País

Pionera de media tonelada

Clementina, la primera computadora que operó en la Argentina, cumple 61 años de su puesta en marcha

Con sus válvulas de vacío y diodos de germanio, fue el símbolo de un proyecto científico y tecnológico con la mirada puesta en el bien social. Ya no quedan rastros de la misma. Femenino el nombre y mujer su primera programadora: Cecilia Berdichevsky


La bautizaron Clementina, un modelo Mercury de la empresa británica Ferranti, y fue la primera computadora que funcionó en la Argentina. Comenzó a operar el 15 de mayo de 1961 en el Pabellón I de la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Era un poco más grandes que las PC actuales: más precisamente, su volumen era 5 mil veces mayor al de las contemporáneas. Eran 14 gabinetes, necesarios para contener más de 5000 componentes activos (válvulas electrónicas de vacío y diodos de cristal de germanio) y memoria de núcleos magnéticos de 4 KWords (10 bits). Una habitación entera, más otra para los 5 racks de fuentes de poder. Ni rastros quedaron de esa pionera de media tonelada de peso que, entre otras cosas, procesó parte de los datos recolectados en el censo nacional de 1960.

No tenía monitor ni teclado. Originalmente, la entrada de instrucciones se hacía con un lector fotoeléctrico de cinta de papel perforado, similar a los usados por los teletipos, y los resultados se emitían por una perforadora de cinta a 30 caracteres por segundo. Después, sí, se le adaptó un lector de tarjetas perforadas de fabricación nacional. El lenguaje de programación era Mercury Autocode, especialmente desarrollado para el modelo. Pero sobre Clementina se creó el primer lenguaje de computación argentino: el COMIC.

Clementina fue mucho más que la primera computadora científica en el país: el símbolo de un proyecto que apuntaba a ser punta de lanza del desarrollo científico-tecnológico nacional pero no cualquiera, sino con el foco en el servicio a la sociedad. El porqué del nombreremite a que, al finalizar un cálculo, la máquina ejecutaba un sonido con los acordes de la canción “Oh My Darling’ Clementine”.

 

Sadosky y la primera programadora
Cecilia Berdichevsky, nacida en Polonia y nacionalizada argentina, fue la primera programadora de Clementina.

 

Su llegada al país se debe al científico Manuel Sadosky y un equipo que entre otros integraba el entonces decano de la Facultad de Exactas, Rolando García. Ellos impulsaron la licitación para la compra, que ganó la fábrica Ferranti de Manchester.

“Uno de los motivos por los cuales se decidieron por una computadora inglesa fue porque la Ferranti enviaba técnicos ingleses a colaborar en la puesta en marcha de la máquina, pero dejaban todo el know how (los conocimientos técnicos) en manos de los ingenieros argentinos, quienes después lograron innovar en equipos periféricos al tener ese saber”, contó a Télam Raúl Carnota, magíster en Epistemología e Historia de la Ciencia e investigador en historia de la informática.

La matemática Cecilia Berdichevsky, nacida en Polonia y nacionalizada argentina, fue la primera programadora de Clementina, tras capacitarse con su colega inglesa Cicely Popplewell, que trabajó con Alan Turing, y con el matemático español Ernesto García Camarero.

¿Qué emparenta a Clementina con una PC actual? “Hay una parte que se mantiene, y es la arquitectura interna conformada, por ejemplo, por un procesador central, memoria, input, output, almacenamiento. Pero sí hay una diferencia abismal en cómo se constituyen esos elementos”, explicó Carnota.

Hsta ahí las similitudes. La pionera pesaba 500 kilos, medía 18 metros de largo y necesitaba un gran equipo de refrigeración para disispar el calor de las válvulas. Y demoraba alrededor de dos horas para arrancar.

 

Nada de pendrives, ni siquiera discos magnéticos flexibles y menos una pantalla, teclado o ratón para ingresar los datos e instrucciones. “Era una tira de papel resistente de tres centímetros que tenía varios canales representados en líneas, sobre los cuales se podían perforar posiciones (o no-perforaciones). Esa cinta iba siendo leída por un artilugio que estaba en la entrada de la computadora, que era como si se iba comiendo a la cinta como un fideo, y a medida que iba leyendo esas filas de cinco posiciones las iba interpretando”, reseñó Carnota.

Lo más parecido a lo que hoy es común, completa el investigador, era un sistema alternativo: “Había una posibilidad de comandar y de introducir una serie de parámetros a través de un tablero, como un panel de llavecitas, alrededor de 30, que se podían combinar y constituían una forma de comandar con mayor detalle lo que hacía la computadora”.

Llegó a contar “con cuatro tambores magnéticos (eran sus discos rígidos, de 20K cada uno) con una cabeza que leía o grababa posiciones, parecido a los discos de vinilo y su púa. Algo más rústico de lo que después fueron los lectores ópticos”, completó.

A Clementina se la usó para distintos proyectos científicos y tecnológicos, en muchos casos para empresas estatales: estimaciones de distribución de combustibles para YPF, análisis de datos de radiación cósmica para el Departamento de Física de la UBA, y para realizar modelos econométricos, entre otras aplicaciones.

El rol de Clementina en el Censo de 1960

Ciertos procesamientos posteriores al censo de 1960 de cierta complejidad se pudieron hacer en Clementina”, recordó Carnota.

Una vez que se realizó el censo, en el ’61 y ’62 seguía habiendo necesidad de procesar cierto tipo de correlaciones, tarea que se le encargó al Instituto de Cálculo.

“El problema era que el censo había sido volcado a tarjetas perforadas y, en un principio, no fue factible hacerlo porque no había manera de convertir esas tarjetas en algo que Clementina pudiera leer”, señaló el investigador.

Entonces fue ahí cuando los “ingenieros argentinos generaron un agregado a la computadora con la posibilidad de convertir tarjetas en cintas de papel (que es lo que Clementina podía leer), o sea, hacer una conversión intermedia”, destacó.

Clementina: la cara de un proyecto de vanguardia científico-tecnológico

“Clementina, esa selva de circuitos valvulares de descomunal tamaño, era un símbolo del futuro, de un mundo dominado por procesos automáticos conducidos por ‘cerebros electrónicos’ que ya estaba en marcha. Pero con Clementina se puede ingresar de diversas formas a ese mundo. Y lo singular no estaba en la máquina sino en la política que Manuel Sadosky tenía para ella”, relató a Télam Carlos Borches, investigador del Programa de Historia de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA) y autor de publicaciones sobre la historia informática.

Y es que la máquina estaba instalada en el Instituto de Cálculo, donde convivió con la formación de Computadores Científicos “que tuvieron una formación más integral (que en otras experiencias de la región), un entrenamiento intelectual que les permitió adaptarse a los sucesivos cambios y ser ellos mismos innovadores”, remarcó.

“El Instituto de Cálculo formaba técnicos y asistía en la resolución de numerosos problemas de cálculo a empresas y grupos de investigación, pero así como no era meramente formadores de técnicos, tampoco era un sector de servicios de cálculo. En el plan de Sadosky todas esas experiencias podían ser puntas de lanza para investigaciones científicas dar respuesta a las demandas y al mismo tiempo generar ciencia de impacto nacional”, explicó Borches.

La gestión de la matemática Rebeca Cherep de Guber, nacida en 1926 en la provincia de Buenos Aires, fue fundamental para la concreción de proyectos del Instituto de Cálculo. En 1960 asumió al frente de la Secretaría Técnica de ese organismo y participó junto a Sadosky de la creación de la Carrera de “Computador Científico”, que tuvo numerosos graduados y graduadas.

“A mi juicio, celebrar la creación del Instituto de Cálculo es más que recordar la compra de una computadora, o la posterior creación de una carrera, es valorar la experiencia de la incorporación de una tecnología que estaba revolucionando el mundo de una forma activa”, enfatizó Borches.

¿Qué fue de Clementina?

Hay algunos mitos sobre Clementina, uno de ellos es que “fue golpeada por la policía en la Noche de los Bastones Largos y eso no fue así. La computadora siguió funcionando hasta 1971, momento en el cual no había prácticamente ni repuestos ni posibilidad de mantenerla”, explicó Carnota.

“No llegué a verla funcionando (nací unos años despues de la compra) pero a principios del siglo XXI pudimos recoger las piezas que daban vueltas por Exactas y armar algo acompañado por posters y fotos para que la comunidad de Exactas tuviera una aproximación de aquella experiencia”, relató Broches.

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