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Como en 1955

Bajarán los bustos de Eva y Perón del Aconcagua porque no fueron autorizados

Dos andinistas los llevaron a modo de homenaje pero desde la Secretaría de Ambiente y Ordenamiento Territorial aclararon que, en base a lo que dicta la legislación provincial, lo único que puede permanecer en la cumbre es la cruz que marca la cima del Aconcagua


Por Natalia Vázquez Mocayar – Especial para Los Andes

Tres andinistas subieron al cerro Aconcagua los bustos de Juan Domingo Perón y Eva Duarte. Los mismos fueron colocados a 6.962 metros de altura a modo de homenaje.

Sin embargo, desde la Secretaría de Ambiente y Ordenamiento Territorial aclararon que por ley en la cima sólo puede permanecer una cruz y que fueron colocados sin autorización, por lo que los bajarán.

La expedición llegó a su fin el pasado domingo 16 de febrero en una travesía que duró 15 días y que tenía por objetivo volver a colocar la figura del ex presidente y de su esposa en la cima del cerro más alto de América. Ya habían sido puestos en 1954, pero dos años más tarde fueron quitados por el gobierno de Pedro Eugenio Aramburu en la autodenominada “Revolución Libertadora”.

Los tres expedicionarios que subieron los bustos fueron el militante peronista Alfredo Álvarez, el oficial de reserva del Ejército argentino Tabaré Muñoz y el docente Julián Prato. Para ello tuvieron el apoyo logístico de ATE, representado por su secretario general y militante peronista Daniel Catalano, quien compartió la travesía en su cuenta oficial de Twitter.

La idea de volver a subir los bustos de Eva y Perón surgió de Alfredo Álvarez luego de leer una entrevista que el diario La Nación había hecho al suboficial mayor Andrés López, quien lideró la expedición inicial en 1954. Álvarez explicó al portal Big Bang News que la iniciativa comenzó en 2014 pero que recién pudieron concretarla este verano debido a que jamás habían hecho cumbre en alta montaña. Necesitaban preparación y tiempo para crear las representaciones del matrimonio presidencial.

Los tres andinistas crearon una nueva representación en la que cada busto terminó pesando tres kilos y medio, algo que pareciera ser de mínimo peso en tierra pero que en ascenso a la cima marca una gran diferencia en cuanto a esfuerzo. Las nuevas estatuas fueron realizadas de fibra de vidrio pero huecas en su interior, con la idea de rellenarlas de piedra una vez instaladas en la cima. Allí, además, les colocaron un pegamento especial para que la inclemencias del tiempo no les afecten.

Sin embargo, desde la Secretaría de Ambiente y Ordenamiento Territorial aclararon que, en base a lo que dicta la legislación provincial, lo único que puede permanecer en la cumbre es la cruz que marca la cima del Aconcagua.

En un caso como éste, los guardaparques lo que hacen es subir hasta la cima del coloso y bajar los bustos ya que los mismos fueron erigidos sin autorización previa del Gobierno de Mendoza. Luego se les realizará un acta de constatación, la cual ingresa al sistema de Ambiente y a partir de ahí se desprenden varios dictámenes para determinar si corresponde realizarles una sanción.

 

Los primeros bustos peronistas

En 1954 un grupo de 20 suboficiales del Ejército argentino decidió homenajear al presidente Juan Domingo Perón y a la primera dama Eva Duarte, quien ya había fallecido, llevando un busto de cada uno en la cima del coloso  de América. Aquellos militares lograron su objetivo en febrero de ese mismo año en una misión colmada de secretismo y planificación estratégica.

Quien estuvo a cargo del grupo de suboficiales fue el suboficial mayor Andrés López, militar peronista que entre los años 1951 y 1955 fue custodio de Perón e incluso lo acompañó en su exilio a Venezuela.

“Mi general -le dije- vamos a organizar una expedición al Aconcagua para rendirle un homenaje a usted y a la señora Evita, colocando sus bustos en la cumbre del cerro.

‘¿Ustedes están locos?’, dijo Perón. ‘¿Cómo se van a exponer a eso? Es una locura’. Vea mi General, los muchachos ya lo decidieron y lo vamos a hacer. ‘Bueno’, concluyó Perón,

‘Es cosa suya, pero considero que es una locura”, contó López, años atrás en una entrevista a diario La Nación.

A diferencia de estos nuevos bustos, los originales subidos al Aconcagua fueron hechos de aluminio duro y entre ambos pesaban 50 kilos. Como eran desarmables, se dividieron en cinco partes cada uno para ser llevados en diferentes mochilas y alivianar peso en el ascenso. Una vez en la cima, los militares armaron las piezas formando sendos bustos. Junto con los imponentes monumentos, los suboficiales también llevaban el escudo peronista y dos placas para colocar debajo de cada busto.

En la placa de Perón rezaba la frase: “Al general Perón dedican los suboficiales del Ejército Argentino este esfuerzo, para que la cumbre más alta de América sirva de pedestal al más alto genio político del Continente. Este busto no será retirado como trofeo por las futuras expediciones, sino que debe permanecer en esta cima por los siglos de los siglos, para que el espíritu y las ideas del Conductor de la Nueva Argentina hermanen a los pueblos de América”.

En tanto, en la placa de Eva se podía leer: “A nuestra compañera Evita, jefa espiritual de la Nación para que sea la cumbre del Aconcagua el altar intermedio entre nuestras plegarias de agradecimiento y el lugar de su eterno descanso”.

Con la autodenominada “Revolución Libertadora” en 1955, los bustos fueron retirados por una expedición supuestamente secreta un año más tarde y nunca más se supo de ellos.

 

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