Sociedad

Madre coraje

Atravesados por el Femicidio: el esfuerzo colectivo de pelear desde una herida que no sana nunca

Para Marcela Morera, mamá de Julieta Mena, asesinada por Marcos Mansilla, el Día de la Madre es una de las fechas más difíciles del año. Ella logró juicio y condena, pero muchas mamás aún no. Cómo es el día de las madres organizadas que buscan justicia para sus hijas asesinadas por femicidas


Foto: Telam

Silvina Molina / Télam

 

Para Marcela Morera, mamá de Julieta Mena, asesinada por Marcos Mansilla, quien fue condenado con la máxima pena, el Día de la Madre es una de las fechas más difíciles del año, al igual que para muchas otras mujeres que perdieron a sus hijas a causa de femicidas, las que esperan que haya justicia, que se condene a los asesinos y que eligen organizarse y acompañarse en ese pedido de reparación, como las mamás de Atravesados por el Femicidio.

La charla es en la mesa de la cocina de Marcela, quien recibe con paso lento por la artritis que espera una operación, está maquillada impecable, y el rimel nunca se corre a pesar de las lágrimas que se escapan a lo largo del encuentro.

Acepta generosamente un diálogo intimista para colaborar a entender cómo los femicidas no sólo matan, sino que dañan e impactan en la vida de otras mujeres.

Ella consiguió justicia, porque Mansilla fue condenado por “homicidio agravado por el vínculo y aborto”, y está preso. Pero muchas mamás aún no consiguen que los asesinos de sus hijas estén en la cárcel.

¿Cómo se vive el Día de la Madre?

—No quisiera estar. Es muy difícil. Y para los demás. Es muy injusto para mis dos hijas del corazón. Es lo que le pasa a otras mamás que tienen otros hijos. Una no termina siendo justa con quienes están por el dolor que se siente, y también es injusto para mi marido.

Florencia y Valeria son las hijas de Mario, el esposo de Marcela, y para ella son sus “hijas del corazón”, como Julieta lo era para él.

Ella es una de las fundadoras de Atravesados por el Femicidio, que nació el 12 de enero de 2018, una organización en la que confluyen casi 200 familias de todo el país.

¿Te reunís con otras mamás de Atravesados?

—Para el Día de la Madre no, pero estamos muy en contacto.

Marcela espera hasta el final para decidir si se reúne a conmemorar el Día del Madre.

Y cuando te permitís ese encuentro, ¿qué pasa?

—Me siento mejor. En algún momento me siento… (busca la palabra) oprimida. Pero después va fluyendo.

Te hago estas preguntas íntimas porque a veces las personas no dimensionan cómo afectan los femicidas las vidas de quienes aman a las mujeres que ellos asesinaron.

—Impactan en las familias, en las madres, en las hermanas, en las amigas. En las mamás, bueno, nos pasa que sentimos que nos arrancaron una parte.

Su hija Julieta, cuando fue asesinada por Mansilla estaba embarazada, y Marcela se imagina cómo sería su vida con esa nieta o nieto.

Desde Atravesados, todos los días, todos publican en sus redes e informan al periodismo sobre juicios a femicidas y recuerdan a las mujeres asesinadas.

¿Cuánto te ayuda esa militancia diaria?

—Es un trabajo de todos los días. A veces hay que aflojar, porque no se puede seguir. Se necesita un espacio.

¿Cómo te ayuda el estar acompañada, acompañando a otras mamás?

—Ayuda porque estás conteniendo, dejás tu dolor al costado para abrazar a otra mamá, o a otro familiar que sufre. O le ayudás a allanar un camino con un trámite. Es una forma de, no sé si de sanar, nada sana del todo, pero por lo menos calmamos un poquito el dolor. Cuando una se siente mal quiere que alguien te esté acariciando el alma, de alguna manera. Por suerte –bah, no por suerte, es lo que debe ser– hay familias que obtienen justicia, pero hay mamás que no la tienen. Hay carátulas que no incorporan el femicidio, abogados que plantan a las mamás, y son carísimos además los penalistas. Porque si al menos la carátula dice “femicidio” el fiscal sale a buscar la condena que corresponde.

¿De dónde sale la fuerza para seguir con todos los obstáculos con los que la mayoría de ustedes se encuentran en esa búsqueda de justicia?

—No sé, sale de adentro. Es un fuego. Ayer yo necesitaba apapacho (fue el aniversario del femicidio de su hija) y recién yo estaba apapachando por teléfono a la hermana de una víctima. Hay quien te dice: “Bueno, ya está, tenés que seguir tu vida”. ¡Pero la puta! ¿Tienen idea de lo que dicen? A veces parece que estoy en un mundo paralelo. Vivo en el 2022, pero recordando todo el tiempo el pasado, donde estaba viva Juli. Y, obvio, el mundo sigue, mientras una va y viene.

¿Hubo gente que se alejó?

—Poquita, pero sí. Me dolió, pero no lo pudieron manejar. Y bueno, yo estoy. Yo no estoy hablando las 24 horas de Juli, quizás les asusta eso.

¿Cómo es tu día a día en la organización del trabajo de Atravesados?

—A la mañana hablo con familiares, voy a entrevistas, aprovecho que mi marido está trabajando, porque también necesitamos nuestro tiempo. Él ayuda, le importa, pero necesitamos nuestro espacio.

¿Tienen un calendario para recordar a las mujeres asesinadas y para hacer seguimiento de los juicios a los procesados por femicidas?

—Somos un equipo, no soy yo sola. Las ocho personas que fundamos la organización y dos chicas que ayudan. Nos distribuimos el trabajo. Yo me encargo de Facebook, y con otra chica, que arma los flyer para redes, armamos las fechas de los juicios de las familias de Atravesados, no todos los juicios, porque no somos un observatorio ni tenemos la gente y los recursos necesarios.

En general, quien consigue justicia, ¿se queda en la organización?

—La mitad se queda, la mitad se va. O se quedan fuera del chat. En ese chat hay personas que se sienten mal, o tienen un juicio, o no consiguen hacer un trámite, o no tienen abogado, o no saben cómo gestionar la ley Brisa (nombre que recibe la reparación económica mensual para hijas e hijos de víctimas de femicidios) y compartimos los nuevos femicidios.

¿Cómo se sostiene la organización?

—Nos autosustentamos. No tenemos subsidios. Está en trámite un apoyo desde el Ministerio de las Mujeres nacional. Es un monto para cosas puntuales.

Además, lo que ustedes hacen es trabajo…

—Sí, sí, es trabajo, claro.

Cómo mamá, ¿qué le pedís al Estado, sea nacional, provincial, comunal; al Poder Judicial?

—Un poco de empatía. Si no es imposible. Que se entienda que si se obtiene justicia y condena, hay mucho más. Detrás de cada chica asesinada hay una familia que necesita apoyo, hay chicos; falta contención psicológica, no sólo es lo económico. Hay compañeras que se hacen cargo de sus nietos, huérfanos por culpa de un femicida, y no saben qué responderles cuando preguntan qué pasó con su mamá. El tema judicial es muy bravo. Siempre el asesino tiene un abogado defensor, las familias no. Pagar un abogado es carísimo. La Justicia Penal es tremenda, la de Familia es catastrófica, se hace todo largo. Además hay que aunar criterios. Cambian los procesos, los trámites en cada provincia. No soy abogada, ni pretendo serlo, pero voy conociendo las problemáticas, que son distintas en cada lugar.

Para el Día de la Madre, por supuesto, el deseo de las madres cuyas hijas fueron asesinadas por femicidas es tenerlas. Pero eso es imposible. Entonces, el pedido, elemental es de justicia.

Marcela lo resume: “Además del dolor tremendo de que nos las arrebataron, les quitaron la vida, el no tener justicia es sentir que a nadie le importó, que es un número de DNI más”.

 

Para colaborar y pedir asesoramiento a la ONG, se puede consultar a través de sus redes sociales o a atravesadosporelfemicidio@gmail.com. Marcela es madrina del refugio para sobrevivientes de violencia Uguet Mondaca, que siempre necesita donaciones.

Línea 144: atención, contención y asesoramiento en situaciones de violencia de género.

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