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Iconoclasta

Bob Rafelson, artífice del llamado Nuevo Hollywood y crítico de su sociedad y el star system

Hace unos días moría el realizador de “Mi vida es mi vida” y de la remake de “El cartero llama dos veces”, ambas con su actor fetiche y amigo Jack Nicholson. Sostuvo su independencia como guionista, realizador y productor y renegaba de la “forma mentirosa de hacer cine” de los grandes estudios


Quién conoce a Bob Rafelson?, por fuera del universo cinematográfico estadounidense, tal vez solo los iniciados en ese campo sepan que se trata de uno de los directores de ese origen que sostuvo una encomiable independencia de los estudios y dio vida a algunos títulos que están entre los mejores de una época desde su rol de guionista, realizador y productor.

Su debut fue en 1968 con Head donde compartió el guion con nada menos que Jack Nicholson cuando era un ignoto joven con aspiraciones actorales al que también le gustaba escribir.

El film, en tono de sátira musical, tiene como eje una banda pop, Los Monkees, a quienes las tribulaciones, luego de un salto a la fama, volverán locos. La película daría lugar luego a una exitosa serie con los mismos personajes, que en apariencia eran una mezcla de Beatles y Rolling Stones. Un año después sería productor de una de las películas icónicas de esa década: Busco mi destino (Easy Rider, 1969), debut detrás de cámara del también icónico actor Dennis Hopper. Símbolo de esos tiempos turbulentos del rock, la guerra de Vietnam, y el rechazo a los postulados de amor y paz de los hippies, la famosa road-movie tuvo a Peter Fonda en la dirección y una banda de sonido con bandas como The Byrds; The Jimi Hendrix Experience; Roger McGuinn; Steppenwolf y The Band.

 

Rafelson y Nicholson, compinches e inseparables

 

Pero no sería hasta 1970 cuando pegaría un batacazo con la maravillosa Mi vida es mi vida (Five Easy Pieces), donde descuella su amigo Nicholson en el rol principal como un hombre con mucho talento para el piano que reniega de la música para trabajar en unos pozos de petróleo y cuidar de su padre enfermo. Se trata de un film ácido y dramático que pone en cuestión cierto malestar y desencanto de la cultura norteamericana a partir de una historia íntima. Bien podía haber sido un relato de Raymond Carver en el tono con que trata las relaciones del protagonista con su entorno y con el mundo al ponérseles cada vez más difíciles. Por este título, Rafelson sería nominado al Oscar por  guion y dirección. Por fuera de Busco mi destino, donde encarna al abogado fumón, este sería el protagónico por el cual Nicholson se pondría en la mira de los estudios y del público.

El Nuevo Hollywood

A Rafelson se lo consideró uno de los artífices del llamado Nuevo Hollywood, movida desde la que surgirían interesantes realizadores como William Friedkin, Peter Bogdanovich, el mismo Roman Polanski (amigo personal de Rafelson y Nicholson y parte de un grupo que planeaba proyectos en común y también se divertían), Sidney Lumet, Peter Fonda, Sam Peckinpah, George Roy Hill, George Romero y John Carpenter desde el terror y el fantástico respectivamente, entre los más notorios. Además de Nicholson, otros actores que participaron de la movida fueron Dustin Hoffman Gene Hackman, Robert Duvall, Martin Sheen, John Cazale, Gene Wilder, Richard Dreyfuss, Donald Sutherland, Elliott Gould y Bruce Dern.

En esas décadas –60 y 70–, los estudios no tuvieron el poder de injerencia de décadas anteriores porque la famosa fábrica de sueños y sus fórmulas habían caducado al ritmo de la crisis de la guerra fría y la invasión a Vietnam con sus miles de soldados muertos. Y los realizadores, cuya reputación crecía a la par de las taquillas interiores, hacían valer sus “final cut”.

Desde joven, Rafelson hizo pesar su rebeldía negándose a trabajar en una fábrica de sombreros que tenía su familia, y ese gesto marcaría su trayectoria y buena parte de los proyectos que produjo, y ya con ánimo de no depender de los estudios, armaría su propia productora en 1962, que primero llamó Raybert –con la que produciría Busco mi destino– y luego BBS, instigado por las formas de producción del cine europeo con sus movidas poderosamente artísticas como el Free Cinema inglés, la Nouvelle Vague francesa y la estela dejada por el Neorrealismo italiano de las que era un ferviente admirador.

“El problema de hacer cine no es que no contemos con gente de talento; lo que pasa es que no tenemos la gente con el talento necesario para reconocer el talento y para  mostrar lo que hoy la industria no muestra, sobre todo las fallas del sistema, eso es lo que estimula a los artistas y no una propuesta mentirosa en donde se diga que todo está bien en este país”, supo decir hacia mediados de los 70.

Luego de Mi vida es mi vida o, mejor dicho, a raíz del suceso del film, firmaría un contrato junto a su socio Bert Schneider –quien era el encargado de los negocios puesto que Bob prefería escribir los guiones y luego encontrar el tono de las historias con los actores– con Columbia Pictures para filmar seis películas. También su postura fue clave para que otros realizadores fueran tenidos en cuenta y despegarán en una industria muy determinada financieramente. Uno de ellos fue Peter Bogdanovich, a quien vio prometedor y se encargó de llevarlo para el lado de la propuesta contracultural que identificaba a su productora. Con 75 mil dólares de presupuesto, Rafelson financió <La última película<, que situaría a Bogdanovich como una suerte de Truffaut americano y que conseguiría la friolera de ocho nominaciones al Oscar.

Rafelson tenía mucho olfato para detectar dónde estaban las posibles figuras de un cine narrativo que mantuviera los principios de independencia creativa y planteara todo aquello que la industria anquilosada se negaba a ver, como las vicisitudes del norteamericano medio y los condicionantes sociales y familiares que iban anulando su deseo.

Las falencias del sueño americano

En 1981, Rafelson dirigiría la que sería una interesante remake de la novela negra de James M. Cain El cartero siempre llama dos veces, (The Postman Always Rings Twice) con guion original del dramaturgo y realizador David Mamet, donde Nicholson pondría el efecto imprescindible –su rostro, sus modos– para animar al vagabundo que cae  prendido de las piernas de una mujer casada que ansía desprenderse de su marido. El film tuvo también a la bella y seductora Jessica Lange, en el protagónico femenino, y que bien lleva ese amor fou que va configurando la inevitable tragedia.

Tanto Lange como su marido el escritor y actor Sam Shepard solían compartir veladas con Rafelson, quien poco después del estreno de El cartero… fue despedido de los estudios Fox, donde iba a producir un film con Robert Redford, por trenzarse a golpes con un ejecutivo y romperle la mandíbula. Más tarde vendrían el cautivador thriller Viuda negra (Black Widow, 1987) y el film de aventuras sobre la búsqueda de las fuentes del Nilo al que tituló Las montañas de la luna (Mountains of the Moon, 1990) que no fueron debidamente distribuidas por las compañías. Viuda negra es un thriller de una densidad apabullante donde Debra Winger y Theresa Russell –dos actrices afectas también a la movida del Nuevo Hollywood– inician un duelo personal sin límites.

“Prefiero hacer otras cosas con mi vida que depender de Hollywood. También hay otras razones y es que mis películas son producciones independientes y es muy difícil encontrar financiación. No me importaría que los grandes estudios me encargaran proyectos, pero no lo hacen, quizá porque soy un poco problemático”, confesaría en 1996, en el festival de San Sebastián, comentando en rueda de prensa su escasa producción como director. Su último film fue Un motivo aparente, (No Good Deed, 2002) un policial neo noir basado en un relato de Dashiell Hammett, que pasaría desapercibido no obstante contener todo aquello que sería su sello distintivo: desnudar las profundas falencias del llamado sueño americano. Verdadero iconoclasta del star-system, Rafelson moría hace unos días en su casa de Aspen, Colorado, a los 89 años.

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