La Cazadora

De la orilla brava

Amalia Celia Figueredo: la rosarina que se convirtió en la primera mujer aviadora de Sudamérica

En 1914, cuando tenía 19 años, rindió el examen para ser pilota y su nombre circuló por distintos diarios de la época por ser una de las pioneras de la aviación mundial. En 1915 voló por toda la Argentina y tuvo como primer destino Rosario, su ciudad de nacimiento


Amalia Celia Figueredo

Es lunes 14 de noviembre de 1910. En la plaza 25 de Mayo de Rosario, frente a la Catedral, las miradas están en el cielo: por primera vez un avión surca el cielo de la ciudad. Habían pasado apenas siete años desde que los hermanos Wright cambiaran el devenir del mundo al realizar el primer vuelo de la historia –de apenas 12 segundos– en una bahía de Ohio (Estados Unidos); habían pasado poco más de nueve meses desde que el italiano Ricardo Ponzelli piloteara por primera vez un aeroplano en Argentina; y faltaban sólo cuatro años para que la rosarina Amalia Celia Figueredo se convirtiera en la primera mujer aviadora de Sudamérica. Esta es su historia.

El viernes 2 de octubre de 1914, el nombre de Amalia Celia Figueredo estuvo en los diarios de tirada nacional: se había convertido en la primera mujer argentina y sudamericana en obtener el brevet de piloto avalado por la Federación Aeronáutica Internacional y expedido por el Aeroclub Argentino. Y eso, sin dudas, era noticia.

“Dio comienzo a las 4:30 de la mañana, iniciando la examinada, sin dificultades, dos largas series de «ochos» con el Farman-Gnome 50 HP. Cumplida esta parte del examen, se elevó a una altura de 200 metros y, después de algunos virajes interesantes, descendió en un largo vuelo planeado, que mereció aplausos de parte de los que presenciaban la prueba”, decía la crónica de un periodista que había sido enviado especialmente a cubrir el evento. Dos examinadores del Aeroclub Argentino siguieron de cerca las maniobras de Figueredo hasta el aterrizaje.

En ese entonces, Amalia tenía 19 años. Había nacido el 18 de febrero de 1985 en Rosario. Vivió en la ciudad hasta los 5 años, cuando sus padres —Honoria Pereyra y Faustino Figueredo— decidieron mudar la familia a la ciudad de Buenos Aires. Allí cursó los estudios de obstetricia en la Facultad de Medicina de la UBA y música en el Conservatorio Fontova.

El lugar de residencia que terminó por ponerla en la historia fue el barrio porteño de Villa Lugano, adonde se mudaron en 1914. Unos años antes, en esa zona se había instalado el Aeródromo de Villa Lugano, el primero de la Argentina.

Es que el inicio del siglo XX vino con una novedad que llegaba de los Estados Unidos: el 17 de diciembre de 1903, los hermanos y fabricantes de bicicletas, Wilbur y Orville Wright, habían fabricado el primer aeroplano y habían conseguido recorrer, a través del aire, 36 metros en 12 segundos, sobre la bahía Kitty Hawk, en Ohio, Estados Unidos. A partir de ese momento, la industria comenzó a recibir algo fundamental para su desarrollo: inversión. En pocos años, la aviación avanzó a pasos agigantados.

En 1910, en el marco de los festejos por el Centenario de la Revolución de Mayo, llegaron los primeros aviadores a la Argentina. Eran franceses e italianos, y realizaban vuelos a baja altura, a no más de 30 metros. El italiano Ricardo Ponzelli se quedó con el título de ser la primera persona en pilotear un aeroplano en el país.

Con los aviones como novedad, los primeros pilotos se convirtieron en las estrellas de la época. De hecho, hay quienes consideran que, por su nivel de fama y reconocimiento, Jorge Newbery ha sido el primer ídolo popular argentino. No es para menos: pionero y capo en todo, Newbery fue, además de aviador, ingeniero electricista, funcionario, científico, boxeador, nadador, recordman, esgrimista, piloto de autos de carrera, remero y atleta. Y también fue quien apadrinó a Amalia Celia Figueredo en su vuelo de bautismo y quien la incentivó a anotarse en la escuela de pilotos.

Luego de recibir el brevet de piloto N° 58, Amalia también se convirtió en una celebridad. Que fuera mujer y aviadora llamaba la atención. Y por un tiempo se transformó en una atracción: el Jockey Club cedió las instalaciones del Hipódromo de Belgrano para que Amalia realizara algunas destrezas para el público.

En 1915, la pionera sudamericana piloteó por todo el país y su primer destino fue Rosario, su ciudad natal. Un año más tarde se casó y cedió a los mandatos: no volvió a volar, ni siquiera cuando enviudó en 1928. Sin embargo, recibió premios y distinciones hasta su muerte en 1985.

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