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Batallas perdidas, pelea en pie

La gestión Binner sufrió tres derrotas legislativas a manos de reutemistas y kirchneristas en su intento de plasmar la reforma tributaria. Ahora, los jefes comunales del Frente Progresista le ponen el cuerpo.

Por: David Narcizo

La guerra por la reforma tributaria en Santa Fe sigue firme a pesar de que el gobierno provincial lleva tres batallas legislativas perdidas desde que llegó al poder en 2007. En esta oportunidad, son los intendentes del Frente Progresista los que se pusieron la iniciativa al hombro.

La reunión de los jefes comunales en Santa Fe la semana pasada fue el primer paso en busca de meter presión a las diferentes vertientes del justicialismo que hasta ahora obstaculizaron la reforma y perpetúan las exenciones impositivas a los actores de la economía provincial con mayor capacidad contributiva.

La constitución de un núcleo político por parte de jefes comunales se demoró más de la cuenta y debe contabilizarse en la lista de déficits político del Frente Progresista.

Si bien varios pregonaron en estos años la necesidad de la reforma tributaria, hasta ahora no habían operado en bloque sobre la Legislatura desplegando esa no menor cuota de poder que les otorga la representación del 70 por ciento de los habitantes de la provincia.

Según los intendentes, el encuentro de Santa Fe fue “el comienzo de un funcionamiento orgánico y articulado de la mesa de intendentes del Frente Progresista que se reunirá a partir de ahora de manera frecuente, en distintas localidades de la provincia, además de Santa Fe y Rosario”.

Una primera reunión que tiempo atrás había convocado Lifschitz tuvo algunas ausencias de intendentes radicales. En esta oportunidad el santafesino Mario Barletta apareció como promotor del encuentro, aunque en el Palacio de los Leones aseguran que fue Miguel Lifschitz quien le pidió al santafesino que fuera el anfitrión en su ciudad para que ningún radical sintiera que estaba contribuyendo a agrandar la figura del socialista siendo que es rival interno del ex rector de la UNL a la Gobernación.

Se trata de susceptibilidades propias de la política que mientras queden en segundo plano no tienen por qué generar inconvenientes, al menos en esta etapa en la que lo urgente son los recursos para gobernar el próximo año y medio y no las definiciones electorales.

La movida de intendentes podría darle volumen político a la ofensiva por la reforma, pero no garantiza que esta vez prospere en la Legislatura. Los senadores reutemistas están dispuestos a cumplir al pie de la letra la consigna de “poner palos en la rueda” que en los albores de la gestión del Frente Progresista proclamó con bestial sinceridad el ex intendente de Santo Tomé Ángel Piaggio.

Ese juego político va acompañado de otro componente que no debe ser menospreciado: la posición de reutemistas y obeidistas es consecuente con la forma en que gobernaron Santa Fe entre 1991 y 2007. Sus hombres y mujeres están convencidos que no es problema de justicia tributaria; que no hay contradicción en que el peluquero o el kiosquero paguen ingresos brutos y que industria, construcción y agro (entre los que cuentan desde pequeños de origen local a gigantes multinacionales) estén exentos. Aun cuando el modelo económico del país es otro y el propio gobierno nacional insta a las provincias a recurrir a esa fuente de financiamiento.

A nivel legislativo la llave para destrabar la reforma tributaria sigue estando en manos de los diputados del kirchnerismo local, cuyos votos son necesarios para superar los dos tercios del justicialismo en el Senado.

La semana pasada el presidente de los diputados del Frente para la Victoria, Luis Rubeo, volvió a mencionar la necesidad de una reforma tributaria integral. Es una postura que ya expresó en anteriores oportunidades pero que nunca se tradujo en el voto a la iniciativa, ni siquiera cuando surgió de su propio bloque. Si hay un acuerdo conceptual sobre la necesidad de la reforma tributaria es increíble que ésta naufrague por un punto más o menos en la alícuota a aplicar. Es evidente que otras cuestiones gravitaron: entre otras, la política nacional es un factor que define los movimientos del kirchnerismo local ante cada proyecto de la Casa Gris.

El fracaso en tres oportunidades de la reforma tributaria prueba que Santa Fe tiene un gobierno que aún cuando está necesitado de la aprobación de proyectos vitales para la gobernabilidad no recurrió a métodos que exceden las reglas de la política. Para algunos puede sonar a premio consuelo. Para otros a apología binnerista. Sin embargo excede esos campos: dejar fuera del análisis esa veta del asunto, no decirlo, implica no valorar el piso sobre el que logra hacer pie el gobierno de Santa Fe en un contexto de corrupción privada e institucional que atraviesa de lado a lado al país.

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