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Enfoque

Banquero marca grietas en el paradigma globalizador

Una señal de que un paradigma comienza a agrietarse ocurre cuando quienes realizan una clara defensa del orden de las cosas tal como han sido hasta el momento comienzan a sostener posiciones que hubieran sorprendido tan sólo algunos años atrás: algo así ocurrió hace pocos días cuando el gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, advirtió sobre los altos niveles de “desigualdad” y convocó a poner en marcha “una globalización que funcione para todos”.


Una señal de que un paradigma comienza a agrietarse ocurre cuando quienes realizan una clara defensa del orden de las cosas tal como han sido hasta el momento comienzan a sostener posiciones que hubieran sorprendido tan sólo algunos años atrás: algo así ocurrió hace pocos días cuando el gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, advirtió sobre los altos niveles de “desigualdad” y convocó a poner en marcha “una globalización que funcione para todos”.

“Para que el libre comercio beneficie a todos requiere alguna redistribución”, señaló Carney, luego de advertir que se “una globalización que funcione para todos” es la única forma de atacar las “causas más profundas de un débil crecimiento, una más alta desigualdad y creciente inseguridad”.

Que nada menos que el jefe de la autoridad monetaria británica ponga en su boca frases de este tipo no deja de llamar la atención y es una señal del enorme sacudón que vive el mundo desarrollado en términos económicos y sociales, lo que a nivel político se traduce en la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el Brexit y una (extrema) derecha francesa que acecha.

Claro que Carney se ocupó, durante una presentación en la John Moores University, de Liverpool, de dejar a salvo su trabajo: aseguró que la política monetaria ultra-expansiva de los últimos años en las islas británicas luego de la crisis financiera de 2008 salvó a la economía local.

Dicho esto, trazó un panorama crudo de la situación que se percibe, al menos desde el Londres en la era del Brexit: advirtió que el Reino Unido vive su “primera década perdida desde 1860”.

Carney no dejó de recordar que por esos años de “crecimiento cero” y de destrucción de empleos en medio de la Segunda Revolución Industrial, Karl Marx concurría a la Biblioteca Británica para delinear su obra más influyente.

En resumidas cuentas, el banquero central defendió tanto el saldo que deja la globalización –señaló que en los últimos 40 años, un tercio de la humanidad se integró a la “fuerza de trabajo global”– como las principales líneas de la política monetarista “mainstream”, pero advirtió que la situación entra en una nueva etapa de amenazas.

“En las décadas recientes, mientras que la desigualdad global ha caído marcadamente, se ha vuelto más alta que nunca en la mayoría de las economías avanzadas. En los países anglosajones, la porción del ingreso del uno por ciento más rico ha aumentado notablemente desde 1980. Hoy en día, en los Estados Unidos, el uno por ciento más rico de los hogares recibe el 20 por ciento del ingreso total”, enfatizó.

El análisis siguió con dureza, al advertir que en los países centrales la gente no “siente” los beneficios de la globalización, sino que la asocia con “bajos salarios, empleo inseguro, corporaciones sin control del Estado y desigualdades impresionantes”.

“En la pasada década, los ingresos reales de las personas han crecido al ritmo más lento desde mediados del Siglo XIX”, admitió además Carney.

Para el economista, “la combinación de mercados abiertos y tecnología significa que las ganancias en un mundo globalizado amplifican las recompensas de las «superestrellas» y los suertudos” y se preguntó qué pasa en ese contexto con los “frustrados y atemorizados”.

Lo que amenaza a Europa y Estados Unidos es una salida desordenada de la globalización, un cierre de las fronteras y del comercio al que consideró como una posible “tragedia” y de ahí su crudo llamado a realizar cambios “de fondo”.

“Para que el libre comercio beneficie a todos, requiere algo de redistribución”, indicó Carney, quien –más en el idioma del Papa Francisco que de un hombre de la city londinense con un traje de lujo hecho a mano– agregó: “Necesitamos movernos hacia un crecimiento más inclusivo donde todos obtengan una parte de la globalización”.

En ese contexto, instó al G20 a lograr que “las pequeñas y medianas empresas” participen del “libre comercio global” y a adoptar nuevas reformas que hagan a los ciudadanos de los países desarrollados “sentir” los beneficios del capitalismo.

También sostuvo que “la redistribución y la justicia significan que baje la marea para las corporaciones sin Estado”.

Y resaltó que la primera ministra Theresa May acaba de decir que las compañías “deben estar afincadas en algún lugar para pagar impuestos”.

El discurso del banquero central es una nueva señal de las profundas transformaciones económicas y políticas que vienen atravesando a los centros del poder financiero global donde, al parecer, las recetas habituales ya no dan los resultados esperados.

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