Ciudad

En la final

Argentina mira de cerca un domingo de gloria y al pueblo en la calle no lo para nadie

Odiadores seriales abstenerse: de la mano de una performance del rosarino Lionel Messi que quedará entre lo mejor de todos los mundiales, la Selección Argentina de Fútbol que comanda Lionel Scaloni se prepara para hacer historia


Argentina está en la final del Mundial de Fútbol de Qatar contra todo pronóstico si se tiene en cuenta su debut, por encima de las especulaciones, las descalificaciones, los entredichos y las obvias (groseras) operaciones mediáticas que quedaron detrás de un muro de silencio a partir de los últimos resultados junto con el odio y el resentimiento de algunos sectores que, claramente, no quieren a este país, detestan a las y los argentinos porque sencillamente se creen superiores, y quieren que al país le vaya mal.

Existió siempre, pero el odio visceral por los fenómenos populares no deja de sorprender, incluso después de haber presenciado casi en vivo y por televisión el intento de magnicidio a la vicepresidenta de la nación y su persecución mediática y judicial que no tiene límites.

Pero el estudiado desatino de un periodista de La Nación, que tildó a Lionel Messi de “vulgar” por su reacción humana y en el fervor de la contienda frente al “inesperado” final del partido contra Países Bajos mientras daba una nota, a lo que se sumó la semifinal con Croacia que terminó a favor de Argentina tres a cero con un partido antológico, puso en discusión qué es eso otro que sale a la luz cuando la gente copa las calles en tono festivo envuelta, orgullosa, con los colores de la bandera y gritando “Argentina, Argentina” que genera tanta preocupación en algunos sectores.

Juan José García.

La rancia hegemonía mediática vernácula que esgrimió un poder que chorrea sangre y que es mucho más grande que ese editorial escrito con enorme resentimiento y por un minuto de fama triste, está preocupada por este “fenómeno” antigrieta, este momento que quizás sea efímero pero que, al menos por estos días, pone blanco sobre negro que hay cuestiones que son intocables, y el fútbol es una de ellas: la Selección Argentina es de todos y todas y Messi, como lo fue Maradona, son orgullo nacional.

Es, al mismo tiempo, el mismo fenómeno que pone en tensión a un supuesto status quo de ese poder mediático feroz que de un momento para otro deja de ser la verdad revelada y es burlado en las redes sociales, es ridiculizado una y otra vez, es criticado con nombre y apellido, es silenciado y puesto a la altura de un meme.

Es, también, un negocio que les generó ingresos millonarios, incluso con las fabulosas cifras que pone a disposición la pauta del Estado (tanto que critican el gasto del Estado): ellos tienen ese poder, ellos son los dueños del papel para imprimir diarios en la Argentina, ellos se quedaron con casi todo y deciden muchas cosas, pero si el pueblo sale a la calle porque quiere festejar o decir lo que se le cante, no lo para nadie: ni el editorial más filosamente malintencionado, ni las horas continuadas de comentarios fascistoides en los canales de televisión, ni nada que se le parezca, pero mucho menos diciéndole “vulgar” a Messi, hoy un héroe nacional.

Para algunos será escuchar esa voz enemiga y pararse en la vereda de enfrente, como siempre; para otros será escuchar esa voz familiar que elige demonizar a esos fenómenos populares, pero el fútbol es otra cosa, es pasión irrefrenable cuando se trata de la Selección y allí la grieta queda de lado, los “bobos” salen de escena, no hay lugar para ellos.

Juan José García.

Para las y los argentinos, el fútbol ocupa un lugar preponderante, pero los fanatismos individuales diluyen sus diferencias cuando se trata de la Selección. Hay algo en ese acuerdo tácito de partes que va de la mano con lo festivo que no tiene parangón: nada como toda ese gente recorriendo las calles, en las plazas o en el icónico Monumento Nacional a la Bandera y hasta en el vallado Obelisco porteño de Larreta, gritando y ovacionando, que hacen pensar que podremos ponernos de acuerdo alguna vez. No hay nada, no hay poder que pueda detener ese bello fulgor albiceleste que se funde con el cielo.

“Cuando me levanto por la mañana con una duda sobre algo, leo el diario La Nación, me fijo en lo que dicen ahí y me paro en la posición contraria”, escribió el gran pensador argentino Arturo Jauretche y puso de su lado, como el gran articulador que fue y es de esas ideas de una patria inclusiva y amplia, a gran parte del pueblo argentino que hoy, orgulloso, y más allá del desánimo frente a un crecimiento económico mal repartido, está en boca del mundo: hoy no se habla del desastre sino del milagro. Argentina está ahí, en la final, en todos los comentarios, en la tapa de los diarios y revistas de todo el mundo. Hoy, mal que le pese a una derecha feroz que ensaya su regreso, todo es nacional y popular.  

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