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Apuesta foránea

En los últimos años la Lepra debió recurrir a delanteros extranjeros debido a la falta de alternativas en inferiores.

La espera interminable del delantero peruano José Carlos Fernández desnuda una realidad del fútbol argentino que se potencia aún más en el Parque: cuesta “fabricar” goleadores en las divisiones inferiores y hay que salir a buscar afuera.

 La verdad es dolorosa, pero irrefutable. Si se hace un repaso de los últimos diez torneos, el único atacante surgido de las divisiones inferiores rojinegras que pudo sobresalir fue Ignacio Scocco, quien luego de su aparición en el Newell’s campeón del Apertura 2004, fue el máximo artillero de la Lepra en el Apertura 2005 (4 goles) y en el Clausura 2006 (9 tantos).

 Obviamente Nacho Scocco no pudo seguir mucho más en el Parque y en 2006 fue transferido a Pumas de México en una cifra cercana a los 3 millones de dólares. Pero el oriundo de Hughes fue una excepción a la regla, ya que es difícil encontrar algún atacante que en los últimos cinco años le haya aportado a Newell’s goles o dinero por alguna transferencia.

 Ante esta situación, sin demasiadas perspectivas en inferiores, y con poco por conseguir en el mercado local, la Lepra fue casi un pionero en la búsqueda de atacantes desconocidos del Mercosur, y a la luz de los resultados, la mayoría de las veces la apuesta salió bien.

 Tras el fallido intento con el brasileño Jardel en 2004 (casi ni jugó en el Newell’s campeón de Gallego), en 2005 apareció el uruguayo Santiago Silva. Si bien el paso del uruguayo no fue demasiado feliz y se fue debido a una deuda, cuatro años después se transformó en una gran figura en Banfield y Vélez.  Luego llegaron los nueves paraguayos que tantos frutos le dieron a la Lepra. El desconocido Oscar Cardozo y Santiago Salcedo formaron una dupla letal. Y Tacuara además de goles, le permitió a la Lepra una transferencia al Benfica por una suma que acarició los diez millones de dólares. Un negocio redondo.  Otro paraguayo fue Da Silva, más jugador que goleador, y también hubo algunos intentos “fallidos” como el Tanque Ferreryra, el uruguayo Aldave (ni jugó) o el colombiano Erwin Chalar.  En el medio la Lepra apostó por el Ogro Fabbiani, quien tuvo un gran torneo y después prefirió irse por la puerta de atrás, y también le dio una chance a Leandro Armani, quien no terminó de demostrar lo que se esperaba de él. La última apuesta fue el uruguayo Joaquín Boghossian, un delantero ignoto que llegó con poca chapa y casi lleva a la Lepra al título. Bogho tuvo además la compañía del paraguayo Jorge Achucarro, un socio ideal en los dos últimos torneos donde la Lepra acumuló 69 puntos.  Hoy las apuestas de la dirigencia y el cuerpo técnico tienen nombre y apellido: José “Zlatan” Fernández y Sebastián Taborda. Con poco dinero para pelear en el mercado, la Lepra vuelve a apostar a dos atacantes foráneos sin mucha chapa, pero con ganas de triunfar. Si sale bien, tal vez el equipo pueda pelear arriba. Si sale mal, habrá que esperar seis meses para buscar otras alternativas. No hay otra.

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