Por una vez Central tuvo la paciencia que tantas veces se le reclamó. Después de un primer tiempo traumático, apareció Carrizo, quien aportó movilidad, guapeza para encarar y el gol que abrió el camino a la victoria. Segundo triunfo en serie, algo que no pasaba desde mayo. Vale disfrutarlo.
Gimnasia de Jujuy llegó a Rosario con un libreto perfectamente ensayado. Dos líneas de cuatro bien cerca del área y dos puntas que esperaban en el medio le permitieron a Central manejar la pelota en su campo.
Todo claro desde la visita. Todo confuso desde el Canalla, que pareció sorprenderse ante tan miserable planteo. A tal punto que de manera insólita, Caranta sacaba largo y a dividir y nadie apretaba arriba. Dos córners desperdiciados, dos tiros libres ejecutados sin ideas, un remate al medio de Méndez y una media vuelta de derecha de Lagos, que se fue a la tribuna; fue la triste producción que ofrecieron los dirigidos por Miguel Ángel Russo en la primera etapa.
El problema ya no era de Gimnasia, el mismo lo tenía Central para abrir un partido totalmente cerrado.
El ingreso de Carrizo le dio mayor movilidad al equipo de Russo. Y en los primeros veinte del complemento se lo vio a Central más cerca de Hoyos, aunque sin precisión. La idea de juego de Mario Gómez tuvo su corolario cuando a los 23 del segundo tiempo completó el tercer cambio sacando a sus tres amonestados.
Pero tanto pensar en poquito termina siendo un castigo. Y cuando Carrizo, por una vez, encontró un socio en Medina, definió a lo maestro y dio comienzo a otro partido. El Lobo no aguantó una mano y se le notó. Llegó el segundo de Toledo y la inmediata expulsión de Guzmán.
Ahora sí llegaba el momento para disfrutar, algo que el pueblo canalla tenía almacenado en el álbum de los recuerdos.
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