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Biblioteca Vigil: recuperación y memoria en la producción de lectura

La Editorial de la Biblioteca Vigil vuelta a andar luego de la destrucción a la que la sometió la última dictadura, tiene como objetivo el rescate de valiosos títulos y la edición de materiales con problemáticas contemporáneas.


Uno de los hitos culturales de Rosario es sin duda la llamada Biblioteca Vigil, un espacio glorioso para articular todo aquello que pertenece al universo de lo denominado cultura popular, es decir, el acceso directo a bienes y conocimientos que incidirán en una formación donde prevalezca la idea de que no hay mejor logro que una vida digna y en libertad y que una de las variables para consolidarla bien puede ser la organización barrial y la autogestión en los conglomerados urbanos.

La Biblioteca tuvo una época de oro y fue reconocida en la ciudad, en el país y en el mundo porque su objetivo fue la relación con la comunidad y sus necesidades, sobre todo la de los barrios sureños que rodeaban su edificio de Alem y Gaboto. Tuvo un proyecto pedagógico muy intenso: en el 76, apenas iniciado el golpe cívico-militar, al jardín de infantes iban 200 niños, a la primaria 650; la secundaria contaba con 800, y en la llamada universidad popular cursaban 1.200 alumnos. La piedra mágica fue una rifa que se transformó en su legítimo sustento; editó libros de hoy grandes escritores y poetas entre los que se cuentan Juan José Saer, Francisco “Paco” Urondo y Juanele Ortíz, y encomiables colecciones de educación; la mencionada universidad popular ofrecía talleres de aprendizaje y capacitación en áreas artísticas y de oficios; su enorme biblioteca tenía una circulación increíble de lecturas in situ o de préstamos y venta de libros. Eso ocurrió desde mediados de los 60 hasta 1977, donde una intervención del entonces gobierno cívico-militar “aniquiló” toda la gesta saqueando literalmente bienes y materiales y destruyendo libros, apenas un signo del modus operandi replicado en todo el país para asesinar, desaparecer y controlar ideológicamente a la población.

Luego de persistentes reclamos de socios viejos y nuevos –constituidos en asamblea en 2004– para recuperar el edificio, se logró que el tema fuera tomado en la Legislatura provincial y se sancionara una ley para restituir el inmueble a su comisión directiva, algo que ocurrió en 2013. A partir de allí, la Biblioteca comenzó nuevamente a motorizar la construcción social en la que se había empeñado antes de su destrucción. Y uno de sus baluartes principales, la Editorial de La Vigil, conformada por un equipo de trabajo que piensa la producción de libros en íntima relación con la comunidad, está hoy funcionando a pleno, recuperando colecciones y pensando otras nuevas para inscribir nuevamente esa idea de que los libros –no todos, claro, pero sí muchos– son indispensables para vincular experiencias e intenciones políticas que impactan subjetivamente.

Dos semanas atrás se presentó Esto no es poesía, un cuidado libro que reúne la obra del poeta Rubén Sevlever –ya editada en distintas épocas por La Vigil– con textos introductorios de periodistas y escritores para la colección Homenajes, que se suma a otras ediciones como parte de la tarea que se quiere desplegar.

Reparación histórica

“El plan original de esta nueva etapa de la Editorial fue preguntarnos qué colecciones queríamos recuperar y cuáles queríamos lanzar como nuevas; recuperar los derechos de los libros editados en su momento se vincula con la reparación histórica, con la pérdida del patrimonio de la Editorial, con los derechos adquiridos y los libros desaparecidos y quemados durante la intervención militar. Tenemos un criterio para la selección de los títulos editados anteriormente, que sería la de los que más vigencia podrían tener hoy, lo que pasa es que cuanta más vigencia tienen, más metidos están en el mercado editorial. Por ejemplo, los derechos de la obra de (Juan José) Saer son de Planeta y Random House Mondadori, entonces todo lo que entre legalmente en una recuperación tiene que pasar por la órbita de la Justicia; la intervención militar hizo un inventario de todos los libros existentes en el depósito de la editorial antes de quemarlos, de destruirlos; en ese inventario había cinco mil ejemplares de La vuelta completa (primera novela de Saer). Recuperar sería tener derecho a la reimpresión de esos cinco mil ejemplares, lo demás es gestionar la cesión de derechos pero es algo imposible por el blindaje legal que tiene la obra de Saer, o de otros como Paco Urondo, por ejemplo”, señaló Patricio Bordes, coordinador del equipo editorial.

Hay equipo

En relación a cómo se va conformando la publicación de un libro, Bordes explicó: “Somos un comité editorial y funcionamos con un equipo de gente capacitada. Cuando alguien trae un texto, la primera tarea es leerlo y decidir si es publicable en algunas de las colecciones y si es así hacemos el trabajo de corrección con el autor y planteamos la estética gráfica, y luego buscamos hacer el aporte concreto desde esta época y desde nuestras experiencias, ver las políticas editoriales del pasado y tratar de abrir otros caminos. Es una valoración que hacemos de los materiales, si el libro pasa seis lecturas es que tiene potencia; ofrecemos eso a la gente, a veces  el encuadre del material que llegó está bueno pero no hay potencia en la lectura y no es una sola persona quien dice eso, no hay un principio comercial sino uno colectivo de lectura, nos lleva tiempo pero es lo más enriquecedor. En función de estas lecturas hacemos una reseña del texto y esa reseña se discute en comisión directiva, y si se aprueba hacemos un plan sobre cuántos libros hay que hacer, cuánto salen, cuánto tiempo pueden demorar, incluso en el proceso de lectura sumamos otra gente, como un chico de 12 años que viene a la Biblioteca y es lector. El grupo ubica los textos en el campo de la literatura o del ensayo y luego las reseñas son leídas por 15 personas más, entonces los libros entran a una institución que tiene un metabolismo propio y si lo supera los podemos pensar de cara a la sociedad. La Editorial nace como política de la Biblioteca Popular para abastecerse y abastecer sin ningún fin de lucro, sino que apunta a producir lectura, que es la idea original”.

Memoria y diversidad

La tarea de la Editorial entonces es el rescate de autores y temáticas de las colecciones preexistentes y la aparición de otras nuevas, básicamente por necesidades de abordar problemáticas más contemporáneas. “Hoy tenemos las colecciones Alfa, Prosistas argentinos, Derechos Humanos y Homenajes. La de Derechos Humanos no existía antes, es una decisión vinculada con políticas de la memoria, con una decisión de recuperar la editorial; el libro El fusilamiento de Penina, de Aldo Oliva, sobre el asesinato de Joaquín Penina, entra en la colección Testimonios, que tenía que ver con historias de la Década Infame, de las décadas del 30 y 40, y hoy nosotros estamos publicando títulos de la nueva década infame, los 90, preguntándonos qué nos dejó la década del 90; la colección de Derechos Humanos sale por un certamen y el primer libro fue Transiciones argentinas, de Lucas Massuco. La idea es abrir la perspectiva con problemáticas ligadas a lo ecológico, a los femicidios, temáticas vinculadas a la diversidad; queremos abordar la fumigación con glifosato que es una problemática muy candente, donde hay un crecimiento superlativo en los tumores que trae aparejada la aplicación de estos productos; con el tema ecológico es interesante analizar el modelo de producción agrícola actual y a la vez poner de relieve las propuestas de superación de ese modelo, hoy hay estudios que dicen que la producción agroecológica tiene el mismo rinde que la actual, que se maneja con agrotóxicos, incluso con la mitad de la inversión, ésa sería otra temática vinculada al presente. Las colecciones de educación fueron muy importantes; vamos a sacar un libro sobre la problemática educativa actual relacionada a la problemática educativa de los años 70”, contó Bordes.

Autonomizar el interior

Evidentemente, esta tarea de rescate y la incorporación de problemáticas contemporáneas en la que se embarcó la Editorial tienen un peso específico simbólico mucho más grande que haber empezado de cero, fundamentalmente por una cuestión de memoria, que es justamente lo que permite avanzar hacia el futuro. “Reponer el libro de Sevlever tuvo como marco esta política de memoria, porque si nos escindimos caemos en el hiato de la memoria y eso trae la dificultad de que lo que hay detrás es muy grande, se hacía con otros recursos y la ruptura sí tuvo consecuencias en nuestras condiciones de posibilidad actual. En su momento hubo colecciones literarias con una noción que permitía autonomizar el campo literario del interior, recuperar las colecciones que tienen más de cincuenta años es pensar que en esa continuidad hay una intención que era la de la política de la editorial. Esa política permitió publicar autores del interior del país y hoy ésa sigue siendo la apuesta, la diferencia es que lo que permitió eso es la cantidad de recursos materiales, simbólicos y culturales que generó la Biblioteca y que hoy no están; pero los tenemos que recuperar, fundamentalmente esa conciencia sobre los autores del interior que no estaba vinculada al reconocimiento porteño, que es un poco la misma discusión de hoy, porque el 90 por ciento de la industria editorial está en manos de transnacionales”, explica Bordes.

Rosario, ventana al mundo

La industria editorial está concentrada igual que el mercado, en los últimos años surgieron editoriales pequeñas e independientes, pero las posibilidades de circulación y distribución de esos materiales es casi nula, por eso es valiosísimo el planteo de la Editorial Vigil. Este marco conceptual para poner en evidencia esta nueva etapa, privilegiando la idea de la memoria y sobre todo la cuestión geográfica para sostener ese embate permanente que es la centralización en Buenos Aires, que es el mercado definiendo las políticas de dónde se consagra una obra, la pone en un lugar de vanguardia. “En los 60 la Editorial no tenía fines de lucro, hacía tiradas de 200 mil ejemplares y no eran para vender, muchos de esos libros iban como regalos y como donación a las escuelas y se llegaron a vender 80 mil números de la rifa y muchos de esos números iban acompañados por un libro; hace poco cuando le comenté a una vecina que yo trabajaba acá, me mostró un libro que tenía de la época de las rifas, son parte de la vida cultural y la memoria de un montón de gente. Rubén Naranjo (director de la Editorial hasta la intervención) se asesoraba con el legendario Boris Spivacow, de Eudeba, y las tiradas promedio de ese entonces eran de cinco mil ejemplares; llegó a haber tiradas de 35, 90 y 200 mil libros, eran libros que si bien se distribuían en librerías, el circuito principal era el que iba con la rifa y los que iban para el Canje Internacional del Libro, que fue un proyecto de la Unesco. Una chica argentina que está trabajando en la Biblioteca Nacional de México me mandó la foto de libros de la Vigil de esa época que están en esa biblioteca y esas colecciones hoy circulan en bibliotecas de todo el mundo; si pedís un libro de la Vigil en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, aparece; en Cuba lo mismo; la circulación del libro que inauguró Vigil a través de este intercambio desde el sur de Rosario era también una novedad porque el circuito del libro en ese momento era Buenos Aires-París. La política de la editorial era que el libro llegue a bibliotecas de todo el mundo a través de circuitos no comerciales, era un proyecto que pudo conseguir un espacio universal desde el sur de Rosario: publicaban autores del interior del país como Juan Carlos Dávalos o Francisco Madariaga, de Salta y de Corrientes y mayormente santafesinos con la idea de hacerlos circular por el mundo; la concepción era organizar un catálogo para mostrar no solamente al socio, sino a los usuarios de bibliotecas del mundo”, concluyó Bordes.

Talleres y lecturas

En la actualidad los socios de la Biblioteca Vigil rondan los mil quinientos; se retiran los textos siendo socio pero la consulta es abierta a la comunidad y con la cuota, se tiene acceso a cualquiera de los 30 talleres culturales que brinda la Vigil y que ofrecen ajedrez, tela, circo para niños, guitarra, en la línea de lo que era la Universidad Popular. El socio paga 50 pesos y puede comprar los libros que publica la Editorial a mitad de precio.

Fachada de la Biblioteca Vigil actualmente ubicada Alem y Gaboto.

Una rifa con historia

La idea en la medida de las capacidades logísticas de la Editorial es seguir generando un circuito del libro que tenga una pata en lo comercial, y otra que tiene que ver con la donación a otras bibliotecas populares. En la intención de sostener el espíritu original se volvió a vender la histórica rifa que permitió costear económicamente todas esas actividades.

Imagen de archivo de las actividades pedagógicas realizadas en la biblioteca.

El equipo

El equipo de la comisión editorial lo integran: Patricio Bordes (coordinador), Valentina Militello (diseñadora), Virginia Macario, Marianela Goicoechea y Carolina Musa (correctoras), Roberto Frutos e Iván Cótica (administración), Mi-caela Pertuzzo (fotografía), Juan Prol (ilustración). Además se su-man al equipo en las actividades de lectura Gabriel Caciorgna y Daiana Latini.