por una década con gran producción literaria, pero rara vez se lo recuerda. Terminó su carrera y su vida en Buenos Aires, suicidándose en 1950.

El Convento de Santa Clara, edificado en el siglo XVII, es una reliquia tanto de carácter religioso como arquitectónico y es sitio turístico de la ciudad de Sucre. El edificio se revalorizó y amplió al público parte de su claustro en 2012 debido al hallazgo de pinturas murales debajo de una capa de cal en paredes del piso alto y en planta baja. Las monjas de los relatos son franciscanas pertenecientes a la Segunda Orden de San Francisco de Asís, que es la femenina y tiene tres ramas: las del tema son Hermanas Clarisas Pobres, orden fundada por Santa Clara de Asís y San Francisco. Fin.

 

* Licenciado en Historia. UNR. Miembro de la Junta de Historia de Rosario

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