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“Articuentos” que surgen de la realidad y de cruces con lo tragicómico de la historia

El escritor Gonzalo Garcés escribió "El tango de Oscar Wilde", un libro donde compila sus columnas radiales y donde abundan personajes y situaciones de la historia antigua ligados con otros más contemporáneos, con canciones, músicos, cine y series en un lugar central y un tono de suspenso y humor


Autor de cuentos, novelas, ensayos y artículos periodísticos en medios, Gonzalo Garcés dicta también talleres de escritura y acaba de publicar por Planeta su último libro. Se trata de El tango de Oscar Wilde y otras historias cruzadas, donde se compilan treinta y dos relatos o “articuentos” como el mismo autor los llama, que antes fueron narrados oralmente en el programa de radio Pensándolo bien, que conduce el también escritor y periodista Jorge Fernández Díaz. Los “articuentos radiales”, claro, los cuenta Garcés al aire y todo indica que fueron muy bienvenidos por los oyentes, quienes saludaron la propuesta reconociendo los efectos emotivos que provocaban y dejando sus mensajes en redes o llamando a la radio.

Antes Garcés escribió las novelas Los impacientes, El futuro, y El miedoHacete Hombre, un ensayo-crónica sobre la masculinidad, y Cómo ser malos, ensayos reunidos sobre literatura. Por un hecho fortuito que tuvo a Fernández Díaz leyendo un tuit de Garcés sobre la interpretación de las letras de las canciones de Charly García entre los años 79 y 80 del siglo pasado, que lo llevó a ser invitado al programa, Garcés comenzaría su participación en Pensándolo bien con un relato semanal que expandía esa idea inicial con las letras del rockero argentino, con otras asociaciones y pareceres, con casualidades y causalidades diversas, en un cruce de personajes y hechos históricos con otros contemporáneos y con fuerte anclaje en films, series, música y músicos, todo empapado por un tono de suspenso y dosis de humor.

En lo que sigue, Garcés da detalles de estas construcciones narrativas que nacieron orales, de los singulares cruces que establece y que llevan a situaciones inauditas; de la imaginación para recrear hechos históricos y del toque de humor con que las impregna.

El arte de contar

Sobre cómo surgen estos microrelatos o “articuentos”, si los pensó para que funcionaran en el soporte radial, Garcés apunta: “Para mí surgen de la realidad. Yo leo o miro cosas en mi realidad cotidiana y veo todo el tiempo que detrás de algunas historias hay otras historias. Por ejemplo, escucho una canción de Luis Alberto Spinetta, “Alma de diamante”, y recuerdo que en una antigua leyenda babilónica se hablaba de un alma de diamante y de ahí surge un cuento de este libro que se llama “Spinetta, el mago de Babilonia”, que cruza la música y las letras de Spinetta con la historia de un mago que dice ser capaz de hacer cantar a una piedra, o leo las cartas que se escribían Gustave Flaubert y su amante Louise Collet, y los reproches que se hacen el uno al otro. Y me acuerdo de las comedias musicales, o de esos dúos como el de Barbara Streisand y Neil Diamond. Y entonces pienso, ¿qué pasaría si la correspondencia de este gran escritor francés con su amante fuera una comedia musical o qué pasaría si cruzó la historia de Elvis Presley y su mujer Priscila con la historia de un trovador provenzal del siglo XII que estuvo enamorado 20 años de una mujer sin haberla visto nunca. Esos cruces para mí ya están en la realidad y yo a veces tengo la suerte de ver uno y contarlo.

Otros relatos surgen de una pregunta y esa pregunta es qué pasaría si en twitter yo empezara a leer frases del famoso monólogo de Hamlet, qué pasa si leo eso escrito en el lenguaje de twitter, y qué pasa si la persona que escribió esos tuits nunca leyó a Shakespeare, ¿tengo que pensar que Hamlet vive en twitter?, yo me hago esas preguntas y a lo mejor de allí sale un cuento, o a veces también sale como un chiste.

Reírse mientras se escribe

Los músicos y canciones, el cine, las series todo entra en estos textos de manera sumamente imaginativa y divertida, esa mezcla de expresiones de cultura más popular ¿es parte del  interés narrativo de Garcés?

El escritor explica: “Yo me río mucho haciendo estos relatos, me río solo a veces bobamente, me río escribiendo un cuento que está en el libro que se llama «El efecto ex»,  que también para mí surge de un qué pasaría si, entonces me pregunté qué pasaría si todos nos transformásemos en lo peor que piensan de nosotros nuestras ex parejas y es terrible pensarlo, porque una ex pareja en general cuando piensa mal de vos lo piensa con un grano de verdad, siempre hay algo de verdad en las cosas malas que piensa un ex o una ex, pero agrandado hasta convertirlo en toda tu personalidad y qué pasaría si en un pueblo por algún  pesticida, provocara que todos se transformaran, y me reía mucho y por suerte muchos oyentes de la radio al escuchar estos cuentos me dijeron que se habían reído también.

En cuanto a la alta cultura y la cultura popular no hago ninguna distinción, hay dos clases de arte para mí el bueno y el malo; el bueno es el que crea un mundo, el que tiene una idea, el que está vivo, el que produce una emoción o hace pensar; juzgo el arte por sus efectos”.

La tragicomedia de la historia

—En El tango… trabajás situaciones dramáticas o trágicas pero en general envueltas en un tono ciertamente humorístico, incluso en hechos terribles ¿es el tono que te vino mejor para estas historias?

—“Sí y a veces es un tono que le pongo yo y otras veces lo humorístico está ya en la historia, hay otro relato en este libro que se llama “El falso mesías”, que habla de un caso real, parece inventado, pero está los libros de historia, es el caso de un hombre que en el siglo XVII se autoproclamó Mesías del pueblo judío y ese hombre era Shabbatai Zevi. Shabbatai trabajaba junto a Natán de Gaza, que era su ideólogo, era el que le daba letra, entonces yo hice un paralelo entre esa dupla donde uno ponía la cara y el otro le daba letra, con el dúo Simon y Garfunkel.

Shabbatai, según parece, era maníaco depresivo y a veces en mitad de una prédica frente a una multitud, dejaba de hablar y entonces tenían que salir sus acólitos a explicar a los fieles que había entrado en eclipse; otras veces cuando se ponía maníaco le daba por agarrar una guitarra y cantar canciones españolas o pronunciar el nombre secreto de Dios, que en la tradición cabalística es un grave pecado.

Y eso a mí me parece intrínsecamente gracioso y no lo inventé, como tampoco inventé de que Shabbatai intentó convencer al propio sultán, en Constantinopla, de que era el Mesías y el sultán debía adorarlo y someterse a él; el sultán le dio a elegir entre convertirse al Islam y ser su sirviente o que le cortara la cabeza y entonces Shabbatai se convirtió al Islam, fue un servidor del sultán y se convirtió en un furioso perseguidor de judíos, a los mismos que lo seguían como Mesías, y eso también es tragicómico.

—¿Es la historia entonces una fuente donde recalás para ambientar situaciones y tomar ciertos aspectos para luego desarrollar estas suertes de hipótesis literarias que pueden leerse en este libro?

—Noté, porque efectivamente me interesa mucho la historia contemporánea y la historia antigua, que en los discursos fascistas aparece muchas veces el tema de la velocidad; Mussolini tenía una fuerte impaciencia, casi te diría exasperación, con los procesos de la democracia parlamentaria, esos largos debates, esas votaciones, todo lo que hace que la política sea una maquinaria que se mueve lentamente y a veces de manera frustrante, incluso para los propios demócratas.

Mussolini entendía que había que acabar con todo eso de un plumazo y reemplazarlo por la voluntad del líder que vuelve todo mucho más expeditivo y rápido, y yo relacioné eso con la película La mosca, con Jeff Goldblum, donde hay un inventor que precisamente detesta la tardanza y por eso inventa un teletransportador que permite estar en un lugar e instantáneamente estar en otro, pero se infiltra una mosca que se mezcla con sus genes y el inventor empieza a transformarse en mosca y esa transformación tiene un paralelo con el fascismo.

 

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