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Y no queda otra que seguir

Brutal golpiza a una activista trans: “¿Están esperando a que maten a otra compañera más?”

Noelia, madre de House of Ferocity de la movida ballroom, fue atacada por dos hombres en el barrio de la terminal. Asegura que la zona está liberada por la policía, y pide alternativas reales para las que quieren dejar el trabajo sexual


Una imagen de Noelia en una manifestación

Por Martín Paoltroni / Especial para El Ciudadano

 

“No me queda otra que esperar a que se me recupere un poco la mano y volver a salir a trabajar”. La que habla es Noelia, madre de House Of Ferocity, una de las casas que emergió con la cultura ballroom en los últimos dos años en Rosario, y que la semana pasada fue salvajemente atacada en el barrio de la Terminal de Ómnibus por dos hombres que todavía no fueron identificados. La secuencia es conocida: un supuesto cliente contrató un servicio, pero cuando subió al vehículo había una segunda persona que se encontraba oculto en la parte trasera y le propinó un golpe que le rompió los dientes y le produjo hematomas en el rostro.

“¿Así que vos sos la que defendés a las cocoritas?”, le dijo el matón. A pesar de que todo sucedió en pocos segundos, Noe pudo reconocerlo: “Es un morocho que nosotras vemos seguido en la zona, es uno de los supuestos fiolos que le anda pegando a las chicas. Ya le habían pegado a Georgina, la habían hecho correr a Valentina, una de mis hijas”. La escena sigue con un forcejeo y más golpes. “Me agarra de los pelos, me saca por su puerta, me empieza a pegar, a todo esto yo levanto una baldosa del piso le empiezo a romper todo el auto, grito para ver a dónde estaban las chicas y ahí vinieron a socorrerme”.

La policía llegó, también el servicio de emergencias médicas, pero como casi siempre sucede la principal sospecha recayó sobre la víctima. “Estuvieron ahí como una hora sin preguntarme nada”, cuenta la joven. También dice que la guardia médica se negó a trasladarla hasta un hospital para realizarle curaciones y chequeos por la golpiza recibida. “Me golpearon las costillas, la mano, la cabeza, tenía miedo de tener un golpe malo por dentro. Pero me dijeron: si tenés una costilla fracturada eso se suelda solo, nosotros no podemos hacer nada. Me vendan la mano, me ponen un inyectable y me mandan a mi casa”.

Noe relata el episodio con cierto cansancio. Quizás la palabra adecuada sea hartazgo y mucho enojo por una situación que parece repetirse en espiral hacia el infinito. “Hacía mucho tiempo que no estaba saliendo a trabajar, que no ejercía el trabajo sexual, y ahora volví porque me quedé sin laburo. Sé que ya le venían pegando a varias chicas, pero ahora se encontraron conmigo que soy re cocorita y me re defiendo. Agradezco que me haya pasado a mí, porque si les pasaba a alguna de mis hijas capaz que no saben cómo manejarse en esa situación”, explica.

Además, sostiene que la zona está liberada y que las fuerzas de seguridad en general son cómplices de todo lo que pasa. “Nosotras vamos y denunciamos, pero estas cosas siguen pasando porque como tienen plata arreglan, entonces la culpa es siempre de la trava, que se coma 10 o 15 horas metida ahí adentro. ¿Cómo me aseguran ellos que voy a estar bien? Después de salir a hacer la denuncia recibí amenazas. Por Instagram me mandaron mensajes diciéndome: “La próxima no contás el cuento” ¿Cuál es la protección que ellos me dan?”.

Alternativas reales al trabajo sexual

Noe comenta que hace 15 años que trabaja en la calle pero que ya no quiere más. “Yo me vengo empoderando gracias a la cultura ballroom. Hace un año y medio que vengo armando diferentes intervenciones para poder sobrevivir con eso. Pero si el Estado no te da una respuesta, una solución, no nos queda otra que salir a la calle y exponernos a estas cosas”. El planteo entonces pasa por pedir garantías para quienes decidan ejercer libremente el trabajo sexual, y alternativas reales para las que se quieren retirar.

“Si yo te digo que me des una alternativa, que no quiero ejercer el trabajo sexual, que estoy empoderada desde otro lado, que vengo estudiando, que estoy a punto de recibirme, sinceramente no sé de qué manera más empoderarme o capacitarme para que me den un empleo ¿Están esperando a que maten a otra compañera más?” La activista recuerda también episodios similares que ocurrieron en la zona durante los últimos meses como la situación que vivió una chica trans que fue arrojada desde un edificio, o el caso de una piba a la que le quebraron las piernas.

“Lo primero que le digo a mis hijas es que si tienen algún problema le saquen la llave del auto entonces el chabón no se va a poder ir, o no va a poder seguirlas. Les doy herramientas para que se manejen en la calle, pero sinceramente no está bueno. Me gustaría decirles: che, vamos a laburar pero de otra cosa, vamos a salir adelante y no a seguir poniéndonos en peligro”. Noelia sueña con la posibilidad de abrir un espacio cultural y desde allí ayudar a las travestis y trans que quieran dejar la prostitución con actividades artísticas.

“Ahora se viene el verano, y vamos a estar todas paradas, todas expuestas de vuelta, cuando podemos estar todas trabajando y disfrutando el verano de otra forma. Me gustaría tener un sueldo fijo, darme el gusto de poder salir a comer, de tener mi cama caliente, de no exponerme en la calle, de no pasar frío, de no pasar más estás violencias, eso es lo que queremos, tener una oportunidad real, no pedimos nada que no nos corresponda”, cierra.

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