Maria Bethania volvió a Buenos Aires para cautivar a un Gran Rex colmado de fans, que el sábado deliraron al descubrir en la platea a su hermano Caetano Veloso.
Presentación de «Túa» y «Encanteria». Maria Bethania. Con J. Alem (guitarras, viola brasileña, arreglos, dir.), J. Helder (bajo, guitarra), C. César (batería, percusión), M. Lobo y R. Vargas (percusión) y V. Gonçalves (acordeón, guitarra). (Teatro Gran Rex, 23 y 24/10).
Al amparo luminoso de cantantes ilustres de América Latina, como Elis Regina, Chabuca Granda, Violeta Parra o Mercedes Sosa, hace rato que la bahiana Maria Bethania superó todas las barreras y se instaló en ese mismo podio sagrado.
La exquisita Bethania (sorprendentemente con su hermano Caetano Veloso sentado en las primeras filas de la platea) cumple con todos los requisitos de los grandes cantantes. Su voz, que deja traslucir mucho trabajo, parece que saliera de las entrañas y se expande en la sala con la mayor naturalidad. Su carisma y su fuerte presencia -un par de cambios de ropa, pies descalzos, larga melena ensortijada y entrecana, sonrisa amplia- se adueñan del escenario que está tapizado de flores rojas. Su banda, dirigida por el guitarrista y arreglador Jaime Alem, tiene una fuerte presencia percusiva (tres músicos sobre seis) y está cada vez más cerca de Brasil y más lejos de las estandarizaciones. Su repertorio es im-pre-sio-nan-te: temas de Chico Buarque, Caetano (a quien alabó y agradeció «el honor» de acompañarla, pero nunca invitó al escenario por más que el público lo reclamara), Gonzaguinha, Roberto y Erasmo Carlos. También autores menos conocidos como Roque Ferreira, Paulo César Pinheiro, Dori Caymmi -el hijo de Dorival-, Saúl Barbosa, Pedro Abrunhosa, Vander Lee, el mismo Alem, Roberto Mendes o Nizaldo Costa, con piezas de excelente factura, que se engrandecen de manera superlativa en sus interpretaciones.
Esta visita tenía el objetivo de presentar dos álbumes que se editaron en Brasil y en Argentina de manera casi simultánea: «Túa» y «Encanteria». Hubo, claro, varios temas de allí y también muchos de muy diferentes tiempos de la artista. Fue monumental en su versión de «Terezinha» de Buarque o en su canto «a capella» para «Explode de coraçao» de Gonzaguinha; generosa al invitar Miúcha -la hermana de Chico Buarque injustamente menos conocida por aquí- para compartir «Cabocla Jurema»; minimalista en la puesta, vestuario y escenografía de sencillo buen gusto, grupo centralmente acústico y la voz en primer plano. Fue, en todo momento, la artista imprescindible que ocupa un lugar destacado en la historia de la música del continente.
Compartir
Comentarios