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¿Cambia lo incuestionable?

Por Raúl Koffman.- Conviene recordar que a veces se modifican las ideas y otras, las valoraciones de esas ideas cuando dejan de ser tan importantes o útiles. Por eso, la pregunta que surge de inmediato es la siguiente: lo que era “no negociable” o incuestionable, ¿cambió?


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Ya nadie pone en duda que las cosas cambian con el tiempo. Aun aquello que no cambia desde que el mundo es mundo cambia en sus formas de presentación. Y una de las categorías que evidentemente cambió es la de lo “no negociable”. Para comprenderlo mejor, podríamos establecer una analogía con aquello que es “incuestionable”, o tomando un concepto prestado de otro campo, con algo “sagrado”. Hay que recordar que a veces se cambian las ideas, y otras veces las valoraciones de esas ideas cuando dejan de ser tan importantes o útiles.

La pregunta es la siguiente: lo “no negociable”, lo que era incuestionable, ¿cambió? Usted podrá afirmar, por ejemplo, que “se perdieron los valores”, pero parece más acertado afirmar que algunos valores y valoraciones se perdieron porque fueron reemplazados por otros; lo que era “no negociable” ayer, hoy ya no lo es. Porque sabemos, además, que lo «cuestionador» de hoy seguramente será lo cuestionado en decenios.

Cuerpo, autoridad y palabra

Junto a los objetos de la tecnología que se tornan caducos, junto al avance del conocimiento científico que desmitifica y también caduca con el tiempo, las ideas y valoraciones personales y sociales también sufren el paso del tiempo y son cambiados por otros. A lo largo de una vida se producen hechos individuales, de mayor o menor trascendencia, que producen estos cambios.

En nuestra cultura y en nuestra historia reciente podemos fácilmente identificar tres conceptos que cambiaron sus valoraciones: el cuerpo, la autoridad y la palabra dada.

El cuerpo, ¿tiene el mismo valor y significado que hace apenas 30 años? Los matrimonios igualitarios, la problemática de la legalización del aborto, los efectos actuales del feminismo de los 60, los tatuajes y los piercing, el fenómeno de los swingers, ¿no demuestran que el cuerpo perdió esa categoría de “no negociable/incuestionable”? Hasta podríamos pensar que el cambio se refiere a “donde se aplica” esa categoría. La legalización del aborto, por ejemplo, ¿no es una reubicación de lo no negociable en el “soy dueña de mi cuerpo”?

La idea de autoridad, un evidente organizador social, también perdió su vieja valoración con el paso del tiempo. Años atrás, de pensar en una posible confrontación con la autoridad ya se temía sus respuestas porque significaba cuestionar la autoridad misma. Hoy sabemos que cualquier autoridad puede equivocarse, como cualquier humano. Que alguien tenga una autoridad “formal” sólo habla de un acto de adjudicación, y nada más que de eso. Lo que no significa que esa persona será necesariamente respetada como tal, si no aporta su autoridad “personal”, si no es alguien sinceramente “creíble” por su trayectoria. Ese miedo/respeto ya desapareció. Ser autoridad no significa necesariamente ser autoritario. Y querer poner orden no es lo mismo que dar una orden autoritaria. Es que el valor de la autoridad está hoy directamente ligado a quien la ejerza y al valor de su palabra.

Con “el valor de la palabra” sucedió lo mismo: ya no es “sagrada”. Esta “casi antigüedad” funciona hoy como un «cazabobos», dado que los que creen en ella son los más fácilmente estafados. Esto no significa que no hay que creer en nadie, porque si así fuese viviríamos en un mundo paranoico. Pero una cosa es que las personas cambien sus opiniones y valoraciones con el tiempo (y por eso ya no pueden sostener lo dicho en otros momentos), y otra muy distinta es ser “camaleónico”. Una cosa es cambiar y otra es disfrazarse. Esta diferencia es para tenerla en cuenta, porque hay personas especialistas en disfrazarse.

Finalmente, ¿cuáles serán los “no negociables” del próximo siglo?, ¿quedará lo “no negociable” ligado solamente a los actos heroicos?, ¿habrá actos heroicos en los próximos siglos y decenios?

Incuestionables, ¿para qué?

La importancia de la diferencia entre lo incuestionable y lo cuestionable, como la diferencia entre lo posible y lo imposible, es que son organizadores psicológicos. Y son organizadores porque, en principio, definen límites y por ello estabilizan. En los momentos de confusión, cuando “no se sabe qué pensar”, los límites se desdibujan y la estabilidad se pierde. Si los cambios inestabilizan es porque cuestionan algunos de los incuestionables. ¿Qué pasaría si a usted le sucediera lo que creyó que era imposible que le sucediese? Simplemente que cuando usted se reorganice y estabilice nuevamente, sus “no negociables” pueden resultar fortalecidos o cuestionados. Uno nunca sabe. En general, la materia prima con la que nos armaron raramente cambia. Pero lo que no vino con ella, lo añadido con el tiempo, puede cambiar con más facilidad. Pero a veces ni la materia prima protege contra lo inesperado.

En las sociedades, y simplificando al extremo, a veces sucede lo mismo. Por ejemplo, si no se cuestiona el derecho a matar que algunos se adjudican, los límites se desdibujan y pierden; la sociedad se arma y las ideas, las valoraciones y valores cambiarán con seguridad. Esa sociedad ya no será la misma y seguramente será una sociedad violenta y paranoica. Y si se deja pasar haciendo oídos sordos el resultado será el mismo y cada vez más justificado.

Final incuestionable

Por supuesto, como ya es sabido, hay incuestionables e incuestionables. La importancia de lo “no negociable” para cada uno es que forma parte de su identidad. De ahí lo inestabilizante de su cuestionamiento y de sus cambios. En otros tiempos, si lo incuestionable no se podía sostener las personas se suicidaban (eran los suicidios por deshonor). Así funcionaban.

Cada persona y cada grupo, según sus intereses y valores, evaluará diferencialmente qué se puede cuestionar y qué es lo “no negociable” (hay fundamentalismos de diferente pelaje). En las instituciones hacen al sentido de su existencia y es fundacional (se crean para sostener ese no negociable elegido). Cuantas más personas y grupos haya, más difícil resultará acordar. Y seguramente habrá visiones y evaluaciones contrarias y opuestas, no sólo diferentes. Si no se puede acordar, surgen los enemigos, los propios incuestionables se confirman y fortifican, surge la polarización y la violencia justificada. Lo que finalmente demuestra que los “no negociables” no son juguetes fácilmente reemplazables. Cuando se rompen lleva mucho tiempo y cuidado armarlos de nuevo. Y no hay garantías sobre su futuro funcionamiento.

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