Ciudad

Cuestión de imagen

Casas de fotos se reconvierten al ritmo de la masividad digital

Fotolandia, Foto Lab y Triángulo Color, históricas firmas del ramo en la ciudad, resisten como pueden al final de un ciclo.


Desde antes del inicio mismo de la fotografía, las imágenes fueron testimonio gráfico. Los dibujos de un lancero mercenario, Ulrico Schmidl, son la primera –y única– aproximación a los pueblos de la región y sus costumbres originales, cuando la primera expedición española que remontó el río Paraná, la que seguía a Pedro de Mendoza, hizo contacto con ellos. Faltaban siglos todavía para que las “nuevas tecnologías” de entonces, en la década de 1820, alcanzaran las primeras imágenes de heliograbado y, por impresión de apellido, de daguerrotipo. Comenzaba a nacer la fotografía, que se expandiría por todo el mundo incluso con un valor –más de mil palabras– plasmando en papel la memoria, los momentos, las historias. ¿Hasta ahora?

Con los nuevos tiempos digitales y la red de redes casi global y cotidiana, Twitter, Facebook, Instagram y Flickr terminaron de devorar una tradición que ya la fotografía digital había puesto en cuestión: la foto en papel. Y mientras la tecnología avanza día a día, los negocios dedicados al rubro poco a poco van desapareciendo. Sin embargo, algunos de ellos lograron sobrevivir con el paso de los años, adaptándose a lo que demanda el mercado: manteniendo un “trato cordial” con el cliente y otros “saliendo derechos”, pero conservando sus rasgos distintivos en cuanto a la oferta del servicio disponible. El Ciudadano salió a recorrer los tres locales que hoy subsisten en la ciudad: Fotolandia, Foto Lab y Triángulo Color para conocer sus orígenes y cómo hacen para seguir manteniendo sus puertas abiertas.

Las historias

Eduardo es empleado desde hace más de 20 años de la casa de fotografías Fotolandia –que data desde hace 40 años y está ubicada en Entre Ríos 718–, y contó a este medio que el rubro ha cambiado a través de los años y tuvieron que ir adaptándose al avance de las nuevas tecnologías.

“Antes se revelaban muchos rollos porque la gente quería ver las fotos y no le quedaba otra que traerlos. Ahora las fotos las miran cada uno en su casa, dicen que van a hacer una copia o varias, pero finalmente no las traen”, explicó el empleado de Fotolandia.

Eduardo detalló que los clientes sí revelan son fotos familiares, de viajes, de bautismos, de cumpleaños, o los padres vienen a hacer alguna impresión porque necesitan alguna en particular para el colegio, o el club; y agregó que todavía hay personas que llevan a revelar el tradicional “rollo fotográfico”.

“Hay mucha gente mayor a quienes los hijos les prometen que les van a dar fotos de los nietos y nunca se las dan. Entonces sacan fotos con su antigua cámara de rollo y vienen a revelarlas. También vienen muchos chicos que estudian fotografía, y las primeras materias que cursan tienen que ser con fotos analógicas”, explicó el hombre.

Y advirtió: “Nosotros no trabajamos con profesionales y también tenemos un quiosco de revelado que la ventaja es que se puede llevar en el acto, esos clientes que realizan trámites o reclamos por una gotera o accidentes de autos”.

Andrea y Hernán hace casi 20 años que son dueños de la casa de fotografía Foto Lab, ubicada en San Lorenzo 1763. Son marido y mujer. Antes de abrir su propio negocio, ambos eran empleados de otro comercio del ramo, que hoy ya no está.

Hernán recuerda que hace varios años atrás había muchas casas de fotografía, pero hoy se pueden contar con los dedos de una mano. “Desde 2005 empezó a caer la venta. Sabemos que va a tener un fin. Nosotros no quisimos cambiar de rubro. Tenemos colegas que abrieron locales y tuvieron que cerrar, hasta con deudas, en los últimos cinco años”, y por eso el optimismo de que sigan de pie es relativo.

La mujer destacó que por ahora mantiene a su “clientela” –jardines de infantes, constructoras, escribanos y hasta con la oficina de migraciones que está a la vuelta de su local– porque prestan “muy buena atención”.

“Antes despachábamos a los clientes, ahora la atención se volvió personalizada. Hay clientes que se quedan hasta tres horas para elegir las fotos que quieren revelar. Antes traían un rollo, hoy traen un teléfono, una cámara digital, un pen drive, una tablet y hasta te envían las fotos por correo electrónico. Hace más de diez años todo terminaba en el rollo, ahora uno tiene que tener más insumos para recibir a los clientes”, explicó la mujer.

Además del revelado, la casa realiza tarjetería, ampliaciones y fotolibro –un álbum con diseño– que cuesta alrededor de 1.200 pesos y tiene aproximadamente 60 fotos de diferentes eventos como bautismos, cumpleaños, comuniones, viajes, entre otros.

Andrea contó que en épocas de vacas gordas, el negocio de la fotografía les dejó comprarse de todo: hasta el auto y su propia casa. Hoy no tienen resto para guardar, y advierten que el negocio es un “cuello de botella”.

“Muchas clientes se quejan de que los hijos tienen fotos en sus celulares de sus nietos y no se las dan a ellos. También hay muchos padres que tienen su primer hijo y reciben un buen caudal de fotos, pero el segundo ya no tiene la misma suerte. Otros hacen lo urgente, es decir, lo que le piden en el jardín”.

Y agregó: “También hay muchas personas que sólo tienen Facebook que vienen al local, abren su cuenta y descargan la foto que quieren llevarse, eso pasa tanto en los jóvenes y los adultos”.

En tanto, Miguel es dueño del local de Triángulo Color –ubicado en Corrientes 1935– desde hace 40 años, que fue pasando de generación en generación, y contó a este diario que siguen en pie de milagro.

“Esta firma empezó con un local, se expandió y llegó a tener hasta ocho sucursales, pero las nuevas tecnologías trajeron un retroceso en la demanda del público. A raíz de eso, la empresa se tuvo que ir acomodando a los nuevos tiempos y hoy cuenta con esta sucursal y otra en Esperanza, que está en el centro este de Santa Fe”, detalló.

El hombre explicó que uno de los secretos para mantener a los clientes es ofrecer calidad y seguir manteniendo un estilo, y admitió que los fotógrafos siguen yendo al negocio para realizar sus pedidos.

“Vendemos todo lo que está relacionado con la fotografía, hacemos ampliaciones y gigantografías, lo que el cliente necesite. También hacemos fotolibros, es un producto que está enfocado al mercado profesional de los fotógrafos donde se registran los eventos sociales como bodas, cumpleaños de 15. Un fotolibro de 30 hojas, en el que entran cerca de 150 fotos, sale alrededor de 3 mil pesos”, describió Miguel.

El dueño del local explicó que lo que más demanda el público son impresiones de fotografías, y muchos de ellos se vuelcan a las promociones que realiza el comercio.

También cuentan con un quiosco de revelado digital donde se elige la foto, se imprime y se lleva.

Miguel advirtió que actualmente muy poca gente revela fotos de rollo, y la mayoría son personas grandes. “Ese sistema está sentenciado a muerte, las fábricas van a dejar de producirlos porque no les conviene”, aclaró.

Miguel especificó que el local está aggiornado con varios productos como portarretratos, álbumes, cámaras digitales y accesorios de todo tipo, relacionados con la fotografía.

“Es un rubro que por el avance de la tecnología está muy castigado. Los que antes sacaban fotos con el tradicional rollo, para nosotros era un cliente cautivo, la podía guardar, pero no le servía de nada. Hoy cambió, sacan foto digitales, se pueden ver las veces que quieras y si no les gustó se borra. Es decir, se sacan más fotos que antes pero se imprimen menos y eso hace que la demanda también sea menos. También está el temor de que los jóvenes, con las nuevas tecnologías, no están acostumbrados a revelar fotos en papel y cuando sean grandes no van a tener el hábito de hacerlo. Eso va a hacer que haya menos demanda y nos preocupa”, concluyó Miguel.

Haciendo buen papel

Aún hay clientes que quieren tener sus fotos en papel fotográfico. No llegan ya, claro está, con un rollo para revelar: envían imágenes por correo electrónico o acuden personalmente con un pendrive o –también en extinción– con CD o DVD. Y esto es lo que cuestan:

Al instante:

10 x 15: 13 pesos

13 x 18: 20 pesos

15 x 21: 23 pesos

20 x 30: 70 pesos

Diferido:

10 x 15: 10 pesos

13 x 18: 12 pesos

15 x 21: 17 pesos

20 x 30: 50 pesos

Por cantidad:

De 41 a 100: 20 por ciento

De 100 a 201: 35 por ciento

De 201 a 501: 40 por ciento

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