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Nada es casual

Bolivia: saqueada por siglos, con golpe de Estado y ahora asolada por la pandemia de coronavirus

Testimonios para El Ciudadano desde La Paz y Potosí explican por qué el sistema de salud está desbordado ante el coronavirus. Esta semana, el ex Newell's Julio César Baldivieso dio positivo


Pasó con Tom Hanks o Boris Johnson a nivel mundial, con María Eugenia Vidal y Martín Insaurralde en la Argentina. El coronavirus llega a una personalidad famosa y la primera sensación es que cualquiera se puede enfermar. En Bolivia, ahora la noticia es el covid positivo de Julio César Baldivieso, figura de la selección de fútbol en el Mundial 94. El hoy técnico del Aurora de Cochabamba, de recordado paso por Newell’s y otros clubes del mundo, comunicó hace pocas horas su contagio y el de toda su familia.  La pandemia muestra entonces, también en el altiplano, que todos estamos expuestos. 

Cinco siglos, casi igual


En el inicio de los ‘70, Eduardo Galeano publicaba la primera edición de “Las venas abiertas de América Latina”. Allí decía: “Aquella sociedad potosina, enferma de ostentación y despilfarro, sólo dejó a Bolivia la vaga memoria de sus esplendores, las ruinas de sus iglesias y palacios, y ocho millones de cadáveres de indios. Cualquiera de los diamantes incrustados en el escudo de un caballero rico valía más, al fin y al cabo, que lo que un indio podía ganar en toda su vida de mitayo, pero el caballero se fugó con los diamantes. Bolivia, hoy uno de los países más pobres del mundo, podría jactarse –si ello no resultara patéticamente inútil– de haber nutrido la riqueza de los países más ricos. En nuestros días, Potosí es una pobre ciudad de la pobre Bolivia: «La ciudad que más ha dado al mundo y la que menos tiene»”.

Cincuenta años después, en esa misma Potosí depredada por la conquista española, sus pobladores lamentan no poder atenderse dignamente si se enferman. Y ahora conviven además con un virus que puso de espaldas al sistema sanitario de ciudades como Nueva York. La herramienta con la que lo enfrentan, la misma que en el resto del planeta se encontró hasta ahora, es el distanciamiento social. La misión es complicada en un país con un nivel de informalidad en su economía que es de los más altos del mundo. 

“Hola, compañero. Aquí estamos muy preocupados, porque no hay mucha atención de parte del gobierno. Las organizaciones sociales estamos pidiendo que nos protejan del coronavirus y nos atiendan también de otras enfermedades. Al no haber bioseguridad, en algunos hospitales cuando van los hermanos del campo a hacer una consulta a la ciudad, se los deja en la calle. Pasa en La Paz, también acá en Potosí. Los próximos días dicen que aumentarán los contagios, porque estamos entrando al invierno. Y en esta zona, hace mucho frío”. El testimonio, un audio de WhatsApp que llega pasadas las 11 de la noche, conmueve. Y suena cercano, pese a la distancia. Es Clementina Garnica Cruz, de la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias. Que tras una intensa jornada cuenta para El Ciudadano cómo está viviendo su gente el paso de la pandemia. 

Garnica Cruz dice también: “No es sólo el problema sanitario, sino el tema económico. En tres meses de cuarentena, los que viven de cada día están sufriendo de hambre, muchas familias no tienen qué darle a sus «guaguas». En Potosí por lo menos estamos en cuarentena dinámica, pero en las zonas con más contagios hay cuarentena rígida”.

El Banco Mundial prevé para Bolivia este año una caída del 3,4 por ciento de su PBI. “El transporte, las exportaciones y el comercio están casi paralizados. Pero los alquileres y los impuestos se cobran igual. A cientos de miles de familias que viven del día a día, esto las han puesto todavía más vulnerables. Se han otorgado bonos, pero no alcanzan. Y muchos salen a conseguir el ingreso diario, incluso arriesgándose a un posible contagio”, explica Tania Frank, colega periodista que desde la capital boliviana suma su testimonio para El Ciudadano

Frank produce en radio y TV en La Paz. Y asegura ahora, respecto al tema sanitario: “Los médicos que no tienen elementos de protección, se los tienen que comprar ellos mismos en muchos casos. No hay respiradores suficientes, no hay infraestructura, ni medidas de bioseguridad. Los centros de salud en los que se atiende a la gente con el coronavirus son los mismos a los que acuden pacientes con otras dolencias. El último fin de semana cerró el Hospital del Tórax porque ocho trabajadores sanitarios se habían contagiado”. 

Según datos oficiales, se estima que casi un tercio de los médicos son profesionales en población de riesgo por su edad, por lo que se han replegado y así hay menos personal todavía en la línea de fuego sanitaria. “Otro problema que ha surgido es dónde enterrar a los fallecidos. En Beni se improvisaron unas fosas. Eso también impactó”, advierte Frank.

Corrupción y panorama sanitario

“Esta semana cumplimos el día cien desde el primer contagio -agrega la misma Frank- Tenemos oficialmente 21.500 infectados y 697 muertes, aunque se cree que podrían ser más. El departamento con más casos es Santa Cruz de la Sierra, también La Paz y Beni. La última semana, fuimos noticia mundial porque seis personas fallecieron en la calle buscando atención médica. Unos días antes, por la detención del ministro de Salud, a raíz de una compra con sobreprecio de respiradores a España”. 

Clementina Garnica denuncia respecto a los respiradores: “Este gobierno de facto, transitorio, está robando a nombre del equipamiento médico que compra. La ayuda no llega a los hospitales y en el camino le queda dinero en el bolsillo a los funcionarios”.

En la región de la Amazonía, se da una batalla aparte. Como sucede en Perú y en Brasil, son zonas con muy poca conectividad e infraestructura. “Se teme que haya habido muertes allí que aún no han sido informadas”, asegura la colega Tania Frank a El Ciudadano.

El país lleva una cuarentena de tres meses, que ahora se divide con más o menos rigidez según la cantidad de contagios de cada departamento, un sistema de fases similar al aplicado en Argentina y otros países. “Con el frío, hay temor de que se den contagios en quienes tienen enfermedades de base como diabetes y que no puedan recibir la atención debida. Hay preocupación también porque a veces cuando alguien tiene síntomas debe transitar varios días hasta conseguir quién le haga un testeo, ya que no hay muchos centros de detección, con la posibilidad además de contagiar, si es que ya son positivos”, revela Frank, productora de televisión y radio en Bolivia, actualmente coordinadora general y académica de la Fundación para el Periodismo.

En medio del desborde sanitario, en Santa Cruz de la Sierra un grupo de médicos montó un centro de atención a pacientes y casos sospechosos, en una escuela. Se llaman “Ángeles del Covid” y reciben a quienes no logran ser atendidos por hospitales o tienen los primeros síntomas. Lo hacen adhonorem y con insumos que reciben como donación, que tampoco alcanzan. Víctor Hugo Nuñez, uno de los voluntarios, graficó ante la agencia de noticias EFE: “No hay camillas, se acaban los equipos de suero. Estamos con corazón y tripas”. 

Lejos de los estándares de protección que recomienda la OMS, los “Ángeles del Covid” reciben a todos. Un programa de televisión que hacía un informe esta semana desde el lugar, llegó al límite de transmitir en vivo la muerte de un paciente que no logró ser reanimado, rodeado de sus familiares y fuera de todo protocolo. El hecho fue condenado por la Defensoría del Pueblo. 

Pandemia con gobierno de facto

Párrafo aparte merece la situación política de Bolivia. Aquí, el 20 de octubre de 2019, se votaba en elecciones presidenciales sin pandemia en el horizonte. Y en ajustado resultado, Evo Morales se proclamaba ganador, por una diferencia de 35 mil votos a su favor. La misión de la OEA que había llegado al país para actuar como veedora denunció la irregularidad en el conteo –que se había interrumpido sorpresivamente el domingo de los comicios por un problema en el sistema y se había reanudado al día siguiente– y en pocos días se consumaba un golpe cívico militar. 

Evo, desde 2006 el primer presidente indígena de la historia boliviana, buscaba acceder a un cuarto mandato consecutivo, hecho inédito.

Al inicio de su gestión, la oposición se había reducido a la población más acomodada, casi todos en Santa Cruz de la Sierra. Pero en catorce años, a pesar de la nacionalización de los recursos naturales del país y la integración económica de sectores que habían estado postergados durante siglos, se produjo un desgaste. Así se explica el ajustado margen de las elecciones de 2019. 

Desgaste de los progresismos

El Movimiento Al Socialismo también pagó el costo de no haber generado un recambio en su propia fuerza y haber forzado la interpretación de la Constitución, reformada bajo su gestión, para poder presentar a Evo nuevamente como candidato. El apoyo histórico de enormes capas de trabajadores y el movimiento indígena se mantuvo, pero no el de las clases medias urbanas. Además, crecieron internas en las Fuerzas Armadas, que después de la denuncia de fraude que hizo la OEA, apoyaron el golpe, que se consumó tras varios días de protestas callejeras.

La entonces senadora opositora Jeannine Añez se autoproclamó presidenta. La primera imagen suya que trascendió al asumir el gobierno de facto, fue levantando la Biblia rodeada de militares, en un Parlamento vacío. Hoy, Añez responsabiliza de la crisis a la gestión de Evo, por haber dejado un sistema de salud ineficiente. 

Tania Frank explica: “Si bien el gobierno de MAS señala que hubo bonanza económica, en 14 años no hizo una adecuada inversión en la salud, que ahora se está haciendo evidente. Añez, que está en el gobierno hace siete meses, denuncia a su vez que el partido de Evo tiene mayoría en la Asamblea Legislativa y frena la aprobación de préstamos del exterior para  enfrentar la crisis por la pandemia”.

Clementina Garnica Cruz, de la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias, le dice a El Ciudadano sobre este tema: “Nosotros creemos que si el hermano Evo estuviese ahorita, el gobierno hubiera estado más cerca nuestro. Por eso decimos que tiene que haber rápido elecciones y tener un gobierno electo democráticamente, que podamos tener nuestras propias autoridades. Nosotros lo que vemos es esto: Si los bancos pudieron abrir y se organizan filas para poder hacer los trámites, ¿por qué no se podrían organizar los comicios?”. 

Tania Frank afirma: “Aquí se da un debate entre el derecho a la salud, versus el derecho al voto. Los comicios deberían ser el 6 de septiembre. Pero la presidenta aún no promulgó la convocatoria y desde los partidos opositores se cuestiona que quiera prorrogar su mandato en lugar de implementar medidas para garantizar los comicios”, señala Frank. 

Una denuncia de fraude fraudulenta

En los últimos días, el diario New York Times reveló que investigadores de dos universidades de Estados Unidos no encontraron ningún rigor científico en el trabajo publicado por la OEA cuando denunció el fraude. De todos modos, el escándalo se desató y el Golpe ya está consumado. La comunidad internacional aceptó la llegada de Añez, siempre y cuando se fije una fecha de llamado a nuevas elecciones. Pero a siete meses del golpe, los bolivianos no saben si podrán votar. Y la pandemia es la mejor excusa. 

En medio de las dificultades, en una nación que a lo largo de su rica historia padeció hasta el robo de su salida al mar, mantienen vigencia las palabras que dedicó Eduardo Galeano a esta tierra, hace pocos años. Allí, el escritor uruguayo pensó al mundo como dividido entre indignos e indignados. Y mencionaba a Bolivia como un país “con una muy demostrada capacidad de indignación. Por eso, además de ser digna de ser amada, esta nación merece la admiración de todos”. 

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