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Barro blanco: nacimiento, apogeo y la tormenta perfecta que hizo naufragar a Sancor

La unión de cooperativas que nació para romper un monopolio y se convirtió en la principal empresa láctea del país cumplió 85 años siendo la sombra de lo que fue. Creció respaldándose en el Estado y motorizando el desarrollo en tres provincias, y ahora se asoma a un mercado interno en caída


En 1940, a dos años de su conformación, la cooperativa de cooperativas que aún no era Sancor inauguró su primera planta.

“Los enemigos de los tamberos, de los productores, son los fabricantes pertenecientes al monopolio inglés que se llevaban del país para Inglaterra todo el esfuerzo de los productores argentinos. Es necesario crear un organismo de segundo grado e instalar una fábrica para industrializar y comercializar la producción. No estamos con las fábricas particulares lucrativas. Estamos por la defensa del productor”, proclamó en 1937, Marcos Dubrovsky, quien en los años siguientes sería reconocido como uno de los más prominentes dirigentes cooperativistas del país.

La reunión, citada por el historiador e investigador Daniel Plotinsky, resultó determinante: en la localidad mediterránea de Brinkmann representantes de 16 cooperativas tamberas del centro oeste santafesino y de la zona este de Córdoba resolvieron en la a profundizar su modelo en lugar de avanzar en una sociedad anónima. Un año después se conformaba formalmente una cooperativa de segundo grado, una cooperativa de cooperativas, “libre y democrática”, “con profundo contenido humano y social” para promover una “distribución equitativa de la riqueza”.

El 31 de octubre de 1940 los cooperativistas inauguraban la “Fábrica de Manteca Cooperativas Unidas Limitada de Sunchales”, en Santa Fe, que poco tiempo después gestaría una nueva marca identitaria en base a su propia geografía: SanCor, el acrónimo de Santa Fe y Córdoba. De aquel legendario origen hasta hoy, Sancor atravesó todos los estadíos posibles. Se convirtió en un gigante nacional y traspasó fronteras sin abandonar su concepción de origen, sembrando plantas industriales o centros logísticos en pequeñas localidades santafesinas, cordobesas y bonaerenses; pero a la par aplicó un modelo gerencial análogo al de las empresas privadas que utilizan o crean tecnología de punta. Se recostó sobre el Estado para solventar su expansión e innovación; pero se asoció con grupos privados para ocupar nuevos frentes, y logró mantener su crecimiento hasta en coyunturas de desmembramiento industrial y de presiones dictatoriales al momiviento cooperativo. Entonces, ¿cuál fue la tormenta perfecta que hundió lo que parecía una nave imbatible?

En noviembre, Sancor cerró la planta de elaboración de quesos blandos de la ciudad de San Guillermo, de unos 10 mil habitantes en el departamento San Cristóbal. La había reabierto en junio pasado, en sociedad con la pyme láctea Aristeo SA, tras unos tres años de inactividad, ocupando sólo una fracción de la capacidad instalada, con 26 trabajadores de los 120 que cumplían tareas en tiempos no tan lejanos. Era una de las seis que quedaron en manos de la cooperativa, de las 16 que tenía en plena actividad antes de sus dos fuertes caídas, en 2005-2006 y en 2016-2017. Sancor atribuyó la decisión a un conflicto sindical con Atilra, el gremio del sector, que a su vez recordó que los trabajadores de la leche vienen resignando ingresos desde el gobierno de Cambiemos. Siete años atrás, en abril de 2017, convalidaron en asamblea recortar el 15% de su sueldo por seis meses –en realidad era “diferir” esa porción hasta 2018– pero el aporte no fue devuelto ni los salarios actualizados.

Y tampoco se lograron preservar los puestos de trabajo, por lo cual el gremio Atilra participó del acuerdo nacional. Es que Sancor es la sombra de lo que fue: actualmente conserva unos 1.700 de los más de 5 mil puestos de trabajo que tuvo, procesa poco más del 10% de los litros de leche que alcanzó en su pico máximo diario, cuando superó los 6 millones de litros. Así, la cooperativa transita de lleno en el tercer ciclo de crisis en dos décadas, cuando asume un gobierno que hizo campaña con un discurso claramente hostil hacia la economía social. ¿Qué pasará de ahora en más con el entramado que llegó a tener cinco décadas de crecimiento y oficinas en Estados Unidos y sucursal en Brasil?

 

El programa y los asistentes a la gran inauguración en Sunchales: el cooperativismo en pleno crecimiento.

 

Economía cooperativa

Sancor nació en otra Argentina, cuando la línea de fortines que había acordonado la frontera de ocupación desplazando de sus territorios a los pueblos originarios –o asimilándolos– había dejado paso a poblaciones estables, que además se extendían junto al tendido de los ferrocarriles ingleses, alrededor de las estaciones de reabastecimiento y control. Fue la tercera oleada de colonos, todas impulsadas por el gobierno central, la que se asentó y permaneció en el territorio en el que abundaban los sunchos, una de las varias especies de arbustos que se conocen como chilcas. “El Estado entregaba vacas lecheras –junto a los implementos agrícolas básicos– a los colonos. Italianos, franceses, españoles, suizos, alemanes, belgas, ingleses y judíos fueron los pioneros en el desarrollo de la lechería”, explica la historiadora Gabriela Olivera, de la Universidad Nacional de Córdoba.

Así, a fines del siglo XIX y principios del XX crecían nuevas poblaciones, a la par que expandían nuevos cultivos y animales que no habían existido antes. Y recreaban modos de producción y de organización que traían de sus países de origen. Una fuerte demanda mundial de cereales fue la clave de la colonización tanto a nivel público como de empresas privadas. Pero pronto comenzaron a aflorar las tensiones entre terratenientes y colonos arrendatarios, que generaron el movimiento rural que se recuerda como Grito de Alcorta, en 1912, que desde el sur santafesino se expandió hacia Córdoba y Buenos Aires. Olivera reseña que una de las vertientes del cooperativismo surgió del seno de la Federación Agraria, conformada en aquel movimiento de lucha. Otra de la Asociación de Cooperativas Argentinas, fundada en 1922. Y la tercera, hacia el norte de ambos territorios agrícolas, la de la lechería.

Limpieza de tarros de leche con vapor, una de las primeras tecnificaciones.

 

Fue la precariedad lo que impulsó a los productores a asociarse, para obtener un mejor precios pero sobre todo para no perder el producto: “La mayoría de los tambos tenía pisos de tierra; carecían de instalaciones y piletas de refrescado, necesarias para reducir la cantidad de microbios; empleaba vacunos que no eran específicamente lecheros; ignoraba la existencia del ordeñe mecánico y del escalonamiento en las pariciones para evitar interrupciones en la producción. Con la leche que se acopiaba de estos tambos –de un radio de influencia generalmente no superior a una legua– se producía la crema, materia necesaria para la elaboración ulterior de la manteca en las fábricas. Las cremerías eran –desde el punto de vista técnico-económico– unidades industriales elementales en las cuales se realizaba el desnatado mecánico de la leche. La fabricación de la crema resolvía, en parte, el tema de la conservación del producto lácteo”, describe Olivera.

Así, ya en 1918 se crea la Sociedad Cooperativa de Lechería de Zavalla Limitada, con “altos índices de crecimiento en el período”. Y en 1928 la Unión de Mantequerías de San Carlos Centro, que reúnen el capital para construir su propia fábrica de manteca. También lo hace en 1934 la Asociacion Unión Tamberos de Franck. Y más tarde, en 1938, una entidad gremial reforma sus estatutos y se convierte en la Sociedad Cooperativa de Tamberos de la Zona de Rosario.

Pero la que despuntaría con un crecimiento imparable sería Sancor. De la inaugurada fábrica de manteca saldría ese producto y caseína, una proteína de la leche, de los tambos de sus cooperativas asociadas, que se multiplicarían pronto: las 16 originales pasarían a ser 155 en 1947, y 234 en 1952, cuando Sancor no había cumplido 15 años de su fundación.

A la fábrica de Sunchales inaugurada en 1940 le seguirían otra plana en Brinkmann, Córdoba en 1943, para producir manteca de exportación, mientras que en la ciudad santafesina Sancor inicia la elaboración de dulce de leche. En 1947 se construye en Gálvez el primer depósito de maduración de quesos. Es, además, una fuerte etapa de tecnificación de los tambos. Las cooperativas primarias delegan en Sancor la elaboración de productos y su comercialización, y la cooperativa genera un circuito de sostén para los productores primarios. Pero además planifica plantas en toda la región que se irán convirtiendo en centenares de puestos laborales, crea de la Federación de Centros Juveniles para los hijos de los asociados, y genera un movimiento económico, social y cultural en constante crecimiento, con sociedades mutuales, almacenes, farmacias fundadas bajo su amparo. Hasta una de las firmas de mayor reconocimiento y rankeada entre un centenar de cooperativas del mundo, Sancor Seguros, se fundó bajo su ala: funcionó originalmente en el primer piso de la planta de Sunchales y aseguró a su personal.

Para 1962 la fábrica original de Sunchales inicia la elaboración de leche pasteurizada, y un año más tarde diversifica su producción elaborando leche en polvo. Y para 1970 inicia la producción de lácteos frescos, como yogures, flanes y postres. Pero en todo el devenir la expansión de la cooperativa –aclara la investigadora Noemí Girbal-Blacha, de la Universidad Nacional de Quilmes– “cuenta siempre con el respaldo del crédito oficial, tanto en tiempos de prosperidad como de ajuste; de gobiernos autoritarios como en épocas del retorno a la democracia”. Y marca que así, en 1986 la cooperativa da un nuevo salto de expansión con la creación de SanCor do Brasil, con sede en San Pablo. Y referencia un nuevo salto con el lanzamiento, en en 1995, de la leche especial Sancor BIO conjuntamente con el Centro de Referencia para Lactobacilos, un instituto del Conicet en la Universidad Nacional de Tucumán, lo cual “da muestras del alcance de la ciencia de financiamiento público asociada a la empresa privada para mejorar, mediante sus resultados, la alimentación y la calidad de vida de la población”.

Sancor había logrado así sortear los tiempos más duros para las cooperativas, con dos dictaduras (1966-1983 y 1976-1983) que se ensañaron con el movimiento cooperativo –especialmente con el cooperativismo de crédito– originado en activistas anarquistas y socialistas primero, al que se sumaron comunistas después. Y la convertibilidad de los 90 resultó el tiro de gracia para otras que sobrevivieron, entre ellas, la mayor, El Hogar Obrero. El Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, fundado en 1958, fue defenestrado con noticias falsas tras el golpe de Estado de 1966: el historiador Plotinsky marca que un titular de prensa lo apuntó esa misma semana por evasión y sus directivos fueron detenidos: ni siquiera les tomaron declaración, pero fueron mantenidos varios días en prisión. Y la dictadura siguiente, con la entonces nueva ley de Entidades Financieras elaborada por el ministro de Economía José Martínez de Hoz obligó a cierres o fusiones para convertirse en bancos, al eliminar la forma cooperativa del sistema financiero. “En ese momento, 273 de las 379 Cajas de Crédito cooperativas existentes deciden su transformación, lo que –producto de las fusiones necesarias para alcanzar los capitales mínimos exigidos– genera la aparición de 77 nuevos Bancos cooperativos. De estos, hoy sólo sobrevive uno”, marca Plotinsky.

En Santa Fe, Chaco y Corrientes, las cooperativas vinculadas a la Ucal (Unión de Cooperativas Algodoneras) sufrieron un asedio peor, con muchos de sus dirigentes, vinculados a las Ligas Agrarias y al peronismo, encarcelados, secuestrados o exiliados.

Y a El Hogar Obrero, cooperativa fundada por los socialistas Juan Bautista Justo y Nicolás Repetto, el golpe fatal les llega en los 90: el ministro de Economía Domingo Cavallo niega una línea de auxilio financiero a pesar de que su antecesor Erman González había captado todos los depósitos que tenía la institución y entregado a cambio bonos Bonex 89.

Por entonces, Sancor atravesaba la década sin los dos pilares sobre los que se había asentado: el consumo del mercado interno (que se acotaba) y las exportaciones que en paridad cambiaria 1 a 1 no tenían sentido. Se sostuvo con más innovación tecnológica.

El crecimiento de Sancor parecía imparable, sorteando bruscos cambios de política económica.

 

La larga agonía

El análisis “30 años de la Industria Láctea en la Argentina”, publicado en abril de este año por la Junta Intercooperativa de Productores de Leche, apunta que en 1994 Sancor ocupaba el primer lugar entre las 16 principales empresas lácreas del país, procesando en promedio 4.600.000 litros de leche por día, un 31% más que su seguidora, la privada Mastellone, con 3.200.000 litros. En ese ránking, seis firmas eran cooperativas, tres multinacionales, y las restantes siete, nacionales. Hacia 2009, el mismo ránking ubicaba a Mastellone en el primer lugar con una recepción de 3.660.000 litros de leche al día, seguida de Sancor, con 3.070.000 litros; y sólo 2 de las 16 principales eran cooperativas, en tanto que seis lugares eran ocupados por multinacionales.

En el ránking de 2022 la multinacional canadiense Saputo (La Paulina, entre otras marcas) ocupó el primer lugar, con un procesamiento diario promedio de 3.788.000 litros del leche, aventajando por algunos puntos a Mastellone (3.450.000 litros). Sancor quedó relegada al 12º lugar, con 533.333 litros. Siguen siendo dos las cooperativas supervivientes (La Suipachense en el lugar 14) y lejos de la década del 90 cuando dos cooperativas tenían los puestos 1 y 4: en el ránking de captación de toda la leche producida en el país, las empresas de economía social pasaron de captar el 33% en 1994 al 5% en 2022. En contrapartida, firmas multinacionales triplicaron capacidad: del 8% al 24%.

En ese entorno de tiempo, la Junta estima que la cantidad de tambos también se redujo (con salida de la actividad y concentración) a la mitad: de un estimado de 22.000 a 11.000.

En ese contexto, Sancor salió de la década del 90 con una deuda creciente. En las décadas anteriores había captado tambos y cooperativas de tamberos, comprado plantas de otras firmas del sector y ampliado líneas de productos. La línea gerencial avanza en alianzas comerciales y productivas como Sancor Dairy Corporation (2000) para comerciar a través del Nafta impulsado por Estados Unidos; Afisa, con una planta en Porteña, Córdoba en asociación con la cooperativa sueco-danesa Arla Foods. Pero ya atraviesa serias dificultades y avanza en abandonar la figura de cooperativa para constituirse como sociedad anónima en una venta a Adecoagro, firma multinacional del grupo Soros. Es la primera crisis terminal, en 2006, pero aparece otra ventana posible: Venezuela.

Una gestión del gobierno de Néstor Kirchner con su par caribeño Nicolás Maduro desemboca en un acuerdo por 80 millones de dólares que le permitirían a la cooperativa salir del ahogo financiero, a cambio de exportar leche en polvo y transferencia de tecnología, a través del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (Inti). “La firma de este acuerdo abre una nueva instancia en la renegociación de Sancor con sus acreedores, pero ahora en la perspectiva de seguir funcionando como cooperativa”, informa entonces el diario Página 12, completando que así se deja de lado un preacuerdo con Adecoagro “por el cual este grupo inversor se quedaba con el 62 por ciento del capital de una nueva Sancor”.

“El crédito se pagará con producto cuyo valor será el vigente al momento de cada entrega, calculando los intereses por el período transcurrido hasta entonces. En principio, el producto con el cual Sancor irá amortizando su deuda es leche en polvo en bolsas de 25 kilogramos”, se informa entonces.

Dos años después, en 2008, el acuerdo con el Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela (Bandes) “continúa sin inconvenientes”, según el sitio Agrofy News, que da cuenta de un convenio a 12 años por 135 millones de dólares.

Siete años después, para 2015, la crisis venezolana complica pero no ahoga a Sancor. “Los pagos del canje de energía venezolana por alimentos argentinos son administrados por un fondo fiduciario del Banco Nación, donde también están los de la industria avícola, que incluyen a la fallida Cresta Roja”, da cuenta La Nación. “Pese a las demoras en los pagos y a frecuentes viajes para gestionarlos, en SanCor aseguran que es un cliente importante y a mantener. Una compensación es que paga la tonelada de leche en polvo «bastante» más que el precio promedio internacional”, dice el mismo artículo.

Pero a pesar de la amortización con leche en polvo, es Sancor quien le debe al Bandes venezolano: la operación le permitió mantenerse como cooperativa, pero no deja de ser un acuerdo comercial. Sancor opera al límite y, para peor, ese escenario es previo a las inundaciones históricas que, meses más tarde, soportaría la cuenca lechera santafesina.

Un trabajo de posgrado de Alejandro Baggini, de la Facultad de Ciencias Económicas de Rosario, refiere la situación en 2016: “Precios mundiales de los productos lácteos que no resultan atractivos, acompañados de stocks en niveles elevados, y una menor demanda de dichos productos, hicieron que la producción nuevamente fuera volcada al mercado local. Como consecuencia de esto último, se genera una presión a la baja de los precios locales, complicación que se suma además en el caso de Sancor, a la demora de los pagos de uno de los clientes más importantes de la cooperativa: Venezuela”. En mayo de ese año, Sancor vende en 100 millones de dólares su línea de yogures, flanes y postres a Alimentos Refrigerados (Arsa), firma del grupo Vicentin.

El acuerdo “aglutina los productos frescos que produce en la actualidad Sancor, e incluye activos tangibles e intangibles de esa línea de productos como las unidades operacionales industriales de Córdoba y Arenaza, en la provincia de Buenos Aires, y las formulas y marcas de productos elaborados en esas instalaciones, entre las que se encuentran Shimy, Yogs, Sublime, Flan Casero y Primeros Sabores”, da cuenta la agencia de noticias Télam.

Y completa: “Sancor tendrá a su cargo la provisión de la materia prima leche, la comercialización, venta, distribución, almacenamiento y logística de los productos”.

Un año después, continúa el desplome: “El directorio de la empresa Sancor trabaja contra reloj para frenar una deuda que se ha tornado no sólo impagable, sino creciente, por acumulación de intereses, pero también de gastos corrientes en una estructura que quedó desbordada por el derrumbe de la actividad que provocaron las inundaciones en la cuenca lechera”, informa Télam en marzo de 2017.

El despacho da cuenta del cierre de cuatro plantas, con pérdida de 500 puestos de trabajo: Brinkmann (depósito importante de quesos y acondicionamiento de materia prima para seleccionarla por calidad), Coronel Charlone, Buenos Aires, (elabora roquefort); Coronel Moldes, Córdoba, (queso pasta dura para exportación y mercado interno) y Centeno, Santa Fe”.

En su reestructuración, Sancor pasó de 16 plantas productivas a 6 y de más de 5.000 trabajadores a 1.700.

 

El gobierno de Mauricio Macri, supedita un salvataje a un acuerdo con el gremio Atilra para todo el sector lechero, con rebaja de aportes de las empresas. Su ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile, se queja se queja de Sancor: “El año pasado aportamos $250 millones para que pueda recomponer su situación y terminó convalidando subas salariales que estaban por arriba de sus posibilidades”. Cuando se firma el convenio los trabajadores aceparon resignar el 15% de su salario y el gremio Atilra admitió una rebaja del llamado “aporte solidario”. El sitio especializado eDairy News marca que de los 3.838 pesos por trabajador las pymes lácteas pasaban $750 y las empresas mayores $1.500. para las más grandes. Actualmente ese monto alcanzaba los $ 3.838. Además se comenzaría a “trabajar sin presiones para un nuevo convenio colectivo de trabajo para el sector”.

La Nación daba cuenta por entonces de un “reordenamiento del mercado lácteo argentino, con miles de litros de leche diarios que dejó de recibir la empresa de Sunchales y que están siendo absorbidos por grandes y pequeños jugadores”. La caída de Sancor “les dio un poco más de protagonismo a La Serenísima y a sus competidores más grandes, como Molfino, Ilolay, Danone, Saputo y Verónica”, citó y también incluyó a pymes como Tregar, Elcor, Milkaut, Yatasto, La Lácteo o Corlasa. “Según fuentes de la industria, de todas estas compañías, quienes más absorbieron lo que dejó Sancor fueron Saputo y Tregar”.

Todavía entonces Sancor recibía 950.000 litros, mucho menos del 1,5 millón, que recibía meses antes y apenas entre la tercera y la cuarta parte que el año anterior. “Sancor producía 13 millones de litros por mes de leche larga vida y todavía no se sabe quién podría ocupar ese lugar”, exponía un empresario del sector. En quesos en horma, en cambio, la cooperativa de Sunchales “no tenía una posición tan dominante” y allí crecían las pymes. “Lo que más está faltando es crema líquida y manteca, donde SanCor era muy fuerte. Esa situación hizo, incluso, que se llegaran a importar 200 toneladas de la uruguaya Conaprole”, completó el empresario.

Y el mercado interno se achicaba por caída del poder adquisitivo.

Un año después Sancor se desprendía de su planta de Coronel Moldes, en Córdoba, en la que producía quesos duros, tras una paralización de 10 meses, en acuerdo con la cooperativa Huanchilla. Y en 2019 venía sus plantas Morteros, Córdoba, que fabrica queso en barra y leche en polvo, y de Chivilcoy, Buenos Aires (leche larga vida y fresca) a Adecoagro. Y cerraba la planta de Arenaza, Buenos Aires, de queso untable. En el derrotero también enajenó las plantas de Córdoba capital, Pozo del Molle (Córdoba), Ceres (Santa Fe) y el centro de distribución de Monte Cristo (Córdoba).

Sancor mantuvo por décadas el primer puesto en el mercado interno, hasta caer al puesto 12 en captación de leche.

 

Sancor llegó a principios del año pasado a un preacuerdo con inversores privados nacionales y el gobierno nacional para crear un nuevo fideicomiso de salvataje con seis plantas operativas: Devoto, Córdoba, (crema, manteca y queso untable Mendicrim), Sunchales, Santa Fe (dulce de leche y leches larga vida, chocolatadas y otros productos infantiles), San Guillermo, Santa Fe (quesos cuartirolo y mozzarella), Gálvez, Santa Fe (maduración y procesamiento de quesos), La Carlota, Córdoba (quesos duros y de rallar) y Balnearia, Córdoba (quesos semiduros). El estimado de distintas fuentes totaliza una capacidad operativa de procesar 1,5 millón de litros diarios, y por su estatuto (modificado en 2005) puede comprar directamente a productores. Pero la propia firma dio por caído el acuerdo diez meses después, y estalló un conflicto con Atilra que llegó hasta el cambio de gobierno. El gremio apunta al mal manejo de la dirección de la cooperativa en la implosión, que lleva ya seis años y no tiene salida visible. En enero de 2023 el gobierno nacional aumentó la partida presupuestaria del Instituto Nacional de Asociativismo Y Economía Social (Inaes) en 1.200 millones de pesos para que se destinen a la cooperativa para “la adquisición de leche, insumos y servicios productivos”. Pero la situación financiera de Sancor dista de ser sustentable y nada tiene que ver con el balance social que dejó la mayor cooperativa de Santa Fe en sus 85 años de existencia, en los que sembró trabajo y desarrollo en pequeñas poblaciones a las que literalmente les cambió la historia. Pero ahora, con el cambio de gobierno y el anunciado achicamiento del mercado interno, no aparece en el horizonte cuál va a ser la relación del presidente Javier Milei y su gobierno para con el mundo cooperativo, con el que a priori dista de tener simpatías ideológicas. Y no mucho podría hacer (si es que quiere) la gobernación de Maximiliano Pullaro en un contexto semejante por la otrora gigante y pujante empresa cooperativa.

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