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Aventuras en la costa del Paraná

La revista Terminus, de factura local, llegó a su edición número 10. Fue pensada en Rosario pero reúne talentos de todo el país y con el alcance que se logró, los editores van por más: evalúan un lanzamiento digital.


Lo que apasiona no siempre da de comer. Aun los artistas, supuestos tocados por una varita mágica para enseñar nuevas formas de ver el mundo, están en la misma. Pero hace tres años, en Rosario un grupo de historietistas jóvenes lanzó una revista para desafiar esa realidad. Muchos todavía viven en la ciudad. Pagan sus cuentas con dinero de trabajos que hacen para editoriales de afuera. Son mercados internacionales y pocas veces las copias tocan los anaqueles de las comiquerías de la Argentina, y menos de Santa Fe. Pero entre medio de los trabajos para afuera, estos dibujantes y guionistas armaron Terminus, publicación bien de acá que llegó en diciembre a la décima edición.

Aun con internet, obras de dibujantes locales están lejos de las manos y los ojos de los rosarinos. Por momentos se sienten fantasmas, a pesar de jugar de locales cada vez que la multitudinaria convención internacional de historietas Crack Bang Boom toma el Centro de Expresiones Contemporáneas y la franja céntrica del río.

Acaso por eso, a poco de arrancar, el emprendimiento fue sumando colaboraciones de distintos puntos de Argentina y el exterior. Con buenas ventas, algunas tanto que llevaron a reimprimir números, los creadores de Terminus dialogaron con El Ciudadano y opinaron sobre la actualidad de la historieta local y nacional.

El próximo paso

Hasta la reaparición de la revista Fierro (1984-1992) en 2006, no había publicaciones “grandes” en las que los historietistas nuevos pudiesen mostrar trabajos. Había talento, pero no había dónde probarlo. La crítica, el rechazo o el halago son importantes para el crecimiento artístico. Y más para un colectivo, una generación de realizadores o una industria golpeada. Los historietistas históricos seguían con trabajo. Sobre todo para afuera, o directamente afuera. Los mundos de los imaginadores autodidactas o en las academias plásticas estaban inconexos. De afuera parecía que cada grupito pasaba su fanzine –publicación independiente muchas veces a partir de fotocopias–, por la ciudad, la provincia o la blogósfera. Los héroes, grandes autores como Horacio Altuna o Eduardo Risso, no se discutían, pero el público poco sabía de los emergentes. Con “la Fierro” de nuevo en marcha, se volvió a un estándar, un lugar donde apuntar y donde mirar lo nuevo.

Años de autogestión habían enseñado a muchos realizadores cómo encontrar trabajos en el exterior con editoriales y revistas. Los más talentosos o aprendices de grandes maestros se plegaron a tareas de editoriales grandes locales o de afuera como las estadounidenses DC y Marvel. A la par, el fanzine siguió y enseñó a muchos, internet de por medio, a mover su producción. En ese contexto nació Terminus, hija de la idea de Fierro: servir como parámetro de calidad donde medirse, y ser una pasarela para los mejores, casi un barómetro de la historieta nacional post cultura del fanzine. Todavía en pañales pero ya autofinanciada, Terminus comparte ese camino.

En diálogo con El Ciudadano, uno de sus editores, Bruno Chiroleu, no teme decir que la vara está alta para analizar lo que les llega a diario como nuevas propuestas. Gastón Flores lo acompaña en edición. El grupo lo completan los guionistas y dibujantes Maximiliano Bartomucci, Germán Curti, Damián Couceiro, Juan Manuel Frigeri, Ariel Grichener y Germán Peralta. “Veíamos publicaciones independientes, más chicas, de valor pero con calidades desiguales. Eso atenta contra la vida de una revista. El lector quiere calidad”, sentencia Chiroleu. Para quienes se animen la puerta está abierta, agregan desde Terminus. “Si somos siempre los mismos, se muere. Veo mucha gente laburando, haciendo cosas geniales. Nunca digo que no a lo que llega, pero la vara está alta. Llegan trabajos muy largos”, agrega Chiroleu. La publicación tiene 64 páginas, y dispone de siete carillas (3 ó 4 paginas) para cada historia. La síntesis se impone. Algunos relatos son capítulos de series que continúan número a número. Por ejemplo, el número 10 de Terminus, que puede comprarse en 90 puntos de venta del país, da vida a Mala época, relato con ilustraciones de Damián Couceiro y guión del mexicano-uruguayo Rodolfo Santullo, ganador del premio Carlos Trillo que otorga la CBB 2015.

El cara a cara

En 2010 la primera convención de historietas de la ciudad Crack Bang Boom (CBB) marcó un antes y un después en la vida de la industria y el circuito de convenciones de Argentina. No se trataba sólo de reunir a consumidores para comprar y hacerse autografiar copias de colección por figuras como Jim Lee o Brian Azzarello. Desde el principio buscó dar lugar de encuentro entre las nuevas publicaciones locales, stand de por medio, con el público.

La convención, que se prepara para su sexta edición consecutiva, es usina de talento emergente y capitales extranjeros. Editores de compañías internacionales llegan una vez por año para revisar carpetas de cuanto hijo de vecino se anima a pasar por el filtro. En 2012 la CBB sumó otro modo de sondear y poner a prueba los dibujantes de la región. Meses antes de la maratónica reunión de comiqueros y aficionados a las factorías de ciencia ficción, los organizadores arman un concurso de historietas. Elegidas por referentes locales, las ganadoras fortifican las páginas de la agenda de actividades de la convención.

No menos importante, la CBB revitalizó el calendario federal de encuentros de historieta, un tanto difuso durante la década pasada. Entre 2010 y 2016 se formaron nuevas convenciones en Buenos Aires, Córdoba, San Luis, entre otras provincias. El circuito alimenta las ventas de revistas independientes como Terminus, que valoran el cara a cara con el lector. De hecho, las cabezas de Terminus preparan visitas a más localidades del país, Viedma y ciudad de Salta, entre otras, para llevar la propuesta. “Las convenciones son el medio favorito para hacer llegar la revista. No sólo por estar en contacto con colegas sino para mostrarla al lector”, apunta el editor Bruno Chiroleu.

El futuro llegó

Como buen producto cultural, la historieta entró en crisis con la era del internet. Los realizadores ganaron al multiplicar contactos y descubrir otros mundos, pero perdieron control total de la obra. Y las oportunidades de trabajo no eran argentinas. Para los nuevos talentos el escenario cambió. No existía un edificio de la editorial Columba, responsable de gran parte de lo publicado por décadas en el país y cerrada en 2001. Ni la editorial Récord, de donde salieron las páginas de la obra cumbre nacional, El Eternauta.

La puerta por donde deslizar un curriculum o carpeta no era fácil de hallar. Al menos no con la misma forma. En la actualidad, los realizadores se contactan por medios electrónicos con editoriales pequeñas o grandes. Algunos consiguen trabajar para editoriales de afuera y en ratos libres atienden a proyectos independientes como Terminus. Otros promocionan dibujos o historietas en blogs, redes sociales y demás sitios para luego bajarlos en tomos de papel si consiguen contrato. Esas obras, que llevan el nombre de webcomic, tienen rodaje entre pantallas de usuarios y “me gusta” de Facebook. Al ser conocidas ayudan a la estrategia de venta: cantidad de ejemplares y puntos de venta.

Algunas editoriales y revistas del país apuestan a formatos multiplataforma: en la web y en el papel. Terminus evalúa hacerlo para llegar al resto del continente americano y España. La modalidad es conocida en otros puntos del planeta. Aún más novedosa es la propuesta de una plataforma exclusivamente web. El dibujante Damián Couceiro trabaja por estas horas en un proyecto que irá derecho a teléfonos celulares o tablet. Sería una especie de Netflix, servicio prepago de series y películas –similar a un videoclub en línea–, pero de historietas. “Si el formato web ayuda a acercar al lector a la historieta, vale”, dice Couceiro, que reparte el tiempo entre miniseries de franquicias como Las Tortugas Ninjas y trabajos de autor, esto es, menos atadas a presiones de los dueños de las marcas. La última fue Cluster, una historia para los estudios BOOM!

Couceiro, como otros artistas locales, llega a fin de mes con varios trabajos internacionales. De espíritu autogestivo e hijo de una época donde la industria se reconfiguraba, trabaja desde el hogar. Sin presiones horarias y miradas celosas de editores a kilómetros, piensa el futuro de Mala Época, la historia que dibuja para el número 10 de Terminus. No traerá grandes dividendos pero podrá mostrarle a sus amigos que no era mentira: es un dibujante publicado. No en mercados distantes. Acá nomás.

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