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Atomizados y contrarreloj

Panorama político, por David Narciso.- Sumergidos en la dispersión de las fuerzas mayoritarias, los legisladores no logran destrabar las leyes que habían acordado sancionar antes del fin del período ordinario. Aún quedan dos sesiones por delante.

Para preocupación del oficialismo y la oposición, el 10 de diciembre se viene encima y sigue sin destrabarse la resolución de proyectos clave que no logran sanción en la Legislatura.

Esta situación obedece a varias razones: se mezclan las tradicionales diferencias entre oficialismo y oposición, pero también reproches que cruzan desde la Cámara de Senadores a la de Diputados y viceversa.

Senadores se quejan de que Diputados no trata temas que tuvieron media sanción en la Cámara alta, y otro tanto ocurre con proyectos que consiguieron mayoría en la Cámara de Diputados y se frenaron en el Senado.

Esta poco común situación motivó reuniones de representantes de ambas cámaras la semana pasada, y entre senadores y diputados del justicialismo.

Voces de la oposición consultadas por El Ciudadano confiaron que no habrá dificultades para que el próximo jueves se destraben algunos de esos proyectos clave. A la vez, voces oficialistas se mostraron moderadamente optimistas. Sólo quedan un par de sesiones ordinarias, y si bien algunas cuestiones pasarán a extraordinarias, los plazos son escuetos si se tiene en cuenta que el 7 de diciembre jura la nueva Legislatura.

El gobernador electo, Antonio Bonfatti, tiene dos preocupaciones centrales por estos días. Por un lado la negociación con los socios del Frente Progresista para terminar de integrar el gabinete que lo acompañará en la gestión. Su pretensión es que haya una mini transición de 15 a 20 días, para lo cual esta semana debería darse a conocer al menos la grilla de ministros.

Sin embargo esos plazos no los pone la voluntad sino el devenir de las negociaciones, que además de los cargos buscan un acuerdo general más amplio.

Ese armado está haciendo transpirar la gota gorda a Bonfatti y a Rubén Galassi, designado ministro de Gobierno, ya que la atomización interna es una realidad incontrastable, tanto en el Frente Progresista como en el justicialismo.

Tanto a la hora de negociar la composición del gobierno como de destrabar la batería de proyectos que el largo año electoral acumuló en la Legislatura, el oficialismo tiene dificultades para hacer encajar todas las piezas de un rompecabezas en el que se mezclan intereses sectoriales, partidarios, personales, de los que se quedan con los que se van, de diputados y senadores, entre otros.

El oficialismo se puso como meta conseguir antes del recambio institucional la aprobación del presupuesto 2012; la creación de la sociedad estatal que administrará la Radio y Televisión Santafesina; la aprobación del plan de financiamiento para expandir el servicio de cloacas; la creación de la Corporación Financiera Santafesina; y la aprobación al crédito del Banco Nación para que la EPE construya la estación transformadora Río Coronda, vinculada a la generadora que la Nación construyó en Timbúes, y la aprobación de los cargos para la Justicia penal.

También en la oposición hay proyectos que esperan ser aprobados. El kirchnerismo, por ejemplo, reclama la reforma en la composición de los Concejos municipales (ley Borgonovo) y bajar a Santa Fe reformas político-electorales que se estrenaron con buen resultado a nivel nacional este año. El Senado, en tanto, tiene especial interés en que Diputados apruebe el descongelamiento de la planta de personal, tema ya acordado con el oficialismo.

Estos proyectos están conversados entre oficialismo y oposición y podría decirse que la mayoría ya tiene acuerdo. Entonces, ¿por qué no salen? La respuesta es que en estos días finales antes del recambio legislativo, dejaron de ser proyectos en sí mismos para pasar a ser parte de un engranaje mayor, que no es fácil sincronizar. Es probable que cuando se destrabe uno, se destraben todas, o casi todas, las iniciativas que oficialistas y oposición pusieron como prioritarios sobre la mesa de fin de año.

Si bien el oficialismo aparece con más urgencias, también senadores y diputados justicialistas están comprometidos con la suerte de muchos de estos proyectos. Por ejemplo, el proyecto de Presupuesto 2012 contiene sugerencias que los actuales senadores del PJ hicieron cuando semanas atrás Antonio Bonfatti les abrió las puertas, los escuchó y les puso frente a ellos al ministro de Economía para que tomara nota.

El proyecto de Radio y Televisión Santafesina sufrió modificaciones, sobre todo en la conformación del directorio de esa futura sociedad del Estado, para atender requerimientos de los bloques del PJ.

En cuanto a los cargos para la Justicia penal, también el proyecto sufrió modificaciones a solicitud de la oposición, que bajó en 200 los cargos para la Justicia penal y todo indica que logró incrementarlos para el Ministerio de Justicia.

A la vez, es improbable que el oficialismo avale proyectos de la oposición, como el descongelamiento de la planta del Senado (donde votó a favor), la ley Borgonovo o las modificaciones electorales si no obtiene la aprobación de aquellas iniciativas que están entre sus prioridades.

La dispersión es la marca de la política santafesina. Fuera de la figura excluyente de Hermes Binner, el resto está sumergido en las complejas tramas internas de sus propios partidos.

El gobernador, mientras tanto, está dispuesto a hacer valer el enorme esfuerzo que le implicó a él y a su gobierno la guerra interna del Frente Progresista. Como ganador excluyente no cederá terreno. “Ustedes quisieron la guerra, fuimos a la guerra. Y la guerra la gané yo”, parece decir a quienes lo desafiaron. Sus actitudes pueden resultar controvertidas, incluso hasta contradictorias; pero a nadie le deja dudas de que no llegó a donde llegó para ceder ante la primera presión de quienes lo desafiaron y perdieron en las urnas.

Mario Barletta logró esta semana darle forma a una línea interna de alcance provincial, que busca ensanchar su predominancia circunscripta a la capital provincial. Aprovechó el estado de asamblea permanente en la UCR nacional para alimentar la idea de que podía ser presidente del partido. No tiene prácticamente ninguna chance, pero en el río revuelto aprovechó para instalarse como referente de la UCR santafesina.

Miguel Lifschitz terminó pum para arriba su segundo mandato, con niveles altísimos de reconocimiento, pero su destino es el de sentarse en la solitaria banca del socialismo y amoldarse o chocar con el liderazgo de Hermes Binner.

María Eugenia Bielsa aspira a presidir la Cámara de Diputados, pero no termina de “generar confianza” entre sectores, ya no del peronismo tradicional, sino del propio kirchnerismo. Cuenta como ventaja que quienes le ponen reparos no encuentran entre los diputados electos una figura de suficiente consenso que justifique desplazar a una dirigente de su relevancia política.

Omar Perotti coquetea con la posibilidad de recalar en el gabinete de Cristina, pero a la vez no deja de atender el frente santafesino, que es su terreno de disputa por más que todas las semanas tenga que viajar a Buenos Aires. Esta semana invitó a Jorge Obeid y Carlos Reutemann a organizarse en un centro de jubilados del PJ santafesino, lo que implica abrir la puerta a discutir una nueva etapa del posrreutemismo, ahora entre diferentes vertientes más o menos cercanas, pero todas alineadas con el kirchnerismo.

Tal es la dispersión en el justicialismo –de arranque nomás se habla de media docena de bloques legislativos– que hasta en el Frente Progresista hay quienes no pierden la esperanza de lograr un acuerdo transversal que le permita al oficialismo dar pelea por la presidencia de la Cámara de Diputados.

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