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Caso Sarjanovic: 70 puñaladas, una larga agonía y dos condenas a perpetua

Para la Justicia Virginia Seguer y su madre Alicia Fernández con responsables de homicidio calificado por alevosía y codicia.

Virginia Carolina Seguer le debía mucho dinero a Diego Sarjavonic. No era el único acreedor, sí el más insistente. Ambos tenían una relación que excedía lo comercial pero aquel viernes de septiembre de 2015 Seguer debía entregarle 100 mil dólares. Eso nunca sucedió. Sarjavonic murió de 64 puñaladas en un departamento céntrico alquilado por Seguer. Sarjanovic estuvo tres días desaparecido, hasta que en la mañana del lunes lo encontraron asesinado en el departamento. Según los peritajes, agonizó entre 4 y 12 horas hasta su muerte.

Virginia Seguer y su madre Alicia Fernández fueron acusadas por el crimen. El juicio oral terminó ayer con condena. Por unanimidad el tribunal las encontró responsables de homicidio doblemente calificado por alevosía y codicia, y dictó la más alta sanción que fija el Código Penal: prisión perpetua. Es la primera causa por homicidio que llega a juicio por codicia en el nuevo sistema.

Diego y Virginia tenían un vínculo más allá de lo comercial. Ella tenía un emprendimiento textil con su madre que funcionaba a fuerza de inyecciones de plata que Diego y otros acreedores le daban a Seguer. La relación llegó al punto que las deudas de Virginia afectaron la situación económica del gerente de MC Catering. El hombre tenía libre manejo del dinero de la empresa e ingresaba cheques de la mujer para pagar proovedores. Pero esos cheques venían rebotados en más de una oportunidad. Actualmente la firma tiene 8 cheques, por un total de 240 mil pesos, rubricados por Seguer.

En el fallo los jueces dejaron consignado que cuando  sus esperanzas de conseguir el dinero adeudado se esfumaron, pensó en jugar al Quini o el Loto para salvarse mientras su madre rezaba pidiendo un milagro. La deuda era millonaria y ya no había excusas. El 4 de septiembre de 2015 tenía que devolver a Sarjanovic 100 mil dólares. Habían quedado en encontrarse en el banco Comafi pero ninguno llegó. A Diego no volvieron a verlo con vida.

El crimen

Para los jueces Gustavo Pérez de Urrechu, Delia Paliari y Patricia Bilotta, esa mañana se encontraron en el departamento de Moreno 511 piso 5°. Sólo ellos saben lo que pasó en el interior de la propiedad. En el juicio se reconstruyó una discusión por el incumplimiento. Virginia no tenía los 100 mil dólares que, a esa altura, también apremiaban a la víctima. Diego medía 1,86 metro y pesaba 104 kilos. Virginia tiene 1,60 metro de altura y 45 kilos. La reconstrucción integral estimó que la mujer contó con algún tipo de ventaja para neutralizar a la víctima. Según la autopsia tenía un golpe a la altura del mentón y la boca con un objeto romo. El tribunal estima que ese golpe fue certero y le disminuyó su capacidad de defensa. Un perito entendió que estaba sentado o acostado al momento del ataque.

Tras el golpe fue apuñalado unas 70 veces, refirió la forense. Todas las puñaladas se produjeron en vida: 15 en el cuello, 14 en la nuca, 6 en los hombros, 5 en el brazo derecho y 4 en el izquierdo. Otras 20 en el tórax y el abdomen y 4 en la zona lumbar. No había una lesión mortal ni se pudo determinar cuál fue la primera o la última. Todas ellas le produjeron una descompensación hemodinámica grave que lo llevaron a la muerte tras agonizar como mínimo 4 horas y como máximo 12, según los peritos. Las lesiones en los brazos y la mano son compatibles con heridas defensivas, pero su actitud defensa fue leve. No estaba alcoholizado.

La actitud posterior

Saguer llamó a su madre. Alicia Fernández estaba en el taller, dijo que su hija necesitaba ayuda y se fue. La portera le abrió el ingreso del edificio de calle Moreno al 500. Eran las 14.30, cuando llegó, y tomó la posta. Seguer salió del departamento, fue a buscar un arma que no encontró  y también se llegó al taller. Llamó a Matías Cura, el dueño de la firma donde trabajaba la víctima, para preguntar novedades de Sarjanovic. A esa altura, la familia y amigos ya lo buscaban. Se encontró con ellos en un bar de Pellegrini y negó haberlo visto. Declaró en la comisaría y volvió. El tribunal entiende que la actitud de ambas fue la de ocultar. Limpiaron el lugar, Seguer estuvo preguntando en los negocios si había cámaras y se disculpó por los ruidos del viernes a la noche.

El lunes a las 7 se allanó el departamento. Sarjanovic estaba tendido en el piso junto al pie del sommier. El colchón ya no estaba ahí. El cuerpo estaba vestido y completamente ensangrentado. Debajo de la cama se encontró un cuchillo tipo tramontina y nunca se halló el celular de la víctima.

El papel de la madre

Para los jueces la madre terminó de ejecutar lo que su hija había empezado. Se quedó con Sarjanovic agonizante hasta su muerte, sin prestarle auxilio ni llamar a la Policía. Mientras, la hija distraía a los familiares y amigos de la víctima. Ambas eran socias en el emprendimiento comercial y estaban acosadas por las deudas. Para los magistrados Seguer dejó la escena y Fernández se encargó de la situación cuando el homicidio estaba en plena ejecución. Se consumó con su intervención. Hay mensajes de texto entre ambas, que fueron recuperados, donde surge la participación activa de la mayor de las mujeres.

Alevoso y codicioso

Para el tribunal ambas mantuvieron a la víctima agonizando, sin prestarle ayuda y generaron un sufrimiento innecesario. El fallo dice que la codicia es “un apetito desordenado de riquezas”, que implica un beneficio que se da de una manera estable, permanente. Estaban en cesación de pagos, ya nadie creía en sus mentiras ni les prestaban dinero. Creyeron que eliminando al acreedor eliminaban la falta, refiere la sentencia. Los jueces descartaron la legítima defensa planteada por Seguer, no hubo signos de pelea en el departamento y las lesiones que tenía eran leves.

Ambas fueron condenadas por unanimidad a prisión perpetua. Para el tribunal las dos tuvieron la misma participación en el hecho: coautoras. Ahora enfrentan una pena máxima por el homicidio doblemente calificado, por alevosía y codicia.

Conocida la sentencia se escucharon gritos de la familia de Sarjanovic. El juez Pérez de Urrechu pidió orden. Finalizada la lectura los abrazos, llantos y sonrisas de satisfacción por la condena no se hicieron esperar. No faltaron aplausos para el fiscal y algún que otro reconocimiento a la labor del abogado querellante Fausto Irure, que no descartó una acción civil cuando quede firme la sentencia penal.

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