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Antecedentes de un ataque

El brutal asesinato del embajador de Estados Unidos en Libia fue el último episodio de una serie de reacciones militares.

El brutal asesinato del embajador de Estados Unidos en Libia, en manos de una turba que protestaba por la difusión de un video que criticaba a Mahoma, fue el último episodio de una serie de reacciones similares en varios países de la región.

La ira que atacó al consulado en la ciudad de Bengasi se gestó por un cóctel de pólvora: el cortometraje retrata como un fraude al profeta del islam y fue ideado por un israelí radicado en California. El trailer de la película La inocencia de los musulmanes (que posee un claro estilo de “serie B”) sitúa a Mahoma en situaciones ofensivas. El largometraje de dos horas, y del que circulan algunos extractos, lo muestra –algo ya de por sí prohibido– manteniendo relaciones sexuales y poniendo en duda su liderazgo.

Su posterior difusión por parte de canales salafistas –musulmantes ultraconservadores– impulsó las manifestaciones contra la sede diplomática, que pronto se radicalizaron y también se repitieron en El Cairo, Egipto.

Para evitar episodios similares, Youtube fue bloqueado en Afganistán por el presidente Hamid Karzai. “Se nos ha ordenado bloquear la página al público afgano hasta que el video sea eliminado”, informaron desde Tecnología de la Información del Ministerio. A principios de este año, la quema de varios ejemplares del Corán por parte de marines norteamericanos en la cárcel de Bagram generó una ola de marchas violentas en todo el territorio, que terminó con una treintena de muertos. Hasta el momento reinaba una relativa calma y las fuerzas del gobierno intentaban contener la información para evitar desmanes. “De todas formas la mayoría de los afganos no se enterarán del agravio a Mahoma por internet, sino en las mezquitas. Allí es donde los mulás darán buena cuenta de lo ocurrido y entonces la polémica estará servida”, indicó la corresponsal del diario El Mundo de España.

El temor es lógico, ya que los antecedentes son preocupantes, y más aún en momentos en que la zona atraviesa por las consecuencias de la “primavera árabe”. El 30 de septiembre de 2005 fueron publicadas en el periódico danés Jylands-Posten doce caricaturas de Mahoma, que luego fueron reproducidas a principios de 2006 por el noruego Magazines. Fue recién entonces cuando llamaron la atención y suscitaron aireadas críticas de los altos representantes del islam. Al ser las quejas interpretadas como un acto de censura, otros diarios exhibieron en sus páginas los polémicos dibujos.

Como consecuencia, se generaron protestas con graves incidentes en varios países, murieron centenares de personas, edificios resultaron destruidos, se rompieron relaciones bilaterales y hasta se impulsó un boicot a productos europeos. Por ejemplo, Pakistán cortó el trato con Dinamarca, España, Italia, Noruega, Francia y Nueva Zelanda.

Aunque los periódicos pidieron disculpas públicamente, la vida del reconocido caricaturista danés Kurt Westergaard no volvió a ser la misma. Desde que se conoció su identidad es objeto de amenazas de muerte y suele cambiar de domicilio y teléfono celular cada cierto intervalo de tiempo. En 2010, un hombre que mantenía lazos con grupos terroristas, fue hallado en su casa, armado con un hacha.

Con todo, la libertad de expresión y el respeto a los distintos cultos religiosos se encuentran separados por una delgada línea difícil de distinguir. Respecto de lo ocurrido en Libia, el presidente de Estados Únidos, Barack Obama, criticó la película financiada por el promotor inmobiliario, el israelí Sam Basile, que ha desencadenado la polémica: “Rechazamos todos los esfuerzos para denigrar las creencias religiosas de los demás”, dijo, antes de indicar que, por muy insultante que sea el filme, “no hay absolutamente ninguna justificación para este tipo de violencia. Ninguna”.

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