Una vez más, el trayecto de las balas policiales varía según quién lo relate. El domingo por la mañana, un hombre de 48 años recibió dos balazos en el abdomen que lo dejaron al borde de la muerte. En su versión, la Policía dijo que acudió a una esquina de zona oeste por llamados anónimos que alertaban sobre detonaciones de arma de fuego. Y que al llegar fue recibida a los tiros por lo que respondió con más plomo. Pero en el barrio vecinos de Valparaíso y Uruguay dijeron otra cosa. Que escucharon pasar a motociclistas a los tiros, algo que aseguran es habitual porque hay un búnker en la zona, y que luego aparecieron tres móviles del Comando Radioeléctrico que dispararon a mansalva contra todos, sin importar la cantidad de gente que había en la calle. El hombre herido, apodado Frío, es un viejo conocido del hampa local que hace varios años emprendió su retirada.
Su esposa dijo que salió a la vereda porque escuchó disparos y que ahí lo “bajaron”, le plantaron un arma y lo subieron moribundo a una chata policial. La mujer también denunció que estuvo más de 12 horas demorada en la seccional 18ª, donde la esposaron, amordazaron y golpearon.
Fuentes de la investigación, a cargo de la fiscal de Flagrancia María Ángeles Granato, dijeron que los agentes policiales que participaron del presunto enfrentamiento fueron “momentáneamente separados de sus actividades”, que sus armas fueron enviadas a peritar y que se dio intervención a Asuntos Internos.
Los mismos pesquisas informaron que Sergio R., quien recibió los dos disparos en el abdomen y se encuentra grave internado en terapia intensiva, tenía antecedentes por robo en el viejo sistema penal y que en su poder se secuestró una pistola calibre 9mm que también fue enviada a peritar.
Otros dos hombres que según la Policía también participaron del presunto enfrentamiento fueron detenidos. Se trata de Carlos M., de 32 años, quien recuperó la libertad, y Alejandro T., de 34, quien gozaba de salidas transitorias de la cárcel de Piñero y volvió a quedar preso. Por último, informaron que Andrea, la mujer de Sergio, fue demorada en la seccional 18ª por “resistencia a la autoridad”.
El recorrido de las balas
“Lo único que escuché es que pasaron un par en moto. Pasaron y dispararon. Siempre pasa lo mismo. Son los narcos de la zona porque acá hay un búnker que sigue funcionando”, contó un vecino al El Ciudadano en relación con un histórico quiosco de drogas ubicado en Valparaíso al 3300 que pasó a la fama en abril de 2014 cuando el entonces secretario de Seguridad de la Nación Sergio Berni hizo su desembarco en la ciudad. “Después apareció la Policía y empezó a disparar a mansalva. Habrán sido unos 30 y todos tiraban. Le tiraban a gente que no tuvo nada que ver. En verdad nadie tuvo nada que ver. Le tiraban a todo el mundo y para todos lados”, agregó.
El relato de Andrea es similar. Dijo que escucharon disparos desde el interior de su casa y que su marido, Sergio, salió a ver qué pasaba. Ella lo siguió y lo encontró tendido en el piso, boca abajo y casi inconsciente. “Le tiraron un fierro encima”, dijo la mujer para referir que “le plantaron un arma”.
“Él estaba tirado (por el Frío), casi inconsciente, me decía que cuide a las nenas. Yo no quería que cerrara los ojos, pero lo agarraron los policías como si fuera un perro y lo tiraron arriba de una chata. Mi hija quiso agarrar a su papá y una policía la agarró de los pelos, la arrastró y la azotó contra el piso. Cuando la quise defenderla me empezaron a pegar a mí. Un efectivo me dio un golpe de puño en la boca”, dijo Andrea mientras mostraba un corte en el labio superior.
Andrea sugirió que si quieren investigar lo que pasó que se fijen las marcas de los balazos en las fachadas de las casas y repitió que la policía no paraba de disparar. “Que se fijen en la dirección de dónde venían las balas”, dijo.
De acuerdo con lo que relató Andrea a este diario, fue llevada a la seccional 18ª, donde sufrió tormentos físicos y psicológicos. “En la comisaría me ataron la boca con una tira de toalla toda sucia. Me tenían esposada de atrás. Primero vino uno y me pegó una piña en la cabeza, y después vino una mujer y después otro hombre. Toda la guardia me golpeaba. De a ratos me dejaban tranquila y de a ratos volvían y me golpeaban”, siguió la mujer.
“Estaba desperada, les preguntaba cómo estaba mi marido y me decían «está bien muerto. Lo matamos bien»”, continuó Andrea, quien dijo que no tiene antecedentes penales de ningún tipo y que la soltaron alrededor de las dos de la madrugada de ayer, tras unas 14 horas de terror.
En relación a Sergio, Andrea no negó su pasado, pero aseguró que desde hace años está tranquilo, no molesta a nadie ni se mete en líos. “Está trabajando para una de las empresas de Cargill. No estaba haciendo nada malo. Está por cumplir 49 años. Él dice que está grande. Ya no hace más nada y yo lo ayudo mucho. Trabajo de peluquera y vendo ropa”, aseguró. Dijo que tiene miedo porque su marido “está con el estómago abierto, no puede hablar y tiene custodia policial”.
Un hombre de otra época
Sergio R. es conocido como Frío y ocupó varias veces un lugar importante en las páginas policiales. Es de los viejos cañeros, con código, que integró viejas bandas ya deshechas y a las que se les atribuyen golpes pensados, estudiados y sin disparos. El más célebre es el que se cometió en el año 94 contra la sucursal Alberdi del Banco de Santa Fe, donde los ladrones lograron ingresar al banco en una balsa. Si bien nunca se probó judicialmente la participación del Frío, muchos, por lo bajo, le atribuían ser el cerebro de la organización. Estuvo varias veces preso, pero tuvo pocas condenas cuando era joven y todavía vivían míticos ladrones que representaron otra época del hampa.
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