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Culex y Aedes: mitos y verdades

Cómo controlar los mosquitos molestos y los peligrosos: hábitos, lo que sirve y lo que no

Los especialistas coinciden en que las fumigaciones son un complemento del control de población de estos insectos, tienen eficacia relativa y riesgos. Hay que apuntar a los huevos, explican, combatiendo los criaderos. La notable adaptación del vector del dengue y otras virosis


El género Culex (mosquito común) a la izquierda, y el Aedes aegypti a la derecha.

Molestos unos, peligrosos otros, los mosquitos son un tema recurrente en Rosario. Hay unos 240 géneros registrados en el país, el más común de las cuales es el Culex y el de mayor riesgo, uno de los Aedes, el de la especie aegypti, que es vector del dengue, el zika y la chikungunya. Cuando acechan las picaduras o aumentan los casos de esas enfermedades virales, se reinician los reclamos y la discusión sobre cómo reducir las poblaciones de estos insectos. Pedidos de fumigaciones masivas y recomendaciones de descacharrados se suceden entonces, pero no siempre en base a información rigurosa sobre el cómo y la eficacia de esos métodos de control y prevención.

¿Cuándo proliferan los mosquitos en la ciudad? Carlos Tasinato, a cargo de la Dirección de Vectores de la Municipalidad, explicó que todas las especies tienen alta dependencia de las condiciones ambientales. De la temperatura en primer lugar y de la humedad en segundo. Necesitan tiempo cálido porque no pueden regular la temperatura corporal, pero no en exceso: por encima de los 30 grados encuentran un hábitat crecientemente hostil. También requieren agua para la deposición y eclosión de los huevos, y el desarrollo de las larvas. Por todo eso, el mayor de los picos poblacionales se da desde comienzo de la primavera hasta diciembre. El segundo, desde los estertores del verano hasta las primeras semanas del otoño, cuando el termómetro no desciende tanto y hay una nueva temporada de lluvias. El cambio climático contribuye, además, a estirar esos períodos. Siempre que no haya sequía.

Erradicar los mosquitos es imposible porque están presentes en casi todo el planeta. Además, sus hábitats propicios se extienden al compás del calentamiento global. Eso ocurre en particular con el temido Aedes aegypti, que desde África migró a zonas tropicales y subtropicales de otras geografías. Y allí se hizo fuerte en los ámbitos urbanos. Las estrategias de control poblacional son variadas, pero ninguna es contundente.

Estos insectos tienen una vida corta, de entre 7 y 20 días, con amplia variación según las especies y las condiciones ambientales. La que pica es la hembra, pero no es hematófaga: la sangre la necesita para nutrir sus huevos, no para alimentarse. La dieta de estos insectos está compuesta en cambio por savia, néctar y sustancias azucaradas. Son, como las abejas aunque en menor medida, agentes polinizadores.

El mosquito pasa por cuatro etapas de desarrollo: huevo, larva, pupa y adulto. Guillermo Montero, ingeniero agrónomo de la UNR, docente e investigador en la cátedra de Zoología de la Facultad de Ciencias Agrarias, explicó que la fase más larga es la primera, y es en la que son más eficaces las estrategias de control: la eliminación de los criaderos.

 

Fumigaciones, un recurso no tan eficaz y con riesgos

 

Frente a los reclamos de fumigaciones más periódicas y sobre grandes superficies, tanto el Ministerio de Salud de Nación como Montero y Tasinato aclaran malentendidos. El rociado con insecticidas solo mata a larvas y adultos de mosquitos, y eso durante el contacto directo. Pero no tiene efecto sobre los huevos.

El funcionario municipal resaltó que, además, si se dispersan biocidas a discreción, por ejemplo en parques, se corre el riesgo de eliminar especies de insectos benéficos y alterar el equilibrio ecológico. Otro peligro: que la exposición crónica del mosquito a esas sustancias termine por inducir resistencia en las nuevas generaciones, con un resultado contrario al deseado a mediano plazo.

El Grupo de Investigadores sobre Mosquitos en Argentina (Gima) destaca en su página web que “fumigar implica esparcir un veneno para matar organismos, en este caso mosquitos”, y que ese veneno “puede afectar la salud, sobre todo, las de personas con problemas respiratorios o alérgicos, niños y ancianos”. Agrega que al fumigar no se mata a todos los mosquitos en el área. Los que sobreviven se siguen reproduciendo “y su descendencia será cada vez más resistente”. Y ello, como alertó Tasinato, “obliga a tener que utilizar cada vez dosis mayores de insecticida o venenos más potentes, que también son más tóxicos para los humanos y el medio ambiente”.

El director de Vectores explicó que desde la Municipalidad se recurre a fumigaciones focalizadas. Para eso, en el caso del Aedes, se ayudan con la colocación de las llamadas ovitrampas: recipientes tentadores para que las hembras depositen los huevos. Se colocan para así mapear, en forma aproximada, dónde y en qué momentos se producen las mayores concentraciones del vector para guiar a los equipos de trabajo. Tasinato insistió: la fumigación es un método complementario.

 

¿Y entonces?

 

El encargado de Control de Vectores apela a los métodos convencionales de autocuidado para minimizar la probabilidad de picaduras, de todas las especies. Con el uso de repelentes en espacios abiertos y en los interiores, con espirales, tabletas y, de ser posible, colocación de tejidos mosquiteros en las aberturas de las viviendas. En última instancia, el rociado con precaución de insecticidas en aerosol, pero a una altura menor al metro y medio, en especial debajo de muebles como sillas o mesas.

Todo lo anterior es para alejar o matar al insecto adulto. Está bien, pero el mayor problema se encuentra antes.

 

Apuntar a los huevos

 

Todos los especialistas coinciden en que el método más eficaz para controlar la población de mosquitos es restringirles los sitios donde ponen los huevos y se desarrollan las larvas.

Los huevos son depositados en ambientes acuáticos estancados, preferentemente limpios pero no solo, porque requieren humedad para eclosionar. Las larvas también se desarrollan en el agua. Pero hay diferencias entre los mosquitos comunes y los Aedes.

Tasinato explicó que la hembra del género Culex deposita gran cantidad de huevos sobre la superficie del agua, incluso en espejos relativamente abiertos, como las zanjas. En cambio, la del Aedes los coloca en los bordes de recipientes pequeños “con registro de humedad” en los alrededores de las viviendas. Por eso, advirtió, no es suficiente volcar el agua de tachos, botellas, floreros, canaletas, o cambiarla en los bebederos de aves o mascotas: hay que “rasquetear” los bordes. Es que, si no están dados los niveles de temperatura y humedad para que nazcan las larvas, los huevos pueden permanecer hasta un año en espera. Son la “forma invernante capaz de tolerar las condiciones adversas del período frío”, resumió Montero.

Todas esas acciones se conocen como “descacharrado“. Es una responsabilidad individual pero sobre todo colectiva: de nada sirve que una familia se haga cargo si no lo hacen también las vecinas.

Tasinato recordó que, por eso, y por el alcance del vuelo, hace varios años se cambió el concepto sanitario de “patio limpio” por el de “manzana saludable”, y es esa la extensión que se tiene en cuenta para los cercos cuando se confirma un caso de infección.

Pero también hay falencias públicas. Basta observar, entre otras degradantes condiciones, cómo en los cementerios de Rosario las piletas y los floreros, por ejemplo, están huérfanos de esas acciones preventivas.

Es extendido el resumen de ese cuadro de situación en la frase según la cual el mosquito que infecta con dengue a una persona es el que ella misma crió. Es que el Aedes tiene un vuelo corto: típicamente unos 40 metros, aunque puede alcanzar los 100 e incluso más si no encuentra cerca su alimento. Y así, víctima y victimario de la transmisión pueden considerarse “familia”.

¿Donde está la responsabilidad? “Los mosquitos, o por lo menos aquellos que transmiten patógenos y que conviven con nosotros cotidianamente, no pasan los virus a su descendencia. La hembra que está infectada deposita huevos sanos, por lo que las larvas que nacen después de la eclosión no están infectadas, y el adulto que emerja tampoco lo estará”. Lo dejó en claro Marina Stein, doctora en Biología, entomóloga, investigadora del Conicet e integrante del Gima.

“El mosquito nace sano, se infecta cuando pica personas enfermas”, reforzó Tasinato. A partir de ahí, cuando ya carga con el virus “chupado” de un humano y pica a otro, es que transmite la enfermedad.

Aedes aegypti: sorprendente adaptación

El Aedes aegypti extendió su hábitat, se “especializó” en los ámbitos urbanos y, específicamente, en los hogareños. Es que allí encuentra los criaderos ideales.

Montero añadió que en las ciudades no enfrenta, como en las zonas rurales, un control natural de su población, porque no tiene allí predadores de peso.

En las casas tiene lo que necesita: recipientes con agua estancada para reproducirse y “víctimas” para nutrir sus huevos. Y todo eso, al alcance de su corto vuelo. En palabras más difíciles, Tasinato dijo que es un género intradomiciliario y antropofílico.

Tasinato destacó una sorprendente capacidad de adaptación de este género originario de África. Las hembras desarrollaron un método para minimizar las mortales “palamadas”: en vez de picar como lo hace el mosquito común, hasta colmar la necesidad de sangre, lo hacen en etapas, en cinco o seis veces, con lo que están menos tiempo posados en la piel y corren menos riesgo de morir aplastadas por su irritada víctima humana.

 

Cómo diferenciar el Aedes del mosquito común

Montero explicó que, sobre todo por el tamaño, es difícil a simple vista. Sin embargo, con un poco de atención, al transmisor del dengue se lo puede identificar por las franjas de color blanco en las articulaciones de sus patas, y las que tiene en el lomo, además de un color marrón más oscuro.

Sus hábitos son también distintos, explicó Tasinato: la hembra del Culex centra su actividad en la noche, mientras que la del Aedes pica cuando hay claridad, durante las primeras horas de la mañana y al final de la tarde. “Durante el día o cuando estén las luces encendidas por la noche. Nos tiene que ver para picarnos“, completó Nicolás Schweigmann, investigador del Conicet, director del Grupo de Estudios de Mosquitos de la UBA y miembro del Gima.

La bióloga Stein agregó que “se lo reconoce porque tiene un vuelo muy característico, como errante, como si estuviera saltando en el aire”.

 

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