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Brasilia: del sueño de Oscar Niemeyer a la pesadilla de Jair Bolsonaro

Carol Barreiro, vive en Brasilia. Es profesora de danza, tai chi y artes marciales, es egresada universitaria y ahora analiza el presente de su país, con más de 30 mil muertes por la pandemia y una difícil situación política


Especial para El Ciudadano

“Bolsonaro está convirtiendo este país en una pesadilla”. Lo dice la profesora Carol Barreiro, en diálogo con El Ciudadano, desde su casa en Brasilia. Es profesora de danza, tai chi y artes marciales, es egresada universitaria y ahora analiza el presente de su país, con más de 30 mil muertes por la pandemia y una difícil situación política. Este domingo, por ejemplo, los barras del Corinthians salieron a las calles de la populosa San Pablo en defensa de la democracia y fueron reprimidos por la policía.

Pandemia verdeamarela

Cada domingo, llegan a las redes sociales las fotos y videos de Jair Bolsonaro saludando a sus militantes en la explanada de Planalto, en Brasilia, sin distanciamiento físico, ni barbijos. El presidente brasilero descree de las medidas de prevención propuestas por la OMS, a a la que ataca permanentemente.

La curva de contagios en el país por el virus que Bolsonaro anticipó iba a ser como una simple “gripezinha”, crece exponencialmente. En Brasil ya hubo 514.000 casos positivos y hay un promedio de mil muertes diarias, hace varias semanas, aunque esto no modificó la política oficial contra el covid-19. En el medio, renunciaron dos ministros de Salud, enfrentados con el presidente: Luiz Henrique Mandetta -que estaba en el cargo al inicio de la pandemia- y Néstor Taich -que llegó como reemplazante, pero duró menos de un mes-. Y el manejo de la política sanitaria quedó en forma interina a cargo de un militar.

 

Carol Barreiro lo explica: “Acá en esta ciudad, la cuarentena nunca se hizo. Bolsonaro sale todos los días a caminar y recorrer el comercio, que está abierto. Ahora en cualquier momento puede pasar delante de mi ventana. Tiene una personalidad que combina varias cosas. Es un militar retirado con un discurso muy extrovertido, con formación en el evangelismo pentecostal y en el fascismo más clásico. Es anticomunista y ahora está formando paramilitares. Su propio hijo está al frente de los entrenamientos, aquí cerca en campamentos”.

La profesora brasilera, que hoy no tiene militancia partidaria pero supo ser parte del  Partido Socialista de los Trabajadores Unificados (PSTU), reflexiona: “Siento una gran impotencia, no obstante estar hoy en una zona que no es de las más castigadas. En Brasilia, tenemos pocas muertes respecto a otros Estados, porque es una ciudad pensada para moverse en auto y transporte público, con facilidad para la distancia social, sin hacinamiento. Y por ser sede del gobierno central, tiene buenos hospitales, tanto que de las regiones vecinas traen enfermos aquí. Pero además, las calles están limpias, es como una isla dentro del país. No estamos como en Manaos, en Belén, en la zona del Amazonas, Sao Paulo o la propia Río”.

 

El bolsonarismo

Brasilia es la ciudad utópica que pensó el célebre arquitecto Oscar Niemeyer, junto a su amigo Lucio Costa que se encargó del aspecto urbanístico. Se construyó desde cero, a fines de los 50, cuando este país mudó su capital. Buscaba simbolizar una nueva sociedad, moderna y sin diferencias de clase, con construcciones sin ángulos rectos, con mucho espacio verde. “Me gusta trabajar con las curvas porque aceptan más invención y sensibilidad”, solía decir Niemeyer.

Brasilia es el espacio por el que anduvo Lula durante ocho años, por el que anduvo Bolsonaro antes como legislador y hoy como presidente. Militar retirado y luego diputado nacional, llegó al Palacio de la Alvorada, residencia presidencial, en enero de 2019. Y no había pasado una semana allí, cuando fue noticia porque había decidido cambiar todos los muebles que tuvieran tapizado rojo. “Nada con ese color en mi casa, que simboliza el comunismo”, fue la orden. Y enseguida llegaron sillas tapizadas de azul.

Barreiro advierte: “Era esperable lo que está pasando en mi país. Tan trágico, como previsible. Quienes vimos venir este movimiento de Bolsonaro, hace tiempo sabíamos que podíamos llegar a esto, con miles de muertos y contagiados ahora por la pandemia, pero además padeciendo un retroceso en la cultura, la educación, la salud. Tengo mis cuestionamientos a la experiencia de gestión que terminó teniendo el Partido de los Trabajadores, después de tantos años luchando para llegar al gobierno. Pero no obstante la prioridad ahora es decir que aquí lo que se está gestando es un golpe. No con el formato de los años ‘70 en la región, que era con militares y de un día para el otro. Aquí, a nivel social, se está construyendo un modelo fascista, con apoyo de la iglesia evangélica y sectores de la elite brasilera. Y con grandes porciones de la población pasivas, en parte por miedo y en parte por ser víctimas de la desinformación y las fake news. También, debemos entender la frustración que terminó siendo para muchos el final de los gobiernos del PT ”.

El endurecimiento del conflicto

La profesora, que dialoga con El Ciudadano por audios de WhatsApp desde su casa en Brasilia, indica: “Yo tengo una formación universitaria, por ejemplo. Pero aquí no son muchos los que pueden acceder a un título en la Universidad. Son millones, con condiciones de vida mínimas. Ahora estoy hablando contigo, en mi propia casa, con agua, luz, teléfono, Internet, tengo un coche. Pero soy una minoría. Si  ademas de ser mujer, fuera negra y sin recursos económicos, te aseguro tendría mucho miedo. Veo lo que está pasando en Estados Unidos con la muerte de George Floyd y creo que puede trasladarse aquí. Porque hay una cuestión racial histórica, porque tenemos realidades parecidas con la pandemia y situaciones económicas que se complican. Salvando las distancias entre cada país, claro”.

En este marco, de condiciones económicas complicadas para buena parte de la población, el desfinanciamiento de instituciones claves de la política estatal de inclusión y la emergencia sanitaria por la pandemia, este domingo 31 de mayo hubo movilizaciones en Río de Janeiro, Belo Horizonte y San Pablo. “Quienes marcharon contra Bolsonaro y el fascismo -señala Barreiro- son los torcedores de Corinthians, que tienen una larga tradición en esta línea. En la época de la dictadura en los años 80, sus jugadores fundaron un movimiento llamado la Democracia Corinthiana. Allí en San Pablo es también donde hay mucha concentración de industrias, movimiento obrero fuerte. Es decir, se ven las principales contradicciones económicas”.

Este domingo, en sintonía con la movilización a la que convocaban sus hinchas las calles paulistas y el movimiento en Estados Unidos contra el racismo, la cuenta oficial de Twitter del Corinthians publicó un video con la consigna: “No seríamos nosotros, si nuestra gente se quedase en silencio”. Los actos fueron en varias localidades y sumaron también la adhesión de los torcedores de los clubes Flamengo, Atlético Mineiro, Cruzeiro y Palmeiras.

Dani Alves, capitán de la verdeamarela y hace un tiempo jugando de nuevo en Brasil -en el San Pablo- había posteado a fines de marzo un pedido a Bolsonaro. “Respeto su investidura y le pido respete el bienestar del pueblo”. La publicación incluía el hasthag #QuedateEnCasa.

Y así el fútbol vuelve aquí a tomar la palabra. Continuidad de la línea que nació con Socrates, capitán y número 10 de la selección brasilera en el mundial ‘82, alma de un movimiento que ayudó a gestar desde las canchas, la recuperación democrática en su país.

El sueño modernista

Niemeyer revolucionó la historia de la arquitectura. Criado en Copacabana y discípulo del francés Le Corbusier, marcó una época con sus obras, que se erigieron en varios continentes. Desde su participación en el proyecto para la sede de la ONU en Nueva York, el Museo de Arte Contemporáneo en Río de Janeiro, la casa del Partido Comunista en Francia o la sede de la principal universidad de Argelia. Pero sin dudas, Brasilia fue su sueño. Entre 1956 y 1960, a tono con un país que quería reinventarse, allí llevó Brasil su capital.

El arquitecto que pensó Brasilia, poco después de terminarse la obra de la capital, debió exiliarse durante la dictadura en su país. Luego volvería a Río, donde murió en diciembre de 2012, habiendo vivido más de un siglo. Al otro día de su fallecimiento, el Congreso de su país le realizaba un homenaje. Y Jair Bolsonaro, por entonces, era legislador. Al tomar la palabra, dijo: “Estamos recordando acá a alguien que detestaba al ángulo recto, que decía que era parte del capitalismo. Podemos hablar también de otros comunistas célebres de este país, como Chico Buarque, Gilberto Gil. Llenos de contradicciones, cuestionaron al proceso militar del ‘64. Dios salve a los militares y tenga piedad de Niemeyer, un comunista equivocado”.

Carol Barreiro dice, sobre aquel discurso, con un dejo de dolor: “Es increíble. En la Casa del Pueblo, que es el Congreso, defendió el régimen militar. Siempre está hablando del retorno de una dictadura. Es muy triste. Está destruyendo el sueño de esta Brasilia que imaginó Niemeyer”.

 

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