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Banderas que el oficialismo adoptó

La conmemoración de los 35 años del último golpe militar volvió a demostrar que todo se divide por dos en la Argentina de hoy.

La conmemoración de los 35 años del último golpe militar volvió a demostrar que todo se divide por dos en la Argentina de hoy, como si la defensa de la democracia y de los derechos humanos no fueran banderas a levantar de hoy y de siempre.

La mayoría de la oposición sólo tuvo pronunciamientos tibios sobre aquella fecha que, al final, resultó el comienzo de lo terrible, de lo inimaginable, que aún deja sus huellas en la sociedad argentina. Y adoptó esa conducta con el argumento de que el kirchnerismo tomó como propias esas reivindicaciones, algo que es cierto, pero nunca puede constituirse en patrimonio exclusivo de nadie.

En todo caso, la UCR, el Peronismo disidente, Proyecto Sur, el GEN, la Coalición Cívica y el PRO deberían preguntarse las razones que llevaron a los organismos de derechos humanos a encolumnarse detrás de las políticas oficiales.

Recordar, por caso, que la recuperación de la democracia fue una tarea de toda una sociedad sojuzgada y es el sistema que elige la inmensidad de la población para transitar por esta tierra y por este lugar.

El Partido Obrero, como es habitual, movilizó a toda su gente para repudiar el comienzo de la dictadura y a su vez tuvo la estrategia de taponar la llegada de miles de manifestantes que se dirigían a la Plaza de Mayo. Por suerte no hubo incidentes, pero muchos ni siquiera pudieron acercarse al lugar.

Quizás, el dato más significativo de ese día haya sido la presencia de gran cantidad de chicos y jóvenes en la Plaza de Mayo, como para que esas reivindicaciones se eternicen.

Claro que el advenimiento de la juventud en el escenario político es lo que más preocupa a muchos y hasta mentes afiebradas suelen comparar la situación con la que se vivió en el país en 1973, 74, 75 y principio del 76.

La gran diferencia es que en aquella oportunidad, fuerzas políticas antagónicas chocaron ante la decepción primero y la muerte después, de su líder, Juan Perón.

Ahora, la nueva ola militante parece responder a una construcción colectiva motivada por la necesidad de mejorar las cosas desde la participación y el trabajo.

Claro que el gobierno actual sabe y alienta este proceso ante el convencimiento de que allí está depositada una de las cartas fundamentales para las pretensiones electorales de octubre.

La movilización y los actos de gestión de gobierno conforman la base de la estrategia de Cristina Kirchner y su círculo íntimo de cara a las presidenciales. Así lo entiende el dirigente del peronismo federal Felipe Solá, al darse cuenta de que la ametralladora verbal ya no perfora bien los chalecos del oficialismo.

Entonces, pidió a sus pares centrarse en propuestas antes que en críticas sin exhibir nada, y que se bajen las internas del PJ  Federal, que amenazan con convertirse en anecdóticas tras la deserción de Mario Das Neves.

Las internas abiertas por regiones fueron diseñadas a gusto por el ex presidente Eduardo Duhalde, quien ahora sólo tendrá de rival el enigmático gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá.

Solá y Das Neves se anotan para las internas abiertas de agosto, aunque el gobernador sureño puede quedar dañado por las confusas elecciones en su provincia.

Mientras que Solá comenzó a transitar el camino de las posibles alianzas y no descarta un acuerdo electoral con Elisa Carrió. El ex gobernador bonaerense es de una misma generación de Mauricio Macri y los dos apostarán sin desesperación a octubre, a sabiendas de que de no lograr un resultado positivo podrán constituirse en referentes indiscutibles de la política por venir en los próximos años.

Sobre todo Macri, quien, a pesar de sus dilaciones para fijar las fechas electorales en la ciudad, aspira a convertirse en el gran referente opositor.

Considera que Duhalde, Francisco de Narváez y otros terminarán tejiendo una alianza con él como candidato presidencial.

A partir de allí, el sueño es forzar un balotaje en octubre para ahí tener más oportunidad de caminar los 500 metros que separa la Jefatura de Gobierno porteña de la Casa Rosada.

Hoy, los números no le alcanzan para hacer remontar semejante ilusión y por este motivo, con la encuestas en la mano, demora la convocatoria a las elecciones porteñas.

En la UCR, en tanto, entró un desconcierto que se parece bastante al pánico escénico, luego de los resultados que tuvo el partido en Catamarca y Chubut, como así también por las alianzas que se dan provincias como Río Negro y Neuquén.

Hasta Ricardo Alfonsín y Ernesto Sanz dudan de la conveniencia de seguir desgastando al oponente interno en los comicios ucerreístas de abril y también ningunear al vicepresidente Julio Cobos.

Todos percibieron, a la luz de los sondeos de opinión y los primeros resultados electorales, que el objetivo de gobernar todavía se muestra demasiado lejos para este partido centenario, de donde salieron cinco presidentes de la Nación. El gran tema es que si todo se dirime en las primarias del 14 de agosto se habrá cumplido la finalidad de la reforma política diseñada por Néstor Kirchner: que la oposición tenga sólo dos meses hasta la elección general para hacer campaña y constituirse como oposición válida.Para esa fecha, según lo pensaba el ex presidente, el gobierno ya estará cansado de anunciar medidas, planes sociales y obras públicas, en el marco de la campaña electoral.

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