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Cayastá, donde empezó todo

Ochenta kilómetros al norte de la ciudad de Santa Fe, en la localidad de Cayastá, se encuentran las ruinas del asentamiento fundado por Juan de Garay el 15 de noviembre de 1573. Es un sitio de visita impostergable que ofrece la provincia con un variado menú de opciones para recorrer lugares que construyeron la identidad del país.

Las ruinas de Santa Fe la Vieja cuentan con el equipamiento y las comodidades necesarias que permiten disfrutarlas como parque arqueológico. El recorrido se inicia en una plazoleta que concentra diversas señas conmemorativas, como el busto del fundador Juan de Garay, el descubridor de las ruinas Agustín Zapata Gollán y el monolito que la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos emplazó cuando el sitio fue declarado lugar histórico.

Hacia el este de esa plazoleta se encuentra el casco central de la vieja ciudad. Allí se observan las ruinas de las construcciones primitivas. Unos metros más adelante se abre paso la Plaza de Armas, donde se encuentra enclavado un tronco que es réplica del original (éste fue desplazado ante la erosión del agua) que sirvió a Juan de Garay como rollo fundacional en 1573.

El tiempo y la naturaleza hicieron estragos sobre las construcciones. Así, por ejemplo, desapareció la manzana donde estaba ubicada la casa de Garay y la iglesia de Jesús. Tampoco quedan rastros de las iglesias Matriz y San Roque. Sin embargo, resistieron tres de las seis parroquias que existían entonces en Santa Fe: San Francisco, La Merced y Santo Domingo.

Tal vez el paseo más impactante sea la visita a la iglesia franciscana, en cuyo interior se encuentran los restos óseos de los vecinos que recibieron sepultura en ese lugar. Todo se conserva tal como fue dispuesto en su momento: los religiosos y sacerdotes con los pies hacia la puerta de entrada, en dirección al pueblo de los feligreses, y los civiles en posición inversa, con los pies hacia el altar.

Otro de los puntos de interés en las ruinas de Cayastá es el museo, un edificio de tres plantas donde se exhiben las principales piezas exhumadas por Zapata Gollán en 1949. El recorrido está dispuesto en orden cronológico y comienza con la muestra de elementos aborígenes precolombinos, y luego llega el turno de los objetos de los colonizadores españoles. En la planta superior del museo hay una ventana que deja ver un panorama imponente del predio con las islas de fondo.

La ubicación del primitivo emplazamiento se destacaba por los caracteres nítidos sobre el resto de la comarca, ya que se hallaba situada en una elevación del terreno. Sin embargo, los intereses comerciales, los ataques de los indios, y sobre todo, el avance del río, motivaron el traslado definitivo del asiento de la ciudad a otro lugar que asegurara mejor su futuro.

En realidad, probablemente ningún otro factor tuvo mayor peso en la decisión del traslado del asentamiento que las crecientes del río Paraná. Garay había tenido cuidado en levantar la ciudad al borde de una barranca que ni las mayores crecientes podían sobrepasar. Sin embargo, en épocas de creciente se desbordaban y colmaban las cañadas y tierras bajas que se extienden hacia el oeste.

El traslado de la ciudad requería previa autorización real. El 21 de abril de 1649, el procurador de la ciudad presentó al Cabildo una petición planteando el problema de la mudanza. Al año siguiente, el 16 de septiembre de 1650, el visitador general Andrés Garavito de León autorizó el traslado y el 5 de octubre del mismo año el Cabildo resolvió realizarlo. La aprobación real, en cambio, no se produjo sino hasta después de efectuada la mudanza, en 1670.

La antigua ciudad fue totalmente abandonada por sus pobladores en los primeros años de la década de 1660 y durante varios siglos quedó sujeta a la acción de los agentes naturales. Su emplazamiento y el territorio rural circundante no fueron ocupados durante el resto del período colonial. En 1868 en sus inmediaciones se fundó el pueblo de Cayastá, con inmigrantes de origen europeo y los terrenos de la primitiva ciudad fueron convertidos en tierras de labor.

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