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Cultura en movimiento

Ariel Migliorelli y Ana Otto salen a la ruta en busca de creaciones colectivas

Los artistas preparan su camioneta para viajar por Latinoamérica y participar de foros y festivales desde el teatro espontáneo. Juntos, quienes conjugan el teatro y la música, dieron detalles del camino que esperan comenzar en abril


Fotos: Franco Trovato Fuoco

Elegir un destino, sacar pasajes de ida y vuelta, buscar alojamiento y reservar. Para muchos viajar implica esta serie de pasos. Para otros esta secuencia se desdibuja un poco más. Ana y Ariel no tienen fecha exacta de salida ni de vuelta. En principio, saben que en agosto quieren estar en Medellín, Colombia. Sobre todo saben que quieren hacer de viajar su estilo de vida y de su medio de transporte su propia casa.

Ariel Migliorelli (43) y Ana Otto (33) son pareja hace cinco años. Desde entonces también trabajan juntos en proyectos vinculados al teatro espontáneo. El año pasado empezaron a preparar una camioneta Iveco Daily 4910 (1996) que será su casa durante –por lo menos– los próximos meses. Allí no sólo podrán viajar, dormir, comer sino también grabar música y preparar el dictado de talleres en distintas partes de Latinoamérica. La “camiona”, como le dicen, ya pasó por talleres mecánicos y entre los dos están ultimando detalles para la salida que esperan sea entre marzo y abril. Sus actividades se pueden seguir en el Instagram: Nómades Cultura en Movimiento.

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Ana nació en La Pampa, estudió Psicología en Córdoba y también se formó en artes dramáticas. En 2016 vino a vivir a Rosario con Ariel, que es rosarino y tiene un estudio de música hace 25 años donde grabó más de 250 discos, Corcovado Estudio. Siempre viajaron mucho, pero esta es la primera vez que piensan el viajar como un “proyecto casa”. “La idea es que sea nuestro hogar, que nuestra itinerancia, nuestro trabajar y ese devenir hagan que lo vital y lo artístico estén amalgamados”, cuenta Ana.

La inquietud por los viajes data de hace varios años. Ninguno de los dos puede determinar cuándo se les ocurrió la idea de que sea su modo de vida, aunque es posible que el hecho de que el papá de Ana haya sido camionero y el de Ariel haya tenido cinco casas rodantes tenga algo que ver. Por lo pronto, él será el conductor mientras ella aprende a manejar la camioneta para sacar la licencia.

Ana y Ariel comparten sus ganas de viajar, conocer otras personas y armar comunidad. Sus profesiones –por un lado, un productor musical y por otro, una psicóloga– comparten una cualidad que es fundamental para este proyecto en común: la escucha.

Creación colectiva

El espontáneo es un teatro participativo que pone en escena los relatos de la audiencia: “Cualquier relato que las personas quieran compartir a partir de sus propias vidas y experiencias son puestas en una creación colectiva entre los actores, la música y la dirección que hace una especie de entrevista. Se hace una co-dramaturgia con el narrador para poder hacer una síntesis poética de eso que el otro nos comparte y poder hacer una devolución escénica a partir de las resonancias que el relato genera. Entrenamos la espontaneidad, distintas técnicas y modos de representación y de cómo afinar la escucha. Es un espacio de escucha ampliada para trabajar”. Así lo explica Ana, que en sus años en Córdoba se formó como psicodramatista y coordinadora de grupos.

Para Ariel este tipo de teatro es “una herramienta alucinante”, resalta la heterogeneidad de personas que se acercan y cómo hace cuerpo en cada uno. Entre estas experiencias, recuerda su participación en El Otro Festival que se hizo durante 2019 en Rosario. Se trata de un festival que reúne Artes Escénicas y Salud Mental y que tradicionalmente se hace en Barcelona. “Entendieron el código enseguida”, destaca.

Ambos consideran que es un teatro muy accesible ya que “trabaja siempre con el potencial creativo que cada uno tiene, no se requiere una experiencia previa o un virtuosismo particular”.

Posicionamiento ético y político

Una arista importante del teatro espontáneo es su intento de construcción de una memoria colectiva: “Una forma de poner en juego historias no oficiales, relatos no hegemónicos que tienen que ver con lo que a cada uno nos sucede. También cuando lo cuento deja de ser solo mío y a la vez el otro resuena con algo de mi propia historia”, describe Ana.

“Es facilitarle a los otros herramientas para crear y para generar cosas pero al mismo tiempo es una transformación interna permanente en el momento en el que cada vez que entrenamos están en juego nuestras propias emociones e historias de vida. Es ponerle el cuerpo a la historia del otro y también es permitirse abrir algo que a veces es re profundo para que el otro desde su sensibilidad, su corporalidad y su poética pueda devolvernos algo que siempre genera fractalidades y rizoma. Se trata de una mirada nueva de tu propio relato. Y finalmente también tiene que ver con un posicionamiento que es ético y político: todos los relatos son dignos de ser puestos en escena”. Ana es detallista en sus descripciones sobre lo que hacen, Ariel escucha atento y agrega los espacios de Rosario, el país y Latinoamérica donde han trabajado de forma conjunta o individual.

Un viaje por la Patria Grande

De todos los destinos posibles, eligieron Latinoamérica. Como si fuera poco, esperan llegar “por lo menos” hasta México. Ya tienen vínculos previos en Brasil, Uruguay, Paraguay, Colombia y Venezuela. De a poco, están armando un cronograma donde, por ahora, sólo tienen una fecha: agosto en Medellín. Es donde se realizará el próximo Foro Latinoamericano de Teatro Espontáneo.

¿Cómo es iniciar una gira de estas características en un continente convulsionado por protestas callejeras y tensiones con los gobiernos de turno? “Es un contexto súper necesario. La gente está realmente encontrándose, está saliendo a la calle por primera vez. Acá en Argentina por suerte tenemos otra tradición. Todos están mirando Latinoamérica: está viva, hay movimiento, hay ganas de ir a otro lugar”, explica Ariel.

Los dos destacan la riqueza que hay en la diversidad con la que se encuentran en los viajes: lo maravilloso de lo común y la singularidad de cada uno. “Hablamos el mismo idioma pero describimos lo que sentimos distinto, la forma de relatar es diferente”, dice Ana algo fascinada y agrega: “En esto de la memoria colectiva también hay una identidad latinoamericana desde el arte, se me hizo muy palpable cuando viajé. Esas redes están, hay otros modos de vivir diferente al neoliberal”. Ariel la mira y finaliza: “A todos nos hace ruido algo de esta vida que nos imponen”.

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