Espectáculos

Boom, la revista de Rosario efervecente

En una detallada antología, el periodista y escritor Osvaldo Aguirre compiló fragmentos, entrevistas a sus realizadores y análisis críticos de lo que fue Boom, publicación señera para el periodismo local en un período de cambios y expectativas.


Moresco, Ielpi, Puzzollo y el propio Aguirre en la presentación del libro.
Moresco, Ielpi, Puzzollo y el propio Aguirre en la presentación del libro.

Por Paulo Menotti.

Hacia fines de los años 60, comenzaba a cerrarse un ciclo que el historiador Eric Hobsbawn llamó “los años dorados”. Tanto en los países centrales, con sus Estados de bienestar, como en algunos periféricos, con los “populismos”, los trabajadores atravesaron su mejor etapa, porque después llegaría el período neoliberal marcando otro derrotero. Los jóvenes fueron quienes más gozaron de las mieles de la posguerra porque fueron ellos quienes disfrutaron del tiempo libre, el acceso a la educación, así como nuevos tópicos de consumo. Los Beatles, la píldora anticonceptiva, la moda, la Revolución Cubana y el Che, el Cordobazo forman parte de la simbología sobre la que se cimentó la imagen de una época. Rosario también aportó lo suyo porque la ciudad también forjó símbolos que construyeron una especie de “cuna de la cultura” argentina, a la vez que fueron el reflejo de una sociedad que progresaba y mostraba esas señales.
Una de ellas fue Boom, la publicación mensual surgida en agosto de 1968 que tuvo como director a Ovidio Lagos Rueda y un plantel de trabajo con figuras como Roberto Fontanarrosa, Carlos Saldi, Luis Etcheverry, Reynaldo Svend Segovia, Alberto Brescó, Rafael Oscar Ielpi y Jorge Laborde, entre otros. En un estimable trabajo de recopilación, el periodista y escritor Osvaldo Aguirre reunió todos los números de la mítica revista para conformar una detallada antología que también cuenta con entrevistas a varios de sus realizadores, así como análisis críticos de lo que representó y buscó expresar la publicación.

A la medida de su épocaboom2nota

La revista “Boom se propuso como un puente entre nosotros y el mundo; (para) llevar a los rosarinos más allá de los límites en que estaban acostumbrados a pensar sus problemas y sus circunstancias y situar a la ciudad en el marco de las transformaciones que atravesaban a la época”, señala Aguirre al inicio del libro, agregando que la publicación apareció en Rosario entre agosto de 1968 y junio de 1970 y fue dirigida por Ovidio Lagos Rueda, descendiente de Ovidio Lagos el fundador del diario La Capital, encarnando a uno de los últimos empresarios de medios que se metían de lleno con el oficio. De hecho, Boom siguió sus pasos porque Lagos Rueda había trabajado como redactor en Primera Plana, otra publicación señera de los 60. Allí trabajó con Tomás Eloy Martínez y Ernesto Schoó, entre otros, quienes según sus palabras eran “cronistas que tenían un estilo registrado, el de una formación cultural amplia y rigurosa y que, para empezar, escribían muy bien”.
En cambio, en Rosario Lagos Rueda reunió a un grupo de jóvenes inexpertos que aprendió a trabajar a la medida que salían los números. Sin embargo “las cualidades más productivas de la inexperiencia se reconocen en sus páginas: la curiosidad sistemática, el inconformismo, el descubrimiento crítico del entorno y de sus personajes”, analiza Aguirre.
Si se buscan referencias locales, se debería remontar al Centenario, en 1910, para encontrar otra publicación famosa como fue Monos y Monadas, que, según Juan Álvarez, fue reflejo de una época de progresismo que terminó rápidamente. Boom también fue el símbolo de una ciudad que había visto crecer sus fábricas convirtiéndose en un eslabón clave del cordón industrial. “La Argentina de los años 60 era muy próspera, Rosario era una ciudad muy rica, con un enorme poder adquisitivo. Y culturalmente la gente tenía otra formación”, rememoraba Ovidio Lagos Rueda en una entrevista que le realizó Aguirre. Sobre esa base económica, en una ciudad donde el trabajo permitía el acceso a bienes culturales, donde se había formado una nueva burguesía, donde la capacidad de generar empleo era una de las metas que convocaba a nuevos migrantes, sobre esos pilares, fue que un grupo de rosarinos se animó a proponer temas que habían sido marginales, a la vez que acompañaban los intentos de posicionar, en la vanguardia cultural, social y política del país, a la “segunda ciudad”. Uno de los acontecimientos que marcaron esa inquietud fue la movida artística Tucumán arde, el acontecimiento que forjó la imagen de una Rosario impulsora de la cultura.

Un mito: la Rosario cultural

Boom fue, en ese sentido, un importante factotum del mito de la ciudad cuna de cultura y de artistas. Sus páginas celebraron al ascendente Alberto Olmedo, quien ya había triunfado en Buenos Aires y recordaba su paso por el teatro La Comedia, aún con veinte años de brillo por delante. El Ciclo de Arte Experimental dejaba expuesto en el número 1 de Boom, la exposición de “la mayor muestra de irreverencia y antidogmatismo que haya soportado la ciudad: también, la señal del proceso revolucionario más coherente que viven las artes plásticas en el interior del país”. Otro ícono que repercute hoy día con proyección nacional (principalmente para los porteños que vienen de turismo), es el Negro Fontanarrosa. Su humor y sus dibujos crecieron desde los primeros trazos y diseños de Boom. Al mismo tiempo, la revista recreó la cultura local, el imaginario de las nuevas generaciones. Las imágenes del Rosariazo tomadas por Carlos Saldi permanecen en la memoria de los rosarinos, así como los conceptos que elaboró Boom sobre los ricos de la ciudad y sus lugares de sociabilización, los pobres y la villa miseria, las mujeres de los 70, y algunas prácticas prohibidas como los juegos de azar. “De golpe descubrí que ciertos rosarinos habían hecho un gran culto de la revista. Supongo que porque estaba el Negro Fontanarrosa. Al principio me sorprendió, ahora lo entiendo un poco más, porque me parece que fue un hito periodístico importante y creó un grupo de gente que muchos se destacaron después”, recordaba Ovidio Lagos Rueda.

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Punto de inflexión

“El nombre de la publicación, Boom, buscaba la remisión a un estallido de cuestionamientos a las tradiciones heredadas –tanto culturales como sociales, políticas y económicas– y se correspondía, a su vez, con su irrupción en un momento de gran prosperidad”, analiza la periodista Julieta Tonello en el libro compilado por Aguirre. En esa dirección, Boom supo conjugar un nuevo diseño, nuevo vocabulario y contenido que rompieron con los parámetros establecidos. Las tapas pretendían conmover al lector e invitarlo a abordar otras particularidades no demasiado tratadas por la prensa local. El lenguaje de las notas propuso otras palabras para definir lo que sucedía en la sociedad, de hecho “boom” era una palabra que sonaba en esos tiempos, (fue el nombre del movimiento de literatura latinoamericana de ese entonces). Sumado a esto, el sumario pretendía echar luz sobre algunos tabúes de los rosarinos. Los judíos, la homosexualidad, Juan Domingo Perón, la pornografía, fueron algunas de las temáticas tratadas con gran despliegue. Por eso Boom fue, como expresó Rafael Ielpi (entrevistado en el libro): “Un punto de inflexión” en el periodismo rosarino.

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