Región

Sin precedentes

Amanda Miraflores, su cambio registral y el nombre como una elección

La santafesina Amanda Miraflores, conocida en los escenarios como Señorita Miraflores, logró un fallo sin precedentes en el país, que le permitió el cambio registral y ejercer su derecho a la identidad


Foto: Aimé Luna

Por Mariángeles Guerrero / Pausa

¿Por qué te llamás como te llamás? ¿De quién es el apellido que usás? Nuestro nombre es lo primero que nos enseñan a escribir en las lisas hojas preescolares, cuando aprendemos que una letra, otra y otra forman algo que se llama palabra. En la extensión de esa línea se empieza a dibujar quiénes somos (o quién quiere nuestro entorno que seamos). ¿Alguna vez se te ocurrió pensar que ese trazo con lápiz puede borrarse para escribir otra cosa?

Amanda Miraflores es cantante, conocida en Santa Fe por ponerle música y voz a las movilizaciones feministas. El arte de Amanda está ligado a su militancia. “Y mientras tejo tu trenza/Imagino cuando crezcas/Verás como vas a brotar/Serás la flor más bella” suele entonar entre pancartas y pañuelos, mientras mujeres de diferentes generaciones rememoran a madres y a abuelas y ven a las niñas que ya juegan bajo el sol de la libertad. Ese florecer tiene mucho que ver con la historia colectiva del feminismo pero también con la historia personal de Amanda, que decidió cambiar el nombre y apellido que figuraba en su DNI por otro que fue construyendo, cuenta, “desde el arte y desde las redes que no atan sino que liberan”.

Este cambio registral (de nombre y también de apellido) no tiene precedentes en el país, subrayan la abogada Jaquelina Bussi y la trabajadora social María de los Ángeles Pais, ambas integrantes del Estudio Jurídico y Social Lazos. Este espacio está signado por el trabajo interdisciplinario y fue el que acompañó a Amanda en el proceso del cambio registral. Ambas profesionales entendían que no sería tarea fácil lograr el veredicto del juez.

“A mi nombre lo elegí, contra la tradición y la ley que me decían quién tenía que ser”, afirma hoy Amanda, con la sentencia favorable en la mano.

En los papeles

Para el derecho civil argentino, el nombre (es decir, la suma del prenombre y el apellido) es uno de los atributos de la persona humana y sólo puede cambiarse cuando hay “justos motivos”. Por justos motivos se entiende el cambio por el seudónimo, cuando hubiese adquirido notoriedad; razones de raigambre cultural, étnica o religiosa; si se ve afectada la personalidad de la persona interesada, cualquiera sea su causa, siempre que se encuentre acreditada. En estas circunstancias necesariamente se requiere la decisión judicial que dé el visto bueno para la modificación. Los casos que no requieren intervención de un juez o jueza son los cambios registrales por razón de identidad de género y el cambio de prenombre y apellido por haber sido víctima de desaparición forzada, apropiación ilegal o alteración o supresión del estado civil o de la identidad.

La abogada Jaquelina Bussi explica que, históricamente, “el nombre de las personas fue inmutable para el derecho por una cuestión de seguridad, para que las personas no utilicen los cambios para cometer algún ilícito”. Pero con el tiempo y el avance en materia de derecho a la identidad en tanto derecho humano la normativa fue cambiando y por eso el Código Civil y Comercial argentino reconoce las causales ya señaladas. Sin embargo, la situación de Amanda no encuadraba en ninguno de estos supuestos.

Bussi explicita entonces que plantear ese cambio de nombre fue un desafío. Algunos colegas le decían que, por la interpretación usual que se hace de la ley en los juzgados, la causa no iba a prosperar.  “Lo que más se veía en la jurisprudencia era que se cambie el apellido paterno por el materno o por otro de algún referente afectivo. El caso de Amanda es inédito porque ella elige su nombre y apellido no por una relación con otro u otra sino por una cuestión muy particular que tiene que ver con su historia y con la construcción de su identidad”, dice la letrada.

Amanda Miraflores no solo eligió su nombre sino que también tuvo un importante protagonismo en el juicio, contando el proceso personal que la llevó a tomar esta decisión. El equipo jurídico de Lazos argumentó desde el artículo 2° del Código Civil y Comercial, que establece que, al momento de decidir, los juzgados deben tener en cuenta las normas de derechos humanos vigentes en el país. “Ese artículo es la válvula de escape que tenemos para pelear estas situaciones. Las normas no pueden ser interpretadas literalmente sino teniendo en cuenta los principios generales del derecho y los derechos humanos”, dice Bussi. Finalmente, a mediados de julio, el Juzgado de Primera Instancia en lo Civil y Comercial de la Cuarta Nominación de la provincia de Santa Fe les dio el visto bueno para el cambio registral. La decisión fue refrendada luego por el Juzgado de la Octava Nominación.

Tras la sentencia, María de los Ángeles Pais, valora: “Si hacíamos una interpretación lineal de la ley, seguramente estábamos vulnerando derechos”.

La que debe ser amada

Desde que salió el fallo, Amanda recuerda sus juegos de infancia, la fantasía adolescente con llamarse de otra manera. Días después de la sentencia, reflexiona: “Sentía que el nombre que llevaba no me representaba y por una cuestión histórico-parental tampoco entendía por qué tenía que tener ese apellido. Para una vida libre de violencias como la que milito, era necesario que yo no portara ese apellido como algo heredado que me dio la ley”. Al respecto, agrega: “No quería seguir perpetuando en el tiempo una identidad que no tenía que ver conmigo porque toda mi conformación subjetiva y vincular era gracias a otros vínculos, no a uno fallido que había estado mediado por la violencia”. La resignificación se dio, entonces, a través de la creatividad y del arte.

Además de ser cantante, la joven es psicóloga social, por lo que tiene bien claro que “la identidad está en contínuo movimiento, es con otres”. Cuenta que cuando decidió ser Miraflores lo hizo como un personaje dentro de su posibilidad artística, de ese otro juego que es subirse a un escenario. “De ahí sale Señorita Miraflores, pero el Miraflores no viene sin el Amanda”, añade. Amanda Miraflores es el resultado de la búsqueda de formas más amorosas de sentirse nombrada.

Una de las posibilidades, al momento del cambio, era sustituir el apellido paterno por el materno. Pero Amanda la desestimó: “Si bien mi madre posibilitó mucho que yo pueda construir esta red que me sostiene, con su familia paterna tampoco tengo vinculación entonces también entendía que no debía llevar el apellido de alguien que no conozco, de un pater. Era también cortar esa historia”.

Miraflores tiene, desde que comenzó a ser pensado por ella como su apellido, una connotación poética: “En términos de reparación y de resignificación, me parecía que podía ser llamada desde algo bello entendiendo que todes tenemos derecho a la belleza”. La palabra Miraflores nombra a esa red construida por Amanda a lo largo de su vida, homenajea a sus ancestras y a la raíz que le dio la vida en el amplio sentido de la palabra. “La botánica me conecta con mujeres que me criaron, que me amaron mucho y que yo amé mucho. Es ver un brotecito en una tierra súper árida: mi identidad es eso”, resume la entrevistada. Y agrega: Amanda Miraflores me da la posibilidad de ser Señorita Miraflores en los escenarios.

Como en la canción de Horacio Guarany, Amanda ama/amando la vida. En ese gerundio del verbo amar radica la elección de Amanda: “Significa ‘la que será amada o la que debe ser amada’. A eso lo tomé como un derecho”.

Si bien algunas personas que viven experiencias similares le contaban que no necesitaban el reconocimiento del Estado a través del DNI, para Amanda “hay algo muy profundo sobre cómo nuestras militancias nos van dando posibilidades de elegir cómo, de qué maneras y al servicio de qué vincularnos”. Al respecto, dice que “en ese derecho a ser amada, el reconocimiento social de llamarme Amanda Miraflores se legaliza con este fallo”. El reconocimiento oficial fue la forma que encontró para arrancar de una vez “la herencia sin posibilidad de ser retrucada”, una manera simbólica de volver a nacer o -en sus palabras- de parirse a sí misma. Por eso, dice, “abrazo los cambios registrales por cuestiones de género porque me posibilitaron esto. No hay nada más fundamental que ser nombrada como una se percibe”.

“Buenos días, Amanda”

Cuando Amanda se lo contó a su mamá, ella entre abrazos le dijo que acompañaba cada decisión y que lo único que lamentaba era que le había elegido el nombre con amor. “Yo a eso lo recibí y lo porté mis primeros 40 años, así que ahora es justo que pueda elegir. Al otro día me mandó un mensaje de texto que decía ‘buenos días, Amanda’. Mirá si no entendió todo”, relata la mujer.

María de los Ángeles Pais resalta la importancia de este precedente: Amanda pudo hacer su camino y despertó en nosotras pensar cuántas Amandas hay, a las que les está sucediendo lo mismo y no lo pueden poner en palabras. Conocer lo que Amanda hizo puede llamar a otras personas que se sientan identificadas”.

Amanda Miraflores es hoy “la que merece ser amada” y dice que “puede pensar todo esto porque ya vengo siendo amada por esas redes que no atrapan sino que liberan”. “Para mí eso es toda mi vida, no quería que mi nombre y mi apellido quedaran ligados a algo doloroso. El nombre debe ser cobijo, creo que todas las personas cuando escuchan su nombre y su apellido deberían ser felices porque alguien las reconoce. Me alcanza con ser legalmente la que elijo ser y eso para mí ya es un acto de reparación”.

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