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Allocco, la pujante metalúrgica que hoy fabrica sólo sospechas

Por Paola Cándido.- Trabajadores que vieron crecer la firma de V. G. Gálvez no pueden creer la situación que atraviesan hoy. Y barajan el por qué.


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“No al vaciamiento y fraude. Sí al pago de deuda y fuentes de trabajo. Andate Marcelo Markous por mentiroso, estafador y por falta de inversión para la producción, no puede seguir en la conducción de la empresa”, dice, textual e inexplicablemente, un impreso de computadora, colgado a apenas un par de metros del ingreso a la planta de la que, hasta hace no tantos meses, era una de las tres empresas más importantes en su rubro a escala global.  Allocco lleva 60 años fabricando “soluciones y equipamiento para la industria aceitera”, y en los últimos diez debería haber sido una pieza insustituible de ese sector –que se transformó en uno de los más dinámicos del país y del mundo– pero la realidad es que desde hace tres meses no paga los sueldos de sus empleados, a los que además redujo en número. La paradoja, difícil de entender, tiene a 140 trabajadores contra las cuerdas, que esperaban que, por una gestión del Ministerio de Trabajo de la provincia, a primera hora de hoy les depositaran 1.000 pesos a cada uno, apenas una mínima fracción de la deuda en una firma que ahora lo que más produce son sospechas.

O. es uno de los empleados con más años dentro de la empresa. Tiene bronca porque ni siquiera se tomaron la “molestia” de decirles “chau”. Él se acercó a “pedir trabajo” cuando había cumplido 29 años, y de eso ya pasaron 32. Le deben 70 mil pesos. “Vimos nacer a la empresa. Para la industria aceitera somos una de las tres fábricas en el mundo que se dedica a esto. Son productos de buena calidad y de bajo costo. Salvo el momento que estamos pasando, nunca se pagó fuera de término, siempre con beneficios para el obrero y con mucho trabajo”, detalló.

O. explicó que entraron al mercado europeo en 2003, y desde entonces exportaron equipos de fabricación propia a China, Rusia, Ucrania y Alemania, entre otros países.

“Pagando los sueldos, abriendo la empresa y comprando insumos, en 60 días la empresa trabaja a pleno. Pero los dueños no quieren”, sentencia, abonando aún más las sospechas.

“Si tenemos que hacer una cooperativa, así será. Necesitamos que alguien nos ayude en forma legal, desde el gobierno nacional y provincial. Hoy desconfiamos de todos. Todas las empresas necesitan de Allocco, las extranjeras también. Esto fue un vaciamiento programado”, concluyó O.

J. es un poco más joven. Empezó a trabajar en la empresa en su adolescencia: a los 16 años lo llevó un conocido suyo que era amigo de los dueños originales. Desde entonces se casó, tuvo hijos y enviudó. Atravesó altibajos radicales en su vida, pero nunca cambió de trabajo.

“No había feriados, fines de semana, Navidad, ni Fin de Año cuando se necesitaba entregar un trabajo y ya estaba pago. Se trabajaba las 24 horas”, recuerda. No se trata de un rapto de nostalgia, sino de la situación que ahora mismo están atravesando. “Nos abandonaron los patrones”, afirma. “Son los responsables de la situación que estamos pasando”, insiste.

“A Markous –dice sobre el CEO de Allocco– le dieron un libreto que tiene que cumplir. No puede ser que le estén ofreciendo trabajo y no lo tome. Hace meses que no se trabaja. Con dinero, la empresa marcha sola”, concluyó.

R. es el más joven de los tres. Hace ocho años que trabaja y le deben 35 mil pesos. Entró a la empresa de manera tradicional, mandando un currículum y lo llamaron. Ahora es él quien clama por ayuda: “Necesitamos insumos: herramientas, guantes, delantales, botas, alambres, discos, aceites. No tenemos ni papel higiénico”, lamenta y vuelve a pedir: “Alguien que quiera al país, que se haga cargo y se cuadriplicarían los recursos. Siento vergüenza, somos un eslabón más del país”, cierra, con bronca.

Como ellos, los demás trabajadores de la metalúrgica despliegan las mismas sospechas: todos apuntan a septiembre de 2012 como el quiebre desde el que la empresa empezó a decaer, cuatro años después de que Desmet-Balestra, una firma de origen belga y nada más y nada menos que una de las principales competidoras, compró la empresa asentada en Villa Gobernador Gálvez.

Los empleados aseguraron que a partir de 2009 se hicieron ventas por centenares de millones de dólares, y ese dinero fue enviado a Desmet de Bélgica, pero a Desmet de Argentina le quedaron “migajas”. Y también marcaron que, para peor, se empezó a amasar una cuantiosa deuda con proveedores.

Los obreros no saben lo que va a pasar. Lo que presumen es que la compra de una competidora se hizo con un fin claro: sacarlos del mercado. Según denunciaron, los actuales directivos de la firma Héctor Martini, Osvaldo Serra y Mario Allocco –liderados por Marcelo Markous– despidieron a unos 80 trabajadores en los últimos 12 meses y mantienen parada la producción por falta de insumos. “Porque trabajo no falta”, sostienen los empleados, que hoy mantienen turnos para “custodiar” la planta.

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