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¿Y si no al encierro qué?

Casas asistidas: una alternativa a la internación por salud mental en Santa Fe

Hoy 36 personas que estaban en los hospitales psiquiátricos públicos conviven en 15 casas de Rosario, Santa Fe, San Lorenzo y Oliveros. Quieren recuperar su autonomía, integrarse a sus comunidades y disfrutar de una ciudadanía plena. En breve abrirán 10 casas más


Seis de cada 10 personas internadas en la Colonia Psiquiátrica de Oliveros, uno de los manicomios más importantes de Santa Fe, llevan más de 5 años viviendo allí. Algunas acumulan décadas enteras adentro. Por eso, las autoridades tuvieron que construir una sala de cuidados geriátricos y adaptar los grandes pabellones en una serie de habitaciones con camas, roperos, mesitas de luz y espacios comunes donde tomar mate. Para la directora de la colonia, Mariana Chidichimo, muchas de esas personas siguen ahí no por sus padecimientos de salud mental, sino porque una vez resueltas sus crisis no tuvieron dónde volver. No tenían ningún lugar al que llamar “casa”.

El origen de las casas asistidas

Muchos años antes de la ley de Salud Mental y Adicciones exija adaptar los manicomios de Argentina y pensar cómo sustituirlos, Santa Fe sancionó su propia ley y avanzó en una alternativa para quienes no necesitan internaciones prolongadas: las casas asistidas. Inspiradas en experiencias europeas, se trata de casas donde las personas usuarias de dispositivos de Salud Mental pueden convivir y recuperar autonomía bajo el cuidado del Estado.

La primera casa asistida de Santa Fe fue registrada en Oliveros, a pocos kilómetros de la colonia psiquiátrica, en 1993. Una década más tarde le siguieron dos experiencias más en Rosario con quienes habían estado en el Hospital Psiquiátrico Agudo Ávila. Hoy 36 personas conviven en 15 casas asistidas distribuidas entre la capital provincial, San Lorenzo, Rosario y Oliveros. En esa localidad, se habilitarán 10 espacios más de este tipo a metros de la Colonia Psiquiátrica. Usarán viviendas que hasta 2018 eran alquiladas a trabajadores y trabajadoras de la institución para que se vuelvan el hogar de personas hoy internadas.

“Queremos abrir casas y cerrar salas”, explica la directora de la Colonia, Mariana Chidichimo a El Ciudadano. “No solo por lo que significa para las personas usuarias de Salud Mental, sino también para quienes trabajan en el sistema. El apoyo puede ser mejor si tenés que visitar un grupo de casas con autonomía que controlar una sala enorme con 20 personas”, completa.

Cómo funciona una casa asistida

“Las casas asistidas son una forma de darle continuidad y humanidad al cuidado”, dice la directora provincial de Salud Mental, Celina Pochettino, al explicar cómo funcionan. Primero, las autoridades sanitarias evalúan a las personas. En general, suelen llevar años internadas y han perdido la autonomía del día a día: cocinar, limpiar, hacer los mandados y disfrutar del hogar recibiendo visitas. Principalmente, porque sus vidas están marcadas por los tiempos del hospital. Si las autoridades consideran que están aptas para salir y convivir con otras, buscan una casa que puedan compartir.

Cada casa asistida es monitoreada periódicamente por un equipo interdisciplinario de profesionales en enfermería y psicología, junto con operadores terapéuticos. Les hacen visitas, dialogan sobre sus desafíos diarios, intervienen si hay problemas de convivencia y las ayudan a hacer trámites, entre otros apoyos. Incluso las conectan con equipos jurídicos para que puedan recuperar las propiedades que quitaron durante sus internaciones, algo muy común.

Casas asistidas: fotos en contra del borramiento que imprime un manicomio

Para el día a día, quienes viven en casas asistidas suelen tener pensiones económicas del Estado, que también les asiste mensualmente. Además, les da apoyos alimentarios, medicamentos, pero, sobre todo, les abren caminos para volver a dos de los grandes ordenadores de la vida: el trabajo y la vida social. Entonces, intentan conectarlos con un trabajo o una actividad recreativa donde no les rechacen.

En lo laboral, las autoridades de Santa Fe reconocen que pocas empresas eligen emplear a personas usuarias de Salud Mental. Por eso, muchas trabajan en organizaciones que nacen de los psiquiátricos como Emilianas, la empresa social del hospital Mirá y López, otro de los grandes manicomios de Santa Fe. Allí las personas usuarias de Salud Mental, internadas y no, sostienen una planta de elaboración de alimentos, una cantina en el hospital y un servicio de catering.

En lo social la conexión también suele darse en espacios que saben apoyar a personas usuarias de Salud Mental como el Centro Cultural Gomecito del Hospital Agudo Ávila que ofrece talleres de expresión artística, literatura, radio, jardinería, construcción de objetos, entre otras.

Un lugar al que llamar “casa”

Según contaron desde la provincia, el gobierno nacional planteó una estrategia federal a través del Ministerio de Hábitat para construir viviendas destinadas a personas que ya no necesitan estar internadas por padecimientos de Salud Mental. “La decisión es que el 3% de todo plan de viviendas que se lleve adelante en Argentina sea para ellas”, agrega la directora Celina Pochettino e insiste en que muchas personas usuarias están en condiciones de vivir afuera de los hospitales, pero no tienen los recursos.

“Como Estado, nuestro deber es garantizar que las personas puedan vivir su ciudadanía de forma plena”, agrega la directora de la Colonia, Mariana Chidichimo y completa: “Los hospitales se vuelven en algo que no son: lugares para vivir. Y la dignidad de vivir es decidir sabiendo que nos podemos equivocar y no que decidan por nosotras”.

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