Crónicas

Freno al desenfreno

Charlie Watts, el baterista que “soportó” a los Rolling Stones cumplió 80 años

El batero señalado como uno de los tres más grandes del rock junto a Ringo Starr y John Bonham fue parte del andamiaje rítmico insustituible para que la banda británica fuera la más perdurable de la historia. Pero en sus 60 años con el grupo, su alergia a los excesos, lo enfrentó con sus compañeros


Junto a Ringo Starr y John Bonham, el baterista Charlie Watts está considerado como uno de los más grandes del rock según los críticos especializados de origen sajón. Es materia discutible porque a ese trío podrían agregarse por lo menos cinco o seis más de prédica internacional y los argentinos pelarían nombres como el de Pomo Lorenzo (Invisible), el recientemente fallecido y hombre de todos los ritmos, Rodolfo García (Almendra), el versátil Oscar Moro (Los Gatos, Serú Girán), el negro Black Amaya (Pappo’s Blues, Pescado Rabioso), por citar algunos de los más relevantes, que merecerían estar en el podio de los ilustres parcheros.

¿Cómo podría verse al batero de los Rolling Stones como uno de los mejores si su práctica como músico ha estado siempre sesgada por el resto del grupo? Es cierto, los bateristas suelen estar relegados a un tercero o cuarto plano en casi todas las bandas, aun en aquellas en las que suelen ser la voz principal, pero lo de Watts ha sido incluso más sintomático porque ni siquiera estuvo a la altura del desenfreno de star system del que hizo gala el resto de la banda.

Ha sido un hombre de vida apocada y hasta fue permanentemente observado con curiosidad por Jagger o Richards por sostener un vínculo sentimental desde hace más de cincuenta años y parar la mano con las drogas duras y el alcohol allá por los 80.

Pero, ¿es Charlie Watts un baterista que la rompe?, esa pregunta tiene una sola respuesta: sí, porque junto a Ringo Starr (el de perfil más disimulado entre los cuatro de Liverpool) ha demostrado ser parte del andamiaje rítmico insustituible para que The Rolling Stone fuera la banda de rock más perdurable de la historia, un irreemplazable como Jagger, Richards o Wood para cifrar la identidad más perdurable de la banda británica puesto que Brian Jones, Bill Wyman, Mick Taylor y hasta el tecladista Ian Stewart quedaron en el camino.

Sin embargo, es cierto también que ese “soporte” no fue solo musical.

Otros universos personales y enfáticos

Para comprobar la certificación de calidad de Watts habría que darse una vuelta por sus discos fuera de los Stones. En los noventa, cuando los Rolling pisoteaban escenarios sin descanso, Watts armó el Charlie Watts Quintet, grupo con el que grabó dos atendibles discos y donde la “bata” se luce adelante con una precisión casi exquisita en una frecuencia de jazz de admirable pureza.

Dio vida a Rocket 88 junto al mencionado Ian Stewart y Dick Morrissey, trío ajustado aunque de efímera duración pero en el que el rol de Watts destacaba; inventó un dúo junto al productor y baterista Jim Keltner, quien supo dar vuelo a los primeros discos de George Harrison; descolló con un singular proyecto de base boogie-woogie para el que contó con los tecladistas Axel Zwingenberger y Ben Waters, y tuvo igual protagonismo en la grabación de un concierto en vivo en la Danish Radio Concert Hall de Copenhague, Dinamarca diez años atrás.

En esas formaciones Watts puso de manifiesto que el toque de tambor al que estaba habituado tocando con las “majestades satánicas” podía también girar hacia otros universos, más personales y enfáticos con las rítmicas puestas en práctica.

Él mismo se ha declarado un ferviente admirador del saxofonista Charlie Parker y un entusiasta del jazz en general, tal vez desde que apenas salido de la adolescencia no se perdía ninguna de las sesiones que ofrecían los clubes de jazz londinenses.

Al mismo tiempo no le era ajeno el rhythm & blues y en 1961, cuando ya despuntaba con los palillos en agrupaciones barriales, el carismático cantante Alexis Korner, para muchos quien introdujo esa rítmica, lo convocó para integrar la Blues Incorporated, una agrupación señera de la época.

Un comienzo con asperezas

A los Rolling llegó de la mano de Brian Jones, que también integraba la Blues Incorporated, quien le presentó a Jagger y Richards, quienes habían ido a verlos tocar en el Club Ealing, en unos encuentros rockeros que el espacio programaba cada semana.

Sobre esa reunión inaugural se cuenta que hubo cierta aspereza porque a Watts no le cayó muy bien el cantante de la banda más famosa del mundo. Aludido por el mismo Watts en alguna ocasión pero con un tono distendido y hasta humorístico, dijo de ese encuentro: “Mick parecía ya considerarse una estrella y la verdad que para entonces nadie lo conocía, su forma de hablar del grupo que quería no daba mucho lugar para opinar y eso la verdad que no me cayó muy bien. En cambio, Keith me preguntaba todo el tiempo qué me parecía lo que se estaba planeando”.

Ya Jones les había detallado a Jagger y Richards la calidad del tempo utilizado por Watts en la formación que compartían y los convenció que no encontrarían otro baterista que se ajustara a lo que querían hacer sonar, donde había mucho de rhythm & blues, luego de que Tony Chapman, baterista original de Rolling Stones abandonara la banda.

Poco después la formación sería “descubierta” por el público en el célebre Marquee Club, en 1962, y un poco más tarde Andrew Loog Oldham la llevaba a grabar un par de temas que había escuchado en el Crawdaddy Club, en 1963, y a partir de allí Charlie Watts se subiría a todos los escenarios y sería parte de los sesenta discos grabados por la banda con más fans en el mundo.

Visiones diferentes

En ese largo camino, claro, pasaron muchísimas cosas. Algunas de las que se conocen tienen que ver justamente con la deriva que tuvo ese primer encuentro de Watts con sus compañeros.

Sobre todo en lo que atañe a los egos a veces insoportables de Jagger y Richards; con sus manías de traer chicas a los ensayos y entablar relaciones en presencia de todos; con sus despistes para ensayar cuando habían acordado y no un par de días después.

“Debo decir que siempre amé la banda y me sentí parte de ella, de otro modo creo que algunas cosas no las hubiese tolerado y no estoy hablando mal de nadie, es que con los chicos teníamos visiones diferentes sobre muchas cosas”, dijo una vez en una entrevista después de un concierto en Sacramento, California, en 1989.

Es ya famoso el episodio de cuando se trompeó con Jagger en un hotel de Amsterdam luego que Mick hubiera preguntado dónde estaba “su baterista”.

Con hidalguía, Watts le hizo frente a su adicción a la heroína y superó un cáncer de garganta que casi lo manda al otro lado, y mientras tanto nunca dejó de darle esos toques envolventes a su batería conjugando los riffs de Richards y permitiendo que Jagger moviera juguetonamente sus  caderas como ocurre en el ya clásico e inoxidable “Start Me Up”.

Hace un par de días, el 2 de junio, Watts cumplió 80 años, y el año próximo hará 60 que es el “gran” batero de los Rolling.

A esta altura resulta admirable que pueda haberse mantenido al margen de los excesos del grupo en todos los ámbitos sin abandonarlo.

Evidentemente es la vida que abrazó y en la cual parece sentirse muy a gusto. Junto a su eterna pareja suele vérselo montado a caballo por una zona rural de Dolton en el muy antiguo condado de Devon, Inglaterra.

 

 

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