A Independiente Rivadavia le ganó bien pero pensando en lo que vendrá quedó la sensación que a Central le falta fútbol. Marca mal, y ya no crea tanto peligro como antes. Un Manuel García perfecto en su penal y un Gonzalo Castillejos en el suyo le bastaron para sumar tres puntos vitales.
Central arrancó confundiendo presión con vértigo. Fue un tormento sin razón construido desde las individualidades. Como equipo, nada. Todos a cargar y chocar. Y con ese desprolijo marco de fondo, Medina mostraba el camino encarando a los rivales en el mano a mano.
Sin embargo, juntando volantes Independiente lo fue perturbando porque le quitó la pelota, y el medio canalla es una invitación a doblegarlo. Salvo Mozzo, quien se tira encima de sus centrales, el resto colabora poco para recuperar. Consecuencia: Central pasaba de atacar profundo por los costados a soportar en su última línea. Un partido mal jugado y loco, por su accionar.
Y en el medio Valentini para tomar del brazo a Velázquez, penal bien cobrado por Ceballos. Claro que Velázquez lo pateó como su hermana, y García atajó el tercero consecutivo. Increíble pero real. Aquella acción tan particular pareció revitalizar a Central, pero fue un espejismo. Siguió tan obstinado como errático, hasta que Biglieri, de tanto mirar a Medina, se animó en la individual, se tiró ante De Miranda y Ceballos le regaló un penal que Castillejos sí pateó como un hombre: fuerte, alto y a cobrar. Esa fue la diferencia en la primera etapa.
Nada cambió hasta el final. Un ida y vuelta difícil de comprender entre uno de los peores equipos, Independiente, y Central, pretendido candidato. La gente entendió que lo importante era ganar, y el resto poco importó. En definitiva es River y su irregularidad quien anima esta fiesta llamada Primera B Nacional.
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