El Ciudadano Global

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Chile: regreso de la derecha y declive de la Concertación

Como es habitual desde hace varios años a lo largo del mundo occidental, las encuestadoras se equivocaron.


Cintia Pinillos

El domingo 17 de diciembre se desarrolló el ballotage que definió quién será el presidente por los próximos cuatro años en Chile. Sebastián Piñera, de la coalición de derecha Chile Vamos, triunfó sobre Alejandro Guillier, candidato por la Fuerza de la Mayoría, remozada versión de la Concertación, la coalición de centro izquierda que gobernó durante veinticuatro de los veintiocho años de la democracia recuperada en 1990.

Como es habitual desde hace varios años a lo largo del mundo occidental, las encuestadoras se equivocaron. Auguraron un final reñido, pero Piñera logró imponerse por nueve puntos de diferencia.

Las encuestas y los analistas políticos tampoco habían podido prever los resultados de la primera vuelta de noviembre. En esa elección, Piñera obtuvo menos votos de los esperados, y la nueva coalición ubicada a la izquierda de la Concertación, el Frente Amplio, superó los 20 puntos porcentuales, quedando a escaso margen de ingresar al ballotage.

El mes que separó ambas jornadas electorales, transcurrió entre los intentos infructuosos de Guillier por atraer a los votantes que habían apoyado a la nueva fuerza de izquierda en la primera vuelta, y los de Piñera por mostrarse como un candidato moderado, garantía de continuidad con responsabilidad.

Las fórmulas políticas moderadas son siempre atractivas en un país que ha abordado las transformaciones con una lentitud y una tibieza casi sin correlato en nuestra región. A la luz de los resultados, la estrategia de Piñera fue exitosa y lo depositará nuevamente en la presidencia.

Como en 2010, cuando se produjo la primera alternancia luego de la dictadura, el próximo 11 de marzo, Bachelet le entregará el poder a Piñera.

Ambos presidentes están habituados a sucederse desde hace 12 años, aunque este parece ser el último pase de banda presidencial que protagonizarán juntos en el Palacio de la Moneda.

Si bien Bachelet abandonará el poder con una imagen positiva mucho más modesta que hace ocho años, su consideración pública es significativa, y durante su segundo mandato logró impulsar un conjunto de medidas que permitieron avanzar en lo que buena parte de la sociedad chilena identificaba como deudas de la democracia, como el fin del lucro en la educación y el aborto en tres causales.

Durante su segundo mandato, Bachelet, cumpliendo otra de sus promesas de campaña, promovió la aprobación de la ley que terminó con el sistema electoral binominal, una de las herencias autoritarias más longevas. El sistema electoral binominal favoreció la concentración y el equilibrio de poderes en torno a las dos grandes coaliciones que emergieron luego de la dictadura, y dominaron el parlamento desde la recuperación democrática: la Concertación de centro izquierda, que nucleó un amplio espectro de partidos, desde la centrista Democracia Cristiana hasta el Partido Socialista, y que en las elecciones de 2013 logró incluir por primera vez al Partido Comunista; y la coalición de centro derecha, cuyos principales socios son la Unión Demócrata Independiente, partido históricamente más próximo al pinochetismo, y Renovación Nacional, partido del presidente electo, exponente de una derecha más moderada.

El fin del binominal es sin dudas una de las razones que podemos rastrear para comprender el presente y el futuro político de Chile.

El paso a un sistema proporcional contribuyó a que se dieran cambios significativos en el sistema de partidos.

El primer cambio fue que la Democracia Cristiana, uno de los artífices de la Concertación, jugó por primera vez desde las elecciones de 1989 por fuera de la alianza de centro izquierda.

El segundo, tal vez incluso más importante que el anterior, fue la llegada al Parlamento de nuevas fuerzas políticas, que transformarán el tradicional escenario de hegemonía de los dos bloques acostumbrados a concentrar el juego legislativo a lo largo de los años.

En este marco, el Frente Amplio, en su debut electoral, conquistó su objetivo principal, obtener una significativa representación parlamentaria, y se constituyó en la tercera fuerza en la Cámara de Diputados.

Así, la mayor fragmentación será la nota distintiva del nuevo Parlamento.

Finalmente, los resultados de las elecciones han afectado de manera desigual a los actores políticos principales del sistema de partidos.

Sin dudas, el triunfo de Piñera favorecerá la continuidad de la alianza de derecha.

Por su parte, el paso al rol de oposición de la antigua Concertación, debilitará su influencia política. A esto contribuirá tanto la escisión de la Democracia Cristiana, que sin dudas abrirá un juego legislativo independiente que en algunos trayectos del nuevo ciclo la acercará al oficialismo; como la presencia del Frente Amplio, como oposición por izquierda, que pasará a batallar desde sus bancas, y ya no exclusivamente en las calles.

El horizonte partidario chileno se presenta más abierto y complejo que en el pasado; y el regreso de la derecha a la presidencia va acompañado de un declive de la fórmula de la Concertación, emblema de la transición y la democracia.

(*) Docente-investigadora, Profesora de la Cátedra de Sistemas Políticos Comparados, Facultad de Ciencia Política y RRII, UNR