Espectáculos

“Cock”, entre el deseo y la felicidad

La obra  del inglés Mike Barlett, que el fin de semana pasó por La Comedia, se cimienta en elocuentes actuaciones de Juan Gil Navarro, Eleonora Wexler, Diego Velázquez y Jorge D’Elía, y en la sabia mirada del adaptador y director Daniel Veronese.


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Por Miguel Passarini

“Sos un arroyo y yo necesitaba un río”. “El amor es más que el sexo”. “Estamos en un ring y yo no me había dado cuenta”.  “No son las mujeres, soy yo”. Así, con cuestionamientos efervescentes y respuestas lapidarias, a través de las cuales la incorrección y la ironía ponen en acción los mecanismos más perversos pero verdaderos de los vínculos, y tomando como disparador un humor que va de lo sutil a lo irreverente, se revelan las marcas que caracterizan el (los) conflicto de Cock, obra teatral del autor inglés Mike Barlett (Love, Love, Love, Artefacts, My Child) que, en versión y dirección de Daniel Verenose, y con las actuaciones de Juan Gil Navarro, Eleonora Wexler, Diego Velázquez y Jorge D’Elía, pasó viernes y sábado por el teatro municipal La Comedia.
Un pareja gay de siete años de convivencia, construida en base al afecto y al deseo pero con algunas contradicciones, ve cómo el sueño de un tiempo compartido hacia la “eternidad” se resquebraja frente al hecho de que uno de los dos, Juan (Gil Navarro), conoce en la calle a una mujer (Wexler) que le despierta no sólo una supuesta “heterosexualidad” reprimida sino cierta admiración que no siente por su pareja hombre.
Sin poder decidir entre semejante contradicción, en medio de una serie de idas y vueltas que opacan aún más el horizonte de cada uno de los personajes involucrados, la situación desemboca en un encuentro que une a los tres en una cena informal a la que se suma el padre del abandonado (D’Elía).
En el marco de una moderna puesta en escena que, como suele pasar, no llegó a la ciudad en su formato original (piso y sinfín blanco que, con proyecciones de fondo, acentuaban la coloratura del conflicto), la versión argentina de Cock se cimienta en las sugerentes presencias de Gil Navarro (en reemplazo de Leonardo Sbaraglia, quien la estrenó) y en el inusual y contundente desempeño de Diego Velásquez, reciente ganador del Florencio Sánchez por este trabajo, quien aporta en todo momento la incertidumbre, las dudas y las contradicciones a las que lo somete el conflicto de una familia (la suya) que transita una mutación por lo menos atípica.
El texto de Barlett, dramaturgo brillante que entrelaza cuestiones existencialistas con otras domésticas, con momentos descollantes, elige, en ciernes, la problemática de las elecciones sexuales para hablar de otra cosa, algo que sabiamente potencia Veronese, quien de este modo confirma su enorme caudal como director de actores. Por la tangente y por fuera del conflicto habitual, la pieza plantea a qué lugar puede conducir la duda o la confusión y qué consecuencias puede generar en los afectos eso que no se elige ni se desea, pero que de pronto aparece.
Pero además, y como siempre, el teatro se revela como una caja de resonancia del mundo real: el planteo dramático deja entrever un nuevo modo de constitución familiar que no se ata a las normas o a las tradiciones (padre, madre y futuros hijos), pero que se vuelve igualmente válido, frente a un pasado (el padre) que sigue dejando afuera algunas cosas y no aceptando del todo otras. Todo, en el marco de una relación que, más allá del amor, se completa con la presencia de alguien que llega de afuera, abrevando, esa nueva “familia”, en una instancia fruto de la ruptura del límite de los propios prejuicios frente a lo que la sociedad entiende como “identidad” y “elección sexual”, tratando, todos, de acomodarse entre el deseo y la felicidad.