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Aristimuño: “Es un gran error de las multinacionales el apretar a un artista para que produzca”

El músico, compositor y productor, personal, prolífico y referencial artista de la escena independiente argentina, publicó su octavo álbum de estudio, "El rostro de los acantilados", al que por su carácter sonoro define como “un grandes éxitos" de sus "texturas”


El músico, compositor y productor Lisandro Aristimuño, personal, prolífico y referencial artista de la escena independiente argentina, publicó su octavo álbum de estudio, El rostro de los acantilados, al que por su diverso carácter sonoro define como “un grandes éxitos” de sus “texturas”.

“Yo creo que este disco resume mucho de lo que vengo haciendo en mis diferentes discos y reúne esas sonoridades y esas tímbricas que usé en otros momentos de mi música”, señaló Aristimuño durante una entrevista con la agencia de noticias Télam.

Y puesto a detallar los posibles extremos de esas experiencias musicales aplicadas a su cancionero, el artista nacido hace 45 años en Viedma citó “lo electrónico de Criptograma’(2020) y lo folclórico y acústico de Las crónicas del viento (2009)”.

“Sería como que encontré y dije «puedo usar la parrilla pero también puedo hacer sushi» y puse todo en un disco, que es algo a lo que antes no me atrevía y que ahora remite a la verdad y a la madurez que tengo como músico y productor”, apuntó el instrumentista y cantante.

Convencido del paso efectuado para dar cuerpo a El rostro de los acantilados, Aristimuño se pregunta y desafía: “¿Por qué no puedo presentar algo que me identifica en muchos lugares? Y la respuesta que encontré es que no me parece que un disco tenga que condensar un concepto, sólo uno”.

El álbum, cuya imagen principal remite al paisaje costero de la provincia de Río Negro, consta de trece piezas en las que suman participaciones de David Lebón en “Por encima del fuego”, de Pedro Aznar en “Devolver tu amor” y del británico Jono McCleery en “No ves tal vez”, canción esta última que además cuenta con una versión remix realizada con el productor Evlay.

Además de las atmósferas que citó para construir su nueva aventura musical, Lisandro ostenta una rica trayectoria que comenzó en 2004 con Azules turquesas y que se potenció desde su propio sello Viento Azul, con el que publicó a partir de su cuarta placa, Las crónicas del viento.

En ese camino compartió el proyecto Hermano Hormiga con el trovador folclórico Raly Barrionuevo, que recorrió el país; llegó al escenario del Festival Nacional de Folclore de Cosquín, que se plasmó en un álbum homónimo publicado en 2019; y en 2021 se unió al rosarino Fernando Kabusacki para la placa electrónica EP8.

En paralelo, además, se desempeñó como productor artístico de los discos Margarita y Azucena de Mariana Baraj, Me arrepiento de todo de Tomi Lebrero, Verde árbol de Tomás Aristimuño, Maldigo de Liliana Herrero, y Superamor de Fabiana Cantilo.

Respecto de cómo llegó a este presente con El rostro de los acantilados Aristimuño expresó: “A mí siempre me encanta sacar discos porque soy un melómano y hay momentos en los que necesito como vaciarme y al no tener la presión de ningún contrato ni de hacer discos porque tengo que hacerlos, eso me da fluidez para atender a mi necesidad”.

Lo que sostiene se vuelve todo un alegato sobre la independencia que ejerce. “Es que es un gran error de las multinacionales el apretar a un artista para que produzca y en cuatro años tenga que hacer determinada cantidad de discos. Cuando nadie te apura es mejor, y en mi caso siempre estoy haciendo música gracias a tener un estudio de grabación propio. Para mí ser independiente y trabajar desde la autogestión me da esa libertad de ir a jugar al estudio, que es mi trabajo, y allí, aunque no me salga ningún tema, pruebo algunas cosas, tiro ideas y a veces aparecen cosas”, expresó.

Más allá de lo sonoro, el músico habló de aquello que quiso contar en el disco: “Hay una memoria geográfica, personal y emotiva sobre las muchas formas que vemos en esos acantilados que remiten no solamente a mi infancia sino a estar siempre muy atento y orgulloso del lugar de donde soy, que está adentro mío y del que nunca me voy a olvidar”.

Y respecto de sus regresos a esos lugares, evocó: “Vuelvo todo el tiempo. Es mi lugar de vacaciones, voy ahí a ver a mis amigos, a mi familia, a mis viejos, y este disco recrea la libertad y el vuelo que tiene ese lugar y me recrea el tiempo en el que corría por la arena, gritaba, bailaba y miraba para arriba”.

Con relación a su descubrimiento del británico Jono McCleery escuchando música en España, planteó: “Cuando salgo de gira dedico uno o dos días a ir a disquerías. Yo creo que soy músico porque amo la música y me gusta escuchar todo tipo de estilos y aprender y conocer, y en Madrid di con un disco de Jono que es un cantante regroso y cuando volví a casa y abrí la valija me quedé en pantuflas escuchando lo que había traído, que es uno de los momentos más preciados de mi vida. Y me pareció que tenía un timbre hermoso y le escribí por Instagram usando el traductor de Google, porque no sé inglés, y se copó y avanzamos”.

En el mismo sentido, habló finalmente de la reunión con los dos ex Serú Girán: “De pendejo escuchaba Serú Girán todo el tiempo, era mi banda favorita y me enamoré de una chica escuchando esas canciones, pero nunca pensé en tenerlos a los dos en el disco, fue medio de carambola. Luego con David tuve la suerte de que me llame para su disco Lebón & Co. (donde compartieron «Casa de arañas»), y eso fue muy importante para mí y un gran halago porque Lebón es como un dios y fue como llegar a primera, además de que entablamos una relación recontra buena y es como un tío al que ahora me tocó invitar. Pedro es un poquito más distante y más reservado, pero siempre me pareció un músico extraordinario y con «Devolver tu amor» sentí que tenía la canción adecuada para él porque tiene esa cosa medio Beatles y se la mandé. Y no solamente le encantó y la grabó, sino que le agregó una parte más y terminó siendo la única canción donde comparto autoría y es con Pedro Aznar”.

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