La moderna capital chilena de seis millones de habitantes hacía de tripas corazón ayer para superar el trauma del terremoto y rehacer su vida normal tras el cataclismo del sábado, de 8,8 grados en la escala de Richter, uno de los sismos más potentes jamás registrados, que dejó al menos 723 muertos y más de 300 desaparecidos.
Con las primeras luces del alba, la gente empezó a concurrir a sus empleos y ocupaciones en Santiago; incluso aquellos que ocupan edificios que encontraron con grietas en las paredes, pisos alfombrados de vidrios, artefactos rotos y teléfonos inútiles.
En tanto, una persona murió baleada durante el toque de queda que se instauró en la noche del domingo en la sureña ciudad chilena de Concepción, devastada por el sismo, señaló ayer el subsecretario de Gobierno, Patricio Rosende.
Al dar un balance de la situación de orden público, Rosende señaló que en Chiguayante (sector periférico de Concepción) “hubo algunos disparos; la fuerza policial tomó control de esa zona, hubo una persona fallecida pero no hubo saqueos a instalaciones comerciales ni a viviendas particulares”. Y agregó que hay más de un centenar detenidos por violar el toque de queda. Pero pese a la presencia de militares en las calles ayer a la madrugada hubo asaltos a supermercados en algunos barrios de la periferia de Santiago.
Mañana, a clases.
Alrededor de 1,5 millón de alumnos de todo el país estarán en condiciones de comenzar las clases mañana, anunció la ministra de Educación, Mónica Jiménez. “En las clases daremos contención emocional para la crisis. Nuestros profesores apoyarán a los niños y las familias”, dijo ayer la funcionaria.
El área céntrica de Santiago mostraba a primera vista un aspecto de normalidad, con los autobuses y el metro funcionando, los comercios y bancos abiertos, y los transeúntes adquiriendo bebidas y frutas en puestos callejeros. En el mercado financiero, la moneda chilena logró mantenerse estable, sin que haya repercutido el fenómeno natural, en tanto que la Bolsa de Comercio de Santiago abrió en baja, pero reducía pérdidas al cierre.
Pero las imágenes de TV y reportes radiales sobre el toque de queda en Concepción, las montañas de escombros, los desaparecidos, el tsunami en el sur y el llanto de los sobrevivientes impedían a los santiaguinos evitar las sombras de tanto dolor.
Los equipos de socorro tratan de rescatar a las personas atrapadas entre los escombros en ciudades como Concepción, Talcauano, Curicó, San Javier, Linares y Talca, y espera la llegada de los primeros envíos de ayuda humanitaria internacional.
Saqueos y descontrol.
La situación más dramática se vive en las regiones de Maule y Bío Bío al sur de Santiago. Ayer se produjeron saqueos en supermercados de Quilicura y Conchalí, dos municipios de la Región Metropolitana de la capital chilena.
La policía tuvo que hacer disparos al aire para disuadir a las turbas que llegaron hasta los establecimientos para llevarse agua, alimentos y artículos de primera necesidad, aunque algunos también aprovecharon la confusión para robar electrodomésticos y equipos electrónicos.
Aunque la presidenta, Michelle Bachelet, decretó ayer el estado de excepción durante treinta días en esa zona –que incluye toque de queda incluso para los informadores– los actos de pillaje se extienden desde las ciudades hasta las zonas rurales, según los testimonios de numerosas personas.
La directora de la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi), Carmen Fernández, recomendó a quienes regresan hoy a sus lugares de trabajo que realicen inspecciones de los ascensores, las conexiones de gas y el sistema eléctrico.
En Concepción, la población todavía busca agua, alimentos y combustible. “Está lleno. Tienen agua, alimentos, pañales, leche. No dejan entrar. Hay carabineros”, dice un hombre frente a un supermercado de Concepción, saqueado una hora antes por habitantes en busca de provisiones, dos días después del sismo que sacudió Chile.
“Lo ideal sería que lo entregaran o lo vendieran al menos”, dice por su parte Carmen Norín, ama de casa de 42 años, mientras un carabinero (nombre que se da en Chile a la Policía) resguarda la entrada que tiene los vidrios rotos.
“Donde saquearon ayer, no hay nada. Saquearon todo en los supermercados, las farmacias, hasta los remedios para revenderlos”, cuenta una cajera de 55 años. “La municipalidad tiene un local con (efectivos del) Ejército para entregar agua y la Radio Biobío entrega remedios pero necesitamos de todo; pan, leche…”, agregó.