La Nueva Alianza Flamenca (N-VA), el partido republicano y conservador que ambiciona la independencia de Flandes logró ayer un triunfo espectacular en las elecciones en Bélgica y se vislumbra un importante giro en el país. El grupo de Bart de Wever superó todas las expectativas al obtener alrededor del 30 por ciento de los votos en Flandes (un 18,69 por ciento en el conjunto del país, con el 85 por ciento de los votos escrutados) y convertirse en el primer partido, con 28 de los 150 escaños del Parlamento, según informó el diario español El País.
Los francófonos viven la coyuntura como un drama y se plantean cómo formar un frente ante las temidas reformas del Estado que reclamará la N-VA. Sin embargo, en su discurso de celebración de la victoria, comenzado por una cita en latín, De Wever intentó llevar tranquilidad: “Tiendo la mano a los francófonos”. Por su parte, Elio di Rupo, el líder de los socialistas (34 por ciento en Valonia y Bruselas, que se traduce en un 11,4 por ciento en el conjunto del país, y 25 escaños), convertidos en el partido de los francófonos, reconoció el gesto.
“Queridos amigos. Nil volentibus arduun. N-VA”, dijo Weber en latín a modo de saludo a los enfervorizados seguidores que lo esperaban para celebrar el triunfo en un hotel del centro de Bruselas. Lo tradujo de inmediato: “Nada es imposible para quien de verdad lo desea”. El deseo de su partido, que no llega a los 10 años de vida, era convertirse en el motor del cambio hacia una Bélgica más descentralizada, como paso obligado hacia la escisión, y De Wever cree estar ahora en condiciones de catalizar ese cambio. Sin embargo, el camino sigue siendo bastante complicado. “Somos conscientes de que el 70 por ciento de los flamencos no ha votado por nosotros y que habrá que tender puentes”, reconoció Weber.
En su calidad de primer partido en Flandes, unos seis millones de habitantes de los 10,5 millones de Bélgica, el líder del N-VA habló de responsabilidad y fijó dos prioridades: “Poner orden en las finanzas públicas y reformar el Estado”.
La primera tarea será controlar los flujos financieros entre las regiones y tutelar gastos como pensiones y seguridad social. La segunda, será modificar las estructuras y reparto de poderes entre las regiones. Su objetivo es descentralizar Flandes y Valonia para que vivan como entidades separadas y se unan sólo en ocasiones.